martes, 18 de enero de 2022

Gento, el emblema de la Copa de Europa

Ha fallecido con su camiseta del Real Madrid puesta. «Siempre dormía con ella», dicen los familiares de Paco Gento. «Se levantó a las nueve, se sintió mal y murió al instante, no ha sufrido». Veloz, imparable, al mejor extremo izquierda del mundo, catalogado así incluso desde Inglaterra, solo le ha parado la muerte. El fútbol europeo le recuerda porque fue en la Copa de Europa, especialmente, donde demostró al mundo su velocidad, su regate y su capacidad goleadora. Gento es un mito y nunca ejerció de ello, porque era sencillo, cercano. Finalizaba un partido y caminaba por Concha Espina, donde podías abordarle al lado de Miguel Muñoz y charlar con él. Fue Di Stéfano el que tuvo mucha culpa de su triunfo como futbolista a escala mundial. Los dos llegaron al Real Madrid en 1953, uno consagrado desde el Millonarios de Bogotá y el joven Gento como un talento en ciernes. Corría a una velocidad de vértigo, supersónico y Di Stéfano no tenía tiempo de llegar al remate de sus centros. Él y Rial fueron quienes hicieron jugar a Gento a un ritmo que el equipo pudiera aprovechar. Se convirtió en el mejor extremo izquierda del mundo, elevado a los altares por sus rivales del Manchester United: «La clave no es lo que corre, sino cómo se frena». Los defensas se salían del campo mientras ‘La Galerna’ paraba en seco con el balón controlado. Hijo de un chófer de camión, era tan modesto que, siendo una estrella mundial, cuando viajaba en nombre del club, porque Di Stéfano no podía, decía que era «el sobrero de Alfredo Di Stéfano» Vertical, fue un baluarte del Real Madrid que ganó las cinco primeras Copas de Europa, las que originaron la leyenda. En 1966 conquistó la sexta de su palmarés, una cifra que nadie ha logrado igualar. Fue decisivo en todas, pero especialmente en los triunfos de 1957, 1958 y 1960. En la segunda anotó el 2-0 en la final ante la Fiorentina. En la tercera firmó el 3-2 en la prórroga ante el Milán, una final que estaba perdida en el minuto 71. Para la historia queda la frase que Di Stéfano les dijo a sus compañeros cuando los milanistas les superaban: «Darle balones a Paco, que es el único que corre». Así fue, corrió a marcar el tercer tanto. Y en la quinta final consecutiva, el 7-3 al Eintracht, destrozó a los alemanes con veinte incursiones que son lecciones de fútbol de un extremo para la historia. Ochenta y ocho encuentros y 31 goles rubricó en la Copa de Europa cuando se disputaban la mitad de partidos que hoy, a eliminación pura ¿Cuántos habría marcado hoy? comentaban sus paisanos Marquitos y Pachín hace años. Hoy lo dice otro cántabro, Miera. Hijo de un chófer de camión, dejó los estudios a los 14 años para ayudar a su padre y cuidar de las vacas que tenían en una pequeña finca; su velocidad, genética materna, le llevó a jugar y a destacar muy pronto. A los veinte años era titular del Real Madrid y, apoyado por Di Stéfano, que impidió su cesión en largas charlas con Bernabéu, se transformó en un icono del Real Madrid. Su modestia y la brillantez de Di Stéfano y Puskas fueron un cóctel que le dejó demasiadas veces en un segundo plano mediático. Se le consideró el mejor extremo izquierda del mundo entre 1958 y 1962, reconocido por la prensa británica, y nunca fue elegido entre los tres candidatos finales al Balón de Oro. Fue el capitán tras el adiós de Di Stéfano en 1964. Amancio, Pirri, Zoco, Velázquez, Serena, Grosso, la nueva guardia, le consideró un líder que mantuvo su nivel para ganar la sexta Copa de Europa. Hay que valer mucho para ser durante dos décadas un extremo del Real Madrid. Era tan modesto que, siendo una estrella mundial, cuando viajaba en nombre del club porque Di Stéfano no podía, decía que era «el sobrero de Alfredo Di Stéfano». Esa humildad no nos engaña. Ha sido el extrermo izquierda más grande de la historia, aunque él no se hiciera eco de ello. Di Stéfano, Santamaría, Miera, Marquitos, Pachín, Puskas, Santisteban, todos le consideran un mito del madridismo.

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