viernes, 10 de febrero de 2023

El atraco de unos quinquis que hizo temer un segundo 23-F

«Los secuestradores habían dado un ultimátum que podría concluir a las 11.30 con la ejecución de cinco rehenes. En medio del tenso silencio que mantenían los miles de barceloneses que se apretaban tras los cordones policiales, las palomas cruzaban la plaza de Cataluña, absolutamente vacía, en una escena que parecía surrealista. Las campanadas del reloj del Banco señalaron que se había cumplido una hora y no había noticias de que las autoridades policiales hubieran accedido a las demandas de los terroristas». Así lo escribió, tres meses después del 23-F , un redactor de Nacional de ABC, tras subir a un avión en Barajas con destino Barcelona. Aunque eso lo sabrá después, en el mismo vuelo viajaron también efectivos del Grupo Especial de Operaciones (GEO), que transportaban sus armas en la bodega. El destino de todos ellos fue la sede del Banco Central. Un atraco con rehenes. «Yo no hacía sucesos», recuerda Luis Peiro , más de 40 años después. Quizás por eso lo enviaron a la capital catalana, porque durante las primeras horas, después de que los asaltantes pidiesen, por escrito, la liberación de Tejero, sobrevoló una idea: que quienes habían tomado casi 300 rehenes en el edificio de siete plantas en la plaza de Cataluña eran guardias civiles. De hecho, la sospecha inicial fue que uno de ellos era Gil Sánchez-Valiente , uno de los presuntos implicados en la intentona golpista, que consiguió huir del Congreso. Esa sospecha fue la que habría puesto sobre la mesa la disolución de la Benemérita. «El decreto no se llegó a hacer, pero sí se barajó la opción, en medio de la psicosis golpista», detalla Mar Padilla , que en 'Asalto al Banco Central' (Libros del K.O., 2023) aborda las diferentes aristas del suceso que puso en jaque la Transición el 23 de mayo de 1981. Mar Padilla frente a la antigua sede del Central, tras la entrevista con ABC INÉS BAUCELLS Rodolfo Martín Villa , entonces ministro de Administración Territorial, tras haber ostentado la cartera de Interior, lo niega. «El Gobierno no se lo planteó nunca. La sospecha de que pudiera haber alguna relación entre los responsables del golpe de Estado y los atacantes del banco se descartó en horas, porque no tenía ningún sentido. Ni si quiera durante los años duros se planteó la disolución de la Guardia Civil , sí hicimos una reforma bastante importante de los cuerpos policiales, pero nada más –ni nada menos–», explica a este diario. La maleta «Los asaltantes supieron leer muy bien la situación, la sensación de extrema vulnerabilidad de la democracia después del 23-F y jugaron con eso a su favor», apunta Padilla. El cabecilla de aquel golpe, José Juan Martínez Gómez , 'El Número Uno', un almeriense que entonces, a sus 25 años, acumulaba ya decenas de antecedentes, sostiene, tiempo después y sin ninguna prueba, que no fue un atraco, sino un encargo del extinto Cesid para robar una maleta con documentos del 23-F . La famosa «maleta» del capitán Sánchez-Valiente, al que se acusó de huir a Londres con documentos sobre el intento de golpe, mientras Tejero aún permanecía en el Congreso. Martín-Villa indica que, aunque en los primeros momentos se temió la posible relación de los asaltantes con el 23-F , «finalmente se vio, tal y como se acreditó en el juicio, que era un tema de delincuencia común y corriente». La tanqueta de la Guardia Civil ante el Central JOSÉ GARCÍA La versión de José Juan, que ahora está en el País Vasco, ha ido cambiando. En el 81, el también apodado como El Rubio, explicó que el golpe era un encargo de la extrema derecha. El resto de asaltantes –once en total, casi todos ellos con atracos a sus espaladas–, señalaron que su objetivo era el botín : llevarse el dinero del Central. Su plan de huida falló porque se encontraron con un bloque de piedra y no con una pared de hormigón. La taladradora que portaron no fue suficiente para cavar el túnel que habían ideado. Y así lo explica uno de los atracadores, Mariano Bolívar , en el libro de Padilla: «Íbamos a escaparnos tranquilamente por las cloacas, el problema fue que fuimos idiotas. Decían que íbamos a poner explosivos, pero lo que hacíamos era intentar agujerear la pared. Picando. El sábado al mediodía ya sabíamos que estábamos atrapados, y entonces el Rubio empezó a negociar y a camelar». El mismo integrante de la banda del Central tira por tierra la conspiración a la que apunta 'El Número Uno': «Es un fantástico. Le gusta demasiado la prensa. Viviría del asalto si pudiera, pero la historia política es un cuento. Lo que queríamos era llevarnos el dinero. Vamos, robar», sentencia, cuatro décadas después, desde Tarrasa (Barcelona). «Creo que estamos ante un tipo muy inteligente, que en cada momento ve la fórmula para sacarle más partido al tema», comenta Peiro, que aún recuerda la imagen de algunos rehenes apostados a las ventanas del banco , colocados allí por orden de los secuestradores, «gritando y pidiendo auxilio, con unas caras que no te puedes ni imaginar». Pasaron 37 horas hasta que su liberación llegó con el asalto de los GEO . Primero se descartó, como narró entonces el cronista de ABC, «por temor a una masacre» –aquella sigue siendo, que se recuerde, la mayor toma de rehenes en España–. Los asaltantes estaban pertrechados con una metralleta Stein, dos pistolas Llama, cinco Astra, una Star, una S-S y tres revólveres. Pese al intercambio de tiros, solo se registró una baja: la de uno de los asaltantes. «Desde el punto de vista operativo se resolvió muy rápido y muy bien», recuerda Martín-Villa, que fue quién creó la unidad de la élite de la Policía Nacional en 1978. Las llamadas Lo que pudo acabar en tragedia contó con varios episodios cómicos. Así lo documenta Padilla quien, tras una investigación de tres años, consiguió hacerse con el registro de llamadas que se hicieron en el banco . Entre otras, una en la que sus asaltantes pidieron no emitir uno de sus comunicados a la hora que 'Supergarcía' hacía su 'Carrusel Deportivo', por temor a que el genio de las ondas les eclipsase. También otra en la que un tal Jaume le pregunta a un rehén si tiene listo el presupuesto de unas obras, que es urgente. «Cómo quieres que me encargue, si estoy aquí», le contestó. Incluso llegó a hablar con 'El Número Uno' la mujer de Tejero , que les preguntó si estaban todos bien. A pesar de que los GEO sugirieron limitar las comunicaciones a una sola línea, finalmente no se hizo. También desaconsejaron una intervención que hoy sería impensable, la entrada en el Central del delegado del Gobierno y de uno de los mandos policiales, desarmados. Portada de Abc de la época ARCHIVO DE ABC Afortunadamente, no les pasó nada, al igual que al resto de retenidos. El asalto para liberarlos lo precipita el encuentro entre un secuestrador y uno de los rehenes en la azotea del edificio. Con la tensión acumulada –ninguno de los dos sabe aún si van a salir de allí con vida–comienzan a hablar de sus familias. Comentan que tienen un hijo de la misma edad e intercambian anécdotas. Es entonces cuando aparecen varios agentes, y el asaltante toma como escudo humano al hombre. Luego comenzó el tiroteo . «Fue muy de película, pero con disparos reales, y tú lo vivías en estado de 'shock'», recuerda Peiro. Pasadas las diez de la noche, se acabó la pesadilla. Los asaltantes intentaron mezclarse entre los liberados, pero no lo consiguieron. «Coño, José Juan, ¿qué haces aquí? La que has liado», espetó un policía al reconocer al cabecilla de la banda de quinquis. El libro de Mar Padilla , además de abordar los misterios de aquel suceso, es también un homenaje al «viejo periodismo, al que se hizo durante la Transición y por el que algunos se jugaron la vida».

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