La historia del fútbol la han ido escribiendo partidos inolvidables, equipos de ensueño y jugadores de todo tipo. Al margen de la gloria, también existe un rincón reservado a momentos más amargos, esos episodios que trascienden lo estrictamente deportivo. Sirva como ejemplo la catástrofe que tiñó de luto el 6 de febrero de 1958. Aquel día, la plantilla del Manchester United regresaba de Belgrado de jugar los cuartos de final de la Copa de Europa ante el Estrella Roja. El resultado de la eliminatoria clasificó al club inglés para la semifinal, donde esperaba el Milan. En el trayecto de vuelta, sin embargo, el vuelo 609 de la British European Airways en el que viajaba el equipo sufrió un accidente que se cobró la vida de veintitrés personas. Ocho de ellos eran futbolistas. Años después del desastre aéreo de Múnich, otro trágico suceso marcó el devenir del fútbol británico. Hay que ir hasta 1985, cuando se disputaban los encuentros de clasificación para el Mundial de México. Concretamente, al último partido del grupo 7 que enfrentaba a Gales y a Escocia, cuando un gol en el tramo final de Davie Cooper igualó el tanto inicial de Mark Hughes y permitió a los escoceses disputar la repesca ante Australia. Aquella jornada, en el banquillo visitante del Ninian Park de Cardiff estaba John «Jock» Stein, quien, sin saberlo, estaba apurando sus últimos instantes de vida. La Copa de Europa de 1967 Para conocer la grandeza del afamado técnico escocés hay que remontarse a su etapa en el Celtic, donde en doce temporadas logró más de veinte títulos nacionales y revertió así la tendencia negativa del club. Su gran hito llegó en 1967, cuando conquistó ante el Inter de Milán de Helenio Herrera la Copa de Europa, la primera para el fútbol británico. Tres años después volvería a una final, pero esta vez no pudo ganar el título al Feyenoord. Todo esto lo consiguió siendo protestante, detalle menor si no fuera porque el Celtic es uno de los estandartes del catolicismo en el país. Algo que, en aquella época, era todavía más importante de lo que es ahora. Así, consagrado a nivel de clubes, Stein cogió el relevo de su compatriota Ally MacLeod en la selección escocesa tras el Mundial de Argentina de 1978. Lo primero que logró fue la clasificación para la siguiente edición del torneo, celebrado en 1982 en España, y del que se despediría en la fase de grupos. Cuatro años después, Escocia volvería a disputar el Mundial, esta vez el celebrado en México en 1986; aunque, desgraciadamente, ya sin Stein como seleccionador nacional. El 10 de septiembre de 1985, con el pitido final de aquel partido clasificatorio contra Gales, la tragedia hizo acto de presencia. Así recogió ABC la noticia: «El seleccionador nacional escocés, Jock Stein, murió anoche como consecuencia de un paro cardíaco, al término del partido entre Escocia y Gales. Stein fue trasladado urgentemente a un hospital para que fuese atendido. Una vez allí nada se pudo hacer para evitar su muerte». En plena celebración, Stein se desplomó en la banda, falleciendo poco después. Tenía 62 años. «Vi cómo sufría el ataque. El árbitro pitó una falta y creo que él pensó que había señalado el final del partido», diría después Mike England, seleccionador galés. El maestro de otro mito Su muerte dejó huérfano al fútbol escocés, no así al banquillo de la selección. Con la repesca ante Australia en el horizonte y el reto de volver a jugar un Mundial y honrar de alguna manera la memoria de Stein, su segundo, un joven ayudante al que había contratado poco antes, se hizo cargo del combinado. Bajo sus órdenes se venció a Australia y se disputó el Mundial de México. Aquel joven entrenador apenas dirigió a sus compatriotas durante diez partidos, pues el 6 de noviembre de 1986 fue elegido como técnico del Manchester United. El entrenador en cuestión era Alex Ferguson, quien con el paso de los años se convertiría en otro mito del fútbol escocés, digno heredero en los banquillos de su maestro «Jock» Stein. Las circunstancias han querido que una frase de Stein vuelva a estar de actualidad. Como consecuencia del parón absoluto a raíz de la pandemia por coronavirus, algunos se han preguntado si, de retomar la competición, se debería hacer sin público para evitar posibles contagios, lo que, para muchos, acabaría con parte de la esencia de este deporte. Porque para ellos, como dijo Stein en su momento: «El fútbol, sin aficionados, no es nada».
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