El animal más bello del mundo . Un maletín de regalo a un amigo y confidente. Un Hollywood que ya la atosigaba y un país en desarrollo que tenía su 'crema de la intelectualidad', sus ídolos de alamares y, por mera cuestión poblacional, no era tan cotilla como aquella América que era Sodoma y Gomorra. Aunque España lo fuera -cotilla- en esencia, en potencia y en futuro. Ahora lo sabemos. Ava Gardner , bella como ella sola, entró en España por Cataluña en el rodaje de 'Pandora y el holandés errante', y sin embargo la piel de toro ya se le metió como por ósmosis en esos ojos que eran astrológicos, que desataban la locura de Luis Miguel Dominguín, de Mario Cabré, y hasta del taxista más reprimido que luego fue contando, falsa y presuntamente, un jaleíllo de faldas. Es ésta la intrahistoria de una maleta; la de Luis Aznar, la intrahistoria de las noches de Chicote y de un Madrid donde en las afueras de la capital se vivía el flamenco. Estaba lo de «Manolo Manzanilla, Los Mimbrales» y en ese plan. Ava Gardner llegó, vio y venció en Madrid. Y volvemos al maletín, un maletín de licores que la actriz le regaló a Luis Aznar, una de las almas del Corral de la Morería, que es casi el epicentro de este relato que es un viaje. Un maletín que no era el baúl de la Piquer, pero casi. Un maletín que Luis donó temporalmente a las Instituciones para una exposición y aún espera su retorno con una fotografía en papel del susodicho maletín. Con el cual posa. Chicote y el Corral Hablar del Madrid de Ava Gardner en el centenario de su nacimiento pudiera ser un lugar común. O no. O no si se tiene en cuenta que la ciudad y el mito, el mito y la ciudad, hicieron una coyunda que queda para los anales. Ava Gardner fue la última romántica, la última que, como Rilke, llegó a encontrarse a sí misma en España. Y no, no nos olvidamos de la maleta que le regaló la actriz a Luis Aznar, con el que quitamos la pátina del Madrid de las luces de hoy y recorremos otro Madrid superpuesto. Aquel Madrid. El Madrid de Perico Chicote, «una excelente persona» que fue lo que fue: un innovador que de la penicilina a la leche de pantera le metió a Madrid un algo neoyorquino, elegante y frívolo. Noticia Relacionada estandar Si Cuando Ava Gardner hacía temblar las paredes de El Viso M. R. Domingo Un ciclo de cine y conferencias rememoran a la actriz afincada en Madrid en el año de su centenario Hablamos de aquel Madrid, de un secarral medio derruido por la Guerra Civil que se iba rehaciendo con las tertulias toleradas del Café Gijón por donde también se dejó caer Ava, y hablamos de lo mundano de la noche capitalina. En uno de esos sitios, en «lo de Perico Chicote, donde el bueno de Paco tenía un sitio fijo al final de la barra», Ava era más Ava, porque las luces y el personal no pedían en ese momento que a la Gardner le saliera el duende. Brujuleaban «los cesáreos». El duende lorquiano a Ava le salía, obvio. Código Desktop Imagen para móvil, amp y app Código móvil Código AMP 1200 Código APP Lo dice Luis Aznar, su «último amigo vivo en España», que comprendió desde muy pronto que Ava, aunque pajareara con las folclóricas en Villa Rosa, en el Corral de la Morería , en bautizos gitanos varios, vino a Madrid a otra cosa: a vivir. Chistes y lágrimas La 'proustiana' maleta de Luis Aznar nos lleva también a una anécdota que hay que elevar a categoría. Sinatra, ella, una discusión de los dos en el Corral de la Morería, y Aznar que le dice a la diva con amistad castiza aquello de «pareces la Macarena de Sevilla» por el rímel corrido de lágrimas. Desde entonces, entre ambos, todo fue un código en el momento, minutos después, en que nuestra protagonista se juntó con el Beni de Cádiz, con el propio Luis y con Manuel del Rey «a contar chistes». Chistes que, sabiendo como era el Beni, hubieron de tener mucho de ventolera gaditana. Y de guasa. Ava soltaba tacos que todos le reían, y cuando comprendió su significado los siguió diciendo con espíritu de querubín, sin ánimo de ofensa. Todo fue en el Corral de la Morería, sí, que sigue tal y como está, donde pasaban lo mismo el Sha de Persia, Fosforito, Paco de Lucía, Camarón de la Isla y hasta un ministro duro y aflamencado por 'lo bajini'. Luis rememora la escena, en el Corral de la Morería, en la barra. Parece que lo está viendo, y es verdad. Tan verdad como que algún día Ava Gardner subió al tablao para acercarse a ese duende lorquiano que venimos diciendo. Justo al lado del tablao hay un cuadro como de Romero de Torres (anómimo) que mira, y eso sí que nos interesa, a otro lienzo en el que se adivinan a Perico Chicote y a Ava, elegantes, en una noche cualquiera. El Madrid de Ava Gardner pasa también por La Moraleja, por su célebre polémica de patio con el General Perón en Doctor Arce, 11, y por Villa Rosa, en la plaza de Santa Ana, donde Madrid, en cerámicas de Talavera, se vuelve andaluza. Tanto, que es donde Juncal se encuentra con Búfalo y rememoran una corrida como si fuera la mismísima calle Betis de Triana. El Madrid de la Gardner es además su suite del Hilton y los ventorrillos de la carretera de Barcelona donde los flamencos amanecían entre pucheros y café de recuelo. Decía D'Ors que había que elevar la anécdota a categoría, y en Ava era todo anécdota y categoría (sic). Las llamadas intespestivas y amables al personal del Hilton, donde su suite. O cuando, según cuenta El Jeringas, castizo, guapo y barítono, Ava «se subía descalza a bailar en una mesa de Casa Botín cuando andaba rodando 'La Condesa Descalza'. Lo que es meterse, literalmente, en el personaje. Luego, claro, la chocolatería de San Ginés donde ese animal más bello del mundo se reponía en hidratos y manteniendo el tipo y sabiendo lo que era la noche 'madriles'. Manolo Vicent, en 'Ava en la noche', rememora todo ese momento, con hálito poético. Y es que la Gardner años después, como antes Ernest Hemingway o Errol Flynn como corresponsales en el Hotel Florida, como tantos que venían buscando la épica patria, pintaron una España que no estaba tan distinta de la realidad. Ese Madrid de Ava Gardner ya no existe. O no existe como tal. Chicote, innovando en el 'bebercio', abre en la Gran Vía a las siete. En Villa Rosa pasan 'guiris' que creen que Madrid es la novena capital de Andalucía. Y, quizá, tengan razón. Ava Gardner tenía «prisa por vivir», según Aznar. Por eso en Madrid encontró su paisaje y su paisanaje. Ahí queda el maletín que le regaló a Luis con tres botellas de contenido espirituoso que aún no han sido abiertas. El alma embotellado de Ava a la que en sus últimos días de vida en Londres cuidó Frank Sinatra. Y es que así es la Historia y así hay que contarla. Los doce años de Ava Gardner en Madrid, acaso los mejores de su vida.
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sábado, 8 de octubre de 2022
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