lunes, 24 de octubre de 2022

La castañera y demás

Madrid ya ha puesto sus guirnaldas navideñas, modernas, poco comprensibles, cubistas, aún sin encender. No hay nieve en los altos 'por llegando' Todos Los Santos , y, sin embargo, en la vaguadas del norte de la región ya la plantas amanecen con una pátina de escarcha. Blancas a la orilla de los ríos que por el norte van limpios. Parecía que esto del otoño nunca iba a llegar, y llegó. Llegó con sus primeros heraldos de frío, de esos que hacen temblar el vaho y el cuerpo agradece ya algo de lana. Luego, volverá el dulce tiempo en este 'veroño' que no se va a ir tan rápido, pero, mientras, ha venido un primer timbrazo de helor a la ciudad, que va reponiéndose de los seis meses de infierno que nos ha achicharrado la glándula pineal. A todos, sin excepción. Al caminante anónimo que va a Santiago y duerme en la calle, del que ya dijimos que quería ir a ver al Santo, y aún no ha abandonado Madrid, Esteban, de oficio enterrador, ya le ha regalado un saco de dormir. Acaso porque en calle Princesa viene lo que siempre se ha conocido como «el chorro de la Sierra», que es un soplo helado que dicen que baja a las horas más oscuras de la madrugada. Sin tráfico, cuando los semáforos funcionan como por acto reflejo. Noticia Relacionada lapisabien opinion Si Prosas del Viaducto Jesús Nieto Jurado Diego miraba a las estrellas en el Viaducto, pero con la redundancia del experto También la castañera, no la de Ruano ni la del Retiro , ya empieza con su bombona, y las universitarias y los universitarios prueban un sabor desconocido: el de las castañas que es un sabor como tontorrón, pero también proustiano. Bufandas ligeras, sí, pero bufandas en estos días en que los niños llevan ya su calabaza, y en muchos hogares se preparan para ir a honrar a sus deudos fallecidos que siguen en la foto del aparador. Uno siente una cierta añoranza del verano, porque no ha viajado y la capital, de repente, nos recuerda que hemos cumplido un año más. Que se han ido un verano y unos días irrepetibles. Ya a Madrid se le ha puesto cara de lunes, y un nublado nos saca esa lágrima que no se sabe por qué se nos pone en la cara. Es el otoño, que se conllevará. Como todo.

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