viernes, 28 de enero de 2022

Viaje al corazón más gamberro de la noche madrileña

En los locos años veinte de la Europa de entreguerras surgió un sinfín de clubes nocturnos en los que mandaba lo iconoclasta, lo irreverente, casi casi lo prohibido. Los nuevos años veinte no han empezado muy bien que digamos, pero no olvidemos que los del siglo pasado también arrancaron nada más terminar una pandemia mundial, la de la mal llamada gripe española, así que no hay que descartar que el despiporre vuelva en esta década después de dos años sin poder hacer prácticamente nada que tuviera que ver con la fiesta y el desmelene. En Madrid hay ya varios locales que si bien no aluden directamente a aquella época, si reivindican su espíritu de locura y desenfreno. Uno de ellos es Medias Puri (Plaza de Tirso de Molina 1, viernes y sábados de 22h a 06h), un «Clandestine Show Club escondido en una trastienda donde se esconde un gran secreto», dicen sus responsables, que no obstante aceptan la definición que su público quiera darle. «Hay quien dice que Medias Puri es la discoteca de moda, un discopub en el centro de Madrid, o un bar de copas para salir de fiesta», confiesan. Se trata de un local con capacidad para mil personas y tres pistas de baile: la Sala Central con espectáculos en vivo y djs residentes; la Sala Negra con música disco de los años ochenta; y el Apotheke, una sala «con muchas sorpresas». Además, para los más VIP hay un reservado especial para cuatro personas a los que se les ofrece la experiencia erótico-festiva '50 sombras de Puri'. «Nosotros nos dedicamos a los espectáculos y a las experiencias, y al estudiar ese tipo de oferta en el horario nocturno, nos dimos cuenta de que en Madrid faltaban propuestas de este tipo, con un punto teatral», explica Iñaki Fernández, CEO de Let's Go, la empresa detrás de Medias Puri. «La idiosincrasia del club se basa una mezcla de inspiraciones que beben de culturas de todo el mundo, y que hace alusiones literarias. Se entra por una mercería, y en la trastienda se inicia un recorrido por la historia de los siete pecados capitales y los relatos de Dante. Con ese punto de partida estético, lo que hacemos es crear micro-performances que son toda una experiencia. Vas a los baños y pasa una cosa, vas a la barra y pasa otra, de pronto puedes estar con tus amigos y que te 'secuestren' los artistas para hacerte una performance privada en un cuarto… Suceden un montón de cosas todo el rato, siempre con una gran potencia visual con su punto de transgresión». Iñaki Fernández también es responsable de otro club gamberro que está muy de moda, y que está ubicado detrás de un salón chino de manicura y masajes de pies. Se trata de Uñas Chung Lee (Hilarión Eslava 38, viernes y sábado de 23.30h a 5.30h), un club de dos plantas con capacidad para 900 personas que propone una juerga con lujo asiático. «En este caso se entra a una tienda de pintura de uñas donde te pueden hacer la manicura de verdad, para después transportarte a una Asia futurista, cibernética y fluorescente», describe Fernández. «Hay una piscina flotante, un dragón que da vueltas, marionetas chinas, farolillos japoneses y muy buena música. En Uñas Chung Lee se fomentan menos los reservados, y se propone una experiencia colectiva en la que todos participan por igual». Los dieciocho meses de cierre forzoso por la pandemia fueron un duro golpe para estos dos locales nocturnos, igual que para todos, pero cuando las restricciones se relajaron, además de adaptar sus espectáculos a la nueva normalidad con cambios muy sutiles que no afectan a su vistosidad, sus dueños tuvieron el ingenio de idear un nuevo concepto: un Cabaret de tarde con la gente sentada. «Es todo un éxito, la gente se lo pasa genial y a nosotros nos ha dado mucho 'flow'», asegura Fernández. Uñas Chung Lee - ABC En este recorrido fiestero no puede faltar una parada en el Club Malasaña, que ocupa la antigua ubicación de la sala Taboo (San Vicente Ferrer, 23). Inaugurado en 2020, es «uno de los pocos y exclusivos locales históricos de la capital, inspirado en la estética de los clubs del siglo XIX y enfocado a la comunidad de artistas madrileños», cuenta sus responsables. «Es un local destinado a los sentidos donde modernidad y pasado bailan en un escenario entre directos y sesiones de djs a lo largo de la semana». Allí es habitual cruzarse con las caras más influyentes del momento cultural (a la inauguración acudieron C. Tangana, Paco León, Palomo, Blanca Li o Brays Efe), pero lo que más seduce al visitante es la decoración, que recuerda a un antro parisino de hace cien años. Un neón rojo, cortinas de terciopelo y paredes de espejos conducen a la sala principal, donde espera la pista de baile entre palmeras doradas y murales pintados por Ignasi Monreal. Su lema es 'Make Malasaña cool again'. Otro club de la noche madrileña más molona es Cha Chá the Club (Alcalá 20, viernes de 00 a 6h), ubicado muy cerca del Congreso de los Diputados, donde antes estaba el Cine Bogart, que a su vez ocupó el espacio de un teatro de principios del siglo XX. La sala, que tiene una decoración impresionante con grandes lámparas de cristal y tapizados de terciopelo rojo, pertenece a un club privado perteneciente a la Asociación Cultural El Principito. Allí, cada viernes por la noche se reúnen celebrities de diferentes ámbitos incluyendo actores, cantantes, artistas, modelos, fotógrafos y diseñadores (Úrsula Corberó, Greta Fernández o Anna Castillo están entre sus parroquianas habituales), que bailan una desenfadada mezcla de estilos que van del techno al hip hop, pasando por el dancehall, el future house y el UK bass. Cha Cha the Club - Instagram El Panda Club (Hernani 75, viernes y sábados de 00.30 a 06h) es otro de los que aparece siempre en las recomendaciones de locales a la última. Está ubicado donde antes estuvieron otros clubes como El Tartufo o Nueva Fontana, ha sido decorado por la interiorista Ainara Arnaiz Marcos y por el artista Nicolás Villamizar, y es famoso por su mascota, que como no podía ser de otra manera es un oso panda llamado Jack que cada noche recorre todas las esquinas del local interactuando con el público. Además, tiene un restaurante en el que se puede cenar hasta las tres de la madrugada. En la primera división de garitos de fiesta en plena efervescencia también está el Costa Social Club (Joaquín Costa, 27), que una vez recibió la visita de toda una Rosalía y que surgió como un 'local hermano' del Goya Social Club, pero dirigido a un público más joven y con la mirada puesta en la moda, el arte y las nuevas tendencias. Tiene apenas 300 personas de aforo, pero una vez que se pasa allí una madrugada de fiesta se puede decir aquello de 'pequeña pero matona'.

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