sábado, 8 de octubre de 2022

Militao en las dos áreas

PESTAÑA j8-getafe-realmadrid-liga22/23 Crónica 4 Sin Benzema y sin Courtois, el Madrid perdía sus columnas de Hércules en las áreas. El problema lo resolvió Militao , que marcó en la ajena y brilló en la suya, dominador. COMPONENTE Ficha Crónica 3013966 Remató con éxito un córner en el minuto 3 . Fue llamativa la soltura con la que se adelantó a todo el Getafe y la ligereza baloncestística con la que cabeceó, como James Worthy haciendo una bandeja. Esto provocó unos minutos de fútbol excelente del Madrid, continuación de la primera parte contra el Shakhtar; Rodrygo combinativo en el 'nueve', como si no bajara mucho la media del CI sin Benzema , y un juego colectivo dinámico, festivo, en cada pase un 'y tú más' de movilidad. Vinicius mostró nuevas 'suertes' nuevas: dos pases en carrera con el exterior de la derecha, de trivela, una 'vinicinha' que no se terminó de enroscar del todo, de trazar el arco perfecto de la banana, aunque por muy poco. Esta forma de pasar aumentará su peligro por la banda porque reduce el tiempo de su mecánica de pase. La pregunta es: ¿cuántas habilidades domina? ¿de cuántas maneras puede irse del rival o pasar al compañero? Aunque vuelva a sonar a herejía, en esa riqueza de recursos quiere recordar (aspirar) a Ronaldinho, que los tenía todos. Incluso su cuerpo cambia, se hace más gravitatorio, más troncal; y su juego menos rectilíneo, más dimensional, más en 360º. El juego del Madrid, pese a Vinicius, fue perdiendo alegría sin llegar a perder dominio. Hubo una ocasión local, un tiro de Angileri (siempre por la banda de Carvajal), que tuvo origen en una pérdida tonta en el mediocampo. El juego se hizo espeso en general, aunque de alguna forma los dos equipos hacían lo correcto. El Madrid ponía la defensa en el mediocampo, bien colocado y muy lejos de todo peligro, recordando la costumbre y el reto de dejar la puerta a cero; el Getafe, mientras, no sufría los lacerantes contragolpes. Era un partido sin ellos. Con los minutos, antes del descanso, el Madrid aumentó la velocidad de circulación en un par de jugadas colectivas fulgurantes, de pases muy rápidos en espacios muy pequeños, como si la pelota cogiera una velocidad de pinball al llegar al área rival. Esa velocidad de pelota en lo candente es nueva. El juego general era bueno, pero el partido, en su conjunto, adquiría esa cualidad de mazacote, de gran ladrillo bicolor del que solo destacaba un hombre: Vinicius. Iba, venía, lanzaba un caño, un requiebro, una finta, como si su forma de ser no admitiera el descanso. Hubo un lance curioso. Se adentraba en el área y Damián, el lateral derecho de la noche, le dio un manotazo, le tocó la carita sin balón. No era grave, pero Vinicius se quejó, lo que provocó una necesidad de reconvenirle. Los rivales reclamaron amarilla y Mateu Lahoz , con su pedagogía de profesor de educación física, le soltó no sabemos qué. La pregunta, sin embargo, quedaba en el aire como una nubecita hecha con el humo de un puro juguetón: ¿debe quejarse Vinicius si le tocan la carita? ¿Se debe acostumbrar? Poco después, en el único atisbo de contragolpe, se metió en el área y rompió a dos defensas, con penalti del último. La pelota había salido y la pena se anuló, pero ahí estaba su jugada, que se repitió nada más empezar la segunda parte con entrada cortante de extremo, quiebro seco a Djené y pase a Rodrygo, que falló. Vinicius era la estrella de un partido aun vivo. El Getafe sintió que tenía alguna posibilidad e intentó tiros lejanos. Más no podía con la presión del Madrid y con la capacidad de Militao para repeler . El Madrid dibuja una línea defensiva alta, recta, correcta y Militao le añade una condición elástica, fantástica, de adaptación ondulante. Militao manda, Tchouaméni ya se siente como una institución, y el problema es Camavinga. ¿De qué juega o va a jugar? Cuando el partido está desordenado su entrada mejora; en el engranaje normal debe decidir dónde juega y cómo. Esa búsqueda problemática se percibe en su ánimo actual. El 0-1 se fue enconando pero el Madrid minimizó la inevitable emoción postrera y consiguió por fin dejar su puerta a cero (y con Lunin). Había sido un partido sin tarjetas, sin dramatismo real.

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