jueves, 27 de enero de 2022

Laporta-Florentino, un idilio en el paradigma de la enemistad

Florentino Pérez llegó a la presidencia del Real Madrid con el comienzo del siglo. Joan Laporta aterrizó en la dirección del Barcelona en 2003 al ganar las elecciones provocadas por la dimisión de Gaspart, destrozado desde tres años antes cuando Luis Figo fue fichado por el dirigente madridista como principal baza electoral de su entrada en la casa blanca. La relación entre Florentino Pérez y Joan Laporta fue cordial desde muy pronto. El dirigente catalán dio por fichado a Beckham como reclamo electoral y le funcionó. Ganó los comicios. Pero el futbolista inglés no recaló en el Barcelona, sino en el Real Madrid. Luego culpó al Manchester y a Ferguson: «nos utilizaron». La realidad es que le pidió a Florentino Pérez que no desvelara que lo tenía ya fichado hasta que se resolviesen las presidenciales azulgranas. Y efectivamente Florentino guardó silencio con su célebre «never, never, never» hasta el anuncio oficial. Luego Laporta al que fichó fue a Ronaldinho. Ni tan mal. El dirigente azulgrana le ha pedido al blanco que no 'toque' a sus jugadores pendientes de renovar; Florentino Pérez le ha dado su palabra Fue el comienzo de una buena amistad, que tuvo como capítulo principal la lucha conjunta contra los Boixos Nois y los Ultras Sur. Los dos grandes clubes españoles quisieron dar ejemplo ante el fútbol nacional de una política de actuación paralela para acabar con la violencia de los radicales. Ambos presidentes lo consiguieron, aunque pagaron un alto precio personal. Florentino Pérez ha soportado constantes amenazas desde entonces y la tumba de su esposa, Pitina, ha sido destrozada habitualmente por estos grupúsculos. Joan Laporta vio cómo ponían dianas en su casa y, aunque se cambiara de domicilio, volvían a colocarse en su nueva residencia. Nunca cedieron. Su firme posición supuso que los partidos políticos exigieran a otros equipos una actuación similar. El Atlético fue el siguiente. Esa unión entre Florentino Pérez y Joan Laporta se ha vuelto a producir con el regreso del directivo barcelonés a la presidencia azulgrana. Han ido de la mano en la consecución de una Superliga europea, una confluencia de intereses de dos grandes que miran en una mayor expansión europea y mundial de sus marcas. Una unidad que ha supuesto que ninguno se pise la manguera. El penúltimo dato de esta comunidad de objetivos es que Laporta, al mando de una entidad que sufre una importante crisis económica, rechazó, después de dar el sí según Tebas, el dinero de la Liga en su acuerdo con el fondo de inversión CVC. Y todo ese cambio de posición, por influencia de Florentino, también según el presidente de Laliga. El mercado de fichajes nuevamente alía a los dos dirigentes en una armónica política de no agresión. Laporta le ha pedido a Florentino Pérez que no toque a sus jugadores. Araujo y Gavi, que no han renovado, son los primeros ejemplos de esa solicitud, pero la entente es general. El responsable del Real Madrid le ha dado su palabra de no intervenir ni en esas situaciones ni en otras futuras. Son los representantes de los futbolistas los que utilizan la hipotética intromisión del Real Madrid para encarecer sus contratos. La reciente visita de Laporta al Bernabéu con motivo del fallecimiento de Gento escenificó una amistad y cercanía que perdura desde hace veinte años y que deja en segundo plano la eterna rivalidad entre ambos mastodontes. En el césped, enemigos. En los despachos, en las metas de futuro a escala internacional, en la pelea frente a la UEFA y frente a la Liga, van juntos.

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