lunes, 31 de octubre de 2022

¡Qué bien hueles!

No se preocupen, éste no es otro artículo condenando Halloween y añorando las visitas a los cementerios y los buñuelos. Si las calabazas fueran el problema, bastaría con esperar al día dos que es el de todos, el de los Difuntos. Soñar con la eternidad, que es lo mismo que no morirse, es algo intrínseco al ser humano. Hasta ahí podríamos estar todos de acuerdo. Las alarmas saltan cuando lo que pretendemos es dejar de ser mamíferos bípedos sin plumas ni cola para convertirnos en una imagen incuestionable para «compartir» en Instagram. No sé si se han fijado pero ya nadie se preocupa de la higiene ni de que huelas como un cochino, eso no se nota en los vídeos. Ahora pretenden limitar el Photoshop en las redes, no importa lo retocado que estés en la vida real. Lo que importa es parecer rico aunque no lo seas, tener un título aunque no sea por méritos propios o, incluso, obligar al mundo a que te llame buena persona aunque seas la encarnación de Mengele. No importa lo que seas, lo que importa es que una ley o un pervertido acuerdo social obligue al mundo a decirte que eres lo mejor de lo mejor. No importa que seas gordo o flaco, lo importante es «normalizarte». No importa que seas rico o pobre, listo o tonto, lo que importa es que nadie pueda decir lo que eres y que un partido esté dispuesto a poner en su programa electoral que va a acabar con todos tus 'enemigos' sin importar que seas bueno o malo. Castilla y León tramita estos días su Presupuesto Autonómico y ni Gobierno ni oposición han reparado en que somos lo que somos, que llegamos hasta donde llegamos. Me encanta el espíritu de superación pero, por mucho que insistan, nuestros Presupuestos, nuestras infraestructuras o nuestros sueldos, por ahora y si nadie hace por remediarlo, no pueden ser iguales a los de esos europeos que se nos vienen a la cabeza cuando hablamos de estas cosas. Resulta hasta cómico pero, por mucho que legislen, yo nunca seré tan listo como mi vecino, ni tan rico como usted. Tampoco seré tan guapo, ni tan feliz sexualmente, ni tan empoderado, ni tan libre como los que han conseguido que su avatar se haya convertido en intocable en los pasquines de un mundo que tiene que ser, por obligación, virtualmente perfecto aunque huelas a choto.

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