domingo, 27 de octubre de 2019

Nadal, del altar al trono

Para los más curiosos, para los que se preguntan si ha habido luna de miel, responde el propio Rafael Nadal, al que le gusta poquísimo hablar de su boda y demás asuntos personales. «Aproveché para viajar con mi pareja antes de la boda y estar concentrado en el tramo final de la temporada», explicó ayer el español, que hace una semana se casó con Mery Perelló y que este miércoles regresa a las pistas en el Masters 1.000 de París-Bercy (contra Mannarino o Casper Ruud) después de casi dos meses sin competir (final del US Open, 8 de septiembre). Se consume irremediablemente este curso 2020 y Nadal se da por más que satisfecho, aunque afronta dos retos importantes para ampliar su interminable palmarés. El primero llega estos días en París, pues no ha triunfado en este evento pese a la estupenda relación que mantiene con la capital francesa, si bien es cierto que las condiciones son completamente opuestas a las que le impulsan en Roland Garros. El segundo, del 10 al 17 de noviembre, será en la Copa de Maestros, igualmente incapaz de triunfar hasta la fecha en esta cita que reúne a las ocho mejores raquetas de cada año. Los cierres llegarán en la Copa Davis de Madrid, del 18 al 24 de noviembre, y de por medio está la lucha por el número uno, posición a la que ascenderá el mallorquín el próximo lunes pase lo que pase en París. De Kazajistán a París Ha sido una semana agitada para Nadal, que se tomó un día libre después de la boda y ya el lunes se puso a trabajar. El miércoles se fue a Astaná, capital de Kazajistán, para disputar un partido benéfico con Novak Djokovic y ambos viajaron a París, en donde han compartido pista de entrenamiento y alguna que otra risa. Dos archienemigos conviviendo como si tal cosa pese a que ambos pugnan por terminar la campaña como número uno, algo que, dice Nadal, ha dejado de inquietarle tanto como antes. «Tengo que buscar prioridades. Los últimos años mi objetivo no es ser número uno, es organizar mi calendario para que pueda jugar el máximo tiempo posible. No voy a jugar partidos de más para acabar número 1», introdujo en sus explicaciones el español, que solo puede sumar en los torneos que restan. «Duermo igual de bien cuando soy número uno que cuando soy número dos. Por supuesto que prefiero ser número 1, pero estoy muy contento con la temporada que he hecho. El inicio fue complicado. Antes del pasado torneo de Montecarlo era difícil imaginar que estaría en esta posición. Estoy orgulloso del año que he completado». Tiene motivos de sobra para estarlo, encomiable su capacidad para enfrentarse a una primavera con más nubarrones de los habituales. Le frenó la cabeza, su tenis no respondía y hasta se planteó tomarse un tiempo de respiro, tan humano como cualquier otro. Impulsado por el título en Roma, abrazó el cielo de París, reconquistó Canadá y su zarpazo en el US Open le coloca, con 19 trofeos, a un solo grande de los 20 de Roger Federer. Es, a todos los efectos, un 2020 estupendo. Desde esa final magnífica en Nueva York, Nadal no ha jugado ningún torneo. Sí estuvo en la festiva Copa Laver y disputó un encuentro ante Milos Raonic, pero se borró de los otros duelos que tenía programados por un dolor en la muñeca que luego resultó ser en la mano, según explicó el propio tenista. Ausente una vez más en la gira asiática, ha recuperado energías, se ha casado y se ve en condiciones de poner el lazo al curso. «Ha descansado, que es lo importante», relata Carlos Moyá en ATP. «Tuvo un día maravilloso en su boda y de inmediato ya estábamos entrenando, porque en lugar de hacer el viaje de novios tras la ceremonia, lo hizo antes. Así que dos días después de la boda ya estábamos entrenando. Ha sido distinto, pero han sido días muy buenos», completa el entrenador.

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