jueves, 20 de octubre de 2022

Madrid se queda sin tertulias... Y ya tiene sus alternativas

La tertulia como tal, en Madrid, ha desaparecido prácticamente. O mejor dicho, ha evolucionado hacia nuevas expresiones en las que la esencia de la tertulia, tan madrileña, no se nos hay ido en sentido estricto. Sino que se renueva. Pepe Esteban , una de las almas del Café Gijón y muñidor junto a Juancho Armas Marcelo de la última tertulia clásica viva, la de Sánchez Dragó , la «más suramericana», la de la sobremesa con lentejas, habla con nostalgia de este género literario escrito en el aire. Pepe Esteban pena de que el 'tertulianismo', si lo podemos llamar así, haya desaparecido al calor «de la vida moderna», y eso que «el madrileño es el ser que más habla del mundo». Y es que aunque está forma de conversación, al menos en su forma canónica se vaya disolviendo, lo cierto es que en su momento fue una mezcla «de tranquilidad, de reposo», porque el tertuliano debía tener dos virtudes: acaso «saber hablar y también escuchar». Aunque, todo sea dicho, la de Pepe Esteban está institucionalizada y resiste como la aldea de Astérix en las sobremesas largamente conversadas del Café Gijón . Entre cristales y retratos de glorias de la prosa y el verso. Noticia Relacionada estandar No María Elena Morán, premio de Novela Café Gijón 2022 por 'Volver a cuándo' ABC El jurado ha querido destacar del libro de la escritora venezolana «el excelente dominio de tiempos, acción y estructura del relato por medio de las diversas voces narrativas« No obstante, la tertulia era una forma barata en aquel Madrid de acercarse a la cultura. De que un joven creador pudiera codearse con vacas sagradas con un café que alargaba y a veces ni pagaba el aspirante a vate. Y de eso sabe bien Pepe Esteban y su tocayo Pepe Bárcena , «camarero con mandil» según confesión propia. Del Café al bar Del Gijón a Malasaña, al Aleatorio, templo de la nueva poesía y de las formas más atrevidas del verso (el 'poetry slam', la 'jam session') y así, hay un largo paseo, que el paseo, en verano, era una continuación de eso que hablamos en este reportaje: la tertulia. En el Aleatorio (calle Ruiz, 7) nos recibe Marcos Almendros, editor, escritor y gestor cultural. Suya fue la idea de en un garito, Los Diablos Azules, de mezclar a un «poeta consolidado junto a otro que empieza»; ambos unidos por «similares perspectivas creativas». Marcos Almendros publica, escribe, pero la creación y la edición no le impiden asesorar diversas actividades, cultura viva en un local con público variopinto, la quintaesencia de la tertulia. Y en la confección de su reportaje perdió a su amigo, el editor Rodrigo Córdoba. Almendros lo tiene claro: «La tertulia como tal tiende a desaparecer por una razón evidente, ahora se valora más la comprensión de la obra artística que el mero debate». Sí, existe, en cambio, lo que define como «la conversación poética». Añade en todo esto que es incomprensible que Aleatorio, y en esencia la iniciativa privada, sea la que tenga la responsabilidad de darle vida a la cultura. Pone un ejemplo; mientras Aleatorio programa 450 actos al año, la biblioteca más cercana al bar apenas diez. Y con eso, «se desprofesionaliza al autor», abandonado por los organismos públicos. Y su argumento es meridiano, Umbral y Cela eran estrellas con solo hablar en una mesa, su voz era autorizada. Ahora el autor debe velar por aspectos que van mucho más allá del trato con las musas. «La tertulia tiende a desaparecer porque ahora se valora más la obra artística que el mero debate» Marcos Almendros No obstante, Malasaña bulle de eso que llama las «conversaciones literarias». Muy cerca, Marcos conduce al reportero a 'La imprenta', librería artesana, espacio para el intercambio de las artes y donde dan un vino recio de Palencia que es cortesía de la casa. La Imprenta, regida con primor por Miguel Ángel, cuenta con un espacio que quiere simular, en un un local mínimo, un teatro. Es lo suyo. Y pone el acento en «el elemento presencial para ser una guarida de artistas que promueva y haga fluir la creatividad», algo similar a lo que el actor gallego Mateo Franco ha organizado en el Café Pandora, en el Viaducto. Mientras dure la botella Allí, entre libros, mesas unidas y un mínimo escenario a diez centímetros del suelo, de lo que se trata es de conversar con alguien influyente «mientras dure la botella». Y no, «no es una entrevista», sino que Mateo quiere recuperar el alma de «aquello debates que veían nuestros padres» en la televisión. Y es indispensable acordarse de Fernando Arrabal. Lo de la botella no es casual, «que somos un país de vino y la conversación durará» lo que dure la botella en esa «tertulia con escenario», con pianista, y amorosamente apoyada por Eva Contreras, que recoge el espíritu que imprimió al local el llorado poeta Luis Miguel Madrid. No todo acaba en una mesa. O sí. En la Cantina del Ateneo, y bajo la figura ateneísta de «agrupación», Samuel Martínez, en su Café Universal, trata todos los temas posibles. A pesar de la juventud de sus miembros, insiste en llamar tertulia a lo que es una tertulia; el concepto de «bidireccionalidad», la tertulia desnuda, que fue una forma de socializarse en la capital. Martínez pone el acento en el carácter «abierto» de sus encuentros que son principalmente los jueves, y también en buscar «perfiles más científicos». Añádase que Martínez tiene, como Pepe Esteban, muy claro el canon de la tertulia clásica madrileña. La tertulia Café Universal en La Cantina del Ateneo DE SAN BERNARDO Santiago Linari y Chiara Mesa, por su parte, fundaron Sinestesia, una productora de eventos literarios, y tienen éxito. La idea, como todo, surgió del «micrófono abierto» que es una modalidad que en Madrid ha venido para quedarse. Y de ahí, andando el tiempo, se fueron diversificando en proyectos «para compartir» el arte con el público. Patio Literario, Golda Literario, Cemento Literario y Vino Tinta son sus principales creaciones que andan en vídeos en el Instagram. Y está, cómo no, el elemento principal que ya se ha citado. El de la conversación en torno a la creación, posterior a una lectura, o a un recital o a cualquier otra manifestación de arte, que se sabe que es una potencia del alma. El lado más canalla Más allá, Mayling Peña Mejías, de Collage Burlesque, en Manuel Silvela 6, nos habla de «un nuevo espacio pluricultural», con «actividades de martes a sábado» del microteatro a la danza, de ahí a a la poesía, y lo que viene después, que puede acercarse conceptualmente a la tertulia más improvisada. Por último, en esta ruta por el Madrid que se conversa a sí mismo con excusas varias, están los debates de los jueves a las 19.00 en el Frankfurt (Benito Gutiérrez, 5). La idea, cuenta su dueño, el 'colono' Jaume Vives, es la de que se hable de lo humano, lo divino y lo que pasa en el mundo «con una buena jarra de cerveza». La tertulia o el debate, que muestran, por qué no, su lado más canalla. Son, en gran mayor parte los jóvenes, los que vuelven a exigir la conversación que antes, en otro Madrid, poblaron los cafés. Y a pesar de Unamuno , que pontificó que los cafés madrileños eran la perdición de España.

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