lunes, 28 de octubre de 2019

Granada, Osasuna y Mallorca, a Primera con el cuchillo entre los dientes

Llegan a la cima al borde de la extenuación, sofocados después de un Tourmalet espantoso en el que sonreír parece más un remedio propio de los locos que el desenlace final tras una sucesión de esfuerzos tremendos. Y en lo que dura un sueño, cuando la realidad comienza a ganar terreno a la ficción, el fútbol impone una realidad de espinas a quienes sólo unas semanas atrás se pensaban los reyes del mundo. Cuesta tomar consciencia del cambio de tercio que supone un ascenso, y por eso sorprende más el comienzo de temporada que Granada, Osasuna y Mallorca están protagonizando. El curso pasado, el Granada sumó 87 puntos, el Osasuna 79 y el Mallorca 69. Cuando empezó esta temporada, allá por mediados de agosto, lo normal es que los tres tuviesen asumido que pasar de la mitad ya iba a ser meritorio. Disputadas 10 jornadas, el Granada, impactante líder del campeonato, lleva un ritmo de puntuación que lo dejaría acariciando los 80 –la Liga pasada se ganó con 87 (Barcelona), y a la Champions se fue con 61 (Valencia)–. El Osasuna es octavo y proyecta números que lo situarían en la pelea por entrar en Europa y el Mallorca, decimoquinto, respira por encima del descenso después de ganar al Real Madrid con la que tiene todas las papeletas para ser la plantilla con menos nivel individual de Primera. El año pasado, sin ir más lejos, descendieron dos de los tres equipos que lograron el ascenso en la 2017-2018, con el Valladolid en el alambre hasta última hora. Éste, con un mundo por delante, más en un deporte tan voluble como el fútbol, lo visto sobre el césped despeja muchas de las dudas que pudieran sobrevolar a los escépticos. Todos guardan en el banquillo su tesoro más preciado, algo habitual cuando el viento sopla de cara, tanto como localizar en el mismo sitio el hedor de lo sobrante cuando las cosas no son tan bonitas. El Granada, líder de la Liga –conviene repetirlo, porque la excepcionalidad es hermana de las circunstancias, y las actuales bien merecen pecar por reincidentes–, ha encontrado en Diego Martínez, el hombre al frente del ascenso, una razón para creer en los imposibles. Para aprovechar los hechos: son, junto al Atlético de Madrid, el equipo que más porterías a cero suma en la Liga, seis. Habrá quien justifique su presencia en las nubes de la competición doméstica con el momento por el que transitan Barcelona y Real Madrid, como si no hubiera momento que elogiar en el cuadro nazarí. De la mano de un Antonio Puertas estelar, máximo goleador del equipo con cuatro tantos, los andaluces han construido un equipo fiable hasta arrancar el aplauso, atractivo su fútbol de ataque cuando el partido lo requiere, solvente en su propia mitad si toca arremangarse. Rui Silva se ha erigido en revelación de las porterías (con permiso de Aitor Fernández) y a la veteranía de un central que parecía de vuelta de todo como Germán Sánchez le está exprimiendo un fútbol de categoría impropia para quien se ha pasado el grueso de su carrera en la ingrata 2ªB está sumando la irrupción de proyectos interesantes como Duarte o Neva. Montoro y Herrera, un curtido y un cedido, manejan el centro del campo como quien se encarga del papeleo en la oficina. Osasuna es tan Osasuna como siempre, o al menos siempre que le va bien. Los navarros no saben (ni quieren) entender el fútbol de otra forma que no sea la suya, la que hace de este Sadar hoy llamado Reyno de Navarra un pantano en el que hasta el más pintado se atranca, donde las piernas pesan más de la cuenta y el balón parece un artefacto peligroso con el que conviene cumplir más que jugar. Jagoba Arrasate, contrastado preparador ecléctico que metió el bisturí según convino en la Real Sociedad, el Numancia o en Pamplona, se echó a los brazos del 'Chimy' Ávila, un delantero al que mandar solo a la guerra con la seguridad de que ganará batallas, y si no se las inventará, en lo que es un fiel resumen del espíritu que espolea a este equipo. Claro que todo es más fácil con la diestra de Roberto Torres, la aplicación de Fran Mérida –qué distinto es este futbolista que juega como mediocentro y se llena de barro del fino mediapunta formado en el Arsenal y que cayó en la final del Mundial sub 17 de 2007– o el empaque que están imponiendo insospechados como Aridane Hernández, otra de las sorpresas de lo que va de campaña. Otro dato que explica a este equipo: el domingo, ante el Valencia, Osasuna igualó su mejor registro en su campo, 30 partidos consecutivos sin perder. No lo hace desde el pasado 1 de abril de 2018, 0-1 ante el Tenerife. Menos confeti hay por el momento en las Baleares, aunque no debió de escatimarse en gastos en Son Moix cuando al Mallorca le dio por ganar a todo un Real Madrid. Es, hasta la fecha, el único equipo que ha sido capaz de meter mano a los blancos en Liga, invictos hasta que cedieron en la jornada nueve. Y lo hizo con la que seguramente sea una de las plantillas más debiles de la primera categoría del fútbol español en lo que respecta a la calidad individual, lo cual habla muy bien del grupo y un poco mejor de su técnico, Vicente Moreno. La nota discordante entre tanto soldado raso la pone Kubo, un ente extraño en el Mallorca al que costará hacerse con un hueco en el once. Su inclusión supone renunciar a una pieza dispuesta de forma nítida para el cumplimiento de un propósito común, y el japonés, un esteta capaz de decantar partidos desde ya, carece de las piernas, el aplomo y el convencimiento que tiene su competidor más inmediato por el puesto en el que viene jugando, el extremo derecho, donde Dani Rodríguez parte con ventaja.

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