En Australia se vivieron dos carreras. Por un lado, la de las KTM de Darryn Binder y Jorge Martín, muy superiores al resto y que consumaron un gran doblete para la marca austríaca. Imbatibles y que se escaparon desde el principio. Por otro lado estaba la lucha del campeonato. Álex Márquez tenía en Phillip Island su primera bola de partido para hacerse con el Mundial. La carambola que debía darse para que se hiciese con el campeonato era importante, pero todo podía pasar y más teniendo en cuenta la traicionera pista a la que se tenía que enfrentar. Thomas Luthi, el rival del español por la corona, tenía muy claro lo que tenía que hacer. Vencer a las motos naranjas era imposible y a lo máximo a lo que podía aspirar era al tercer cajón del podio. Misión cumplida. Álex Márquez, consciente de todas las caídas que ha habido a lo largo del fin de semana, minimizó daños y se tomó la prueba con calma. El catalán evitó cualquier disputa inútil que podría llevarle al suelo y poner en serio peligro el Mundial. Sus sensaciones desde que llegó a la isla australiana tampoco fueron las ideales. Concluyó octavo y cedió puntos ante su contrincante, que de un gran premio a otro ha resucitado.
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