viernes, 28 de enero de 2022

Jaume Campistol, el impasible árbitro español que ya irritó a Djokovic y Kyrgios

A un lado de la red, elevados en un pedestal, atentos a jugadores, pelotas, recogepelotas y aficionados, los jueces de silla tienen la mejor de las plazas en la pista. También la peor. Son la diana de las frustraciones de los tenistas. Ayer le tocó aguantar el chaparrón de ira de Daniil Medvedev a Jaume Campistol, juez de silla español, ya curtido en estas lides. Trató de calmar al ruso. Amonestó después al griego. Y continuó su trabajo. Imperturbable. Es su función, saben que estas salidas de tono forman parte del juego. Está acostumbrado Campistol, quien ha tenido sus más y sus menos con Novak Djokovic, que le afeó la sanción por pasarse del tiempo al sacar- «¡Te has hecho un nombre con esto!»-, o con Nick Kyrgios, enfadado por la misma razón: «Es como si lo hicieras para divertirte. Eres solo un extra, el tenis no eres tú». Periodista de formación y con un posgrado en Comunicación de Conflictos y Paz, lo que le da cierta autoridad para mediar en litigios con los jugadores, Campistol, de 35 años, habla inglés, francés, algo de italiano y tiene nociones de japonés. Ascendió a la categoría Oro, la máxima categoría, en 2018, lo que le ha permitido arbitrar en todos los Grand Slams, Copa Davis, Copa Billie Jean King y Juegos Olímpicos. Se subió a la silla de juez después de pasar por todos los estamentos del tenis. Fue alumno en el Real Club de Tenis Barcelona, también recogepelotas y juez de línea antes de convertirse en uno de los dos árbitros españoles actuales, con Nacho Forcadell. Siempre con la maleta hecha, pasa fuera de casa entre 25 y 30 semanas. Pero se lleva la experiencia de tratar a los mejores jugadores, en todos los rincones del planeta. Defensor del componente humano para sentenciar el bote de la pelota por encima de las revisiones tecnológicas, revisita algunos de los partidos que ha arbitrado para aprender. Tiene, además sus propios trucos de concentración, como el de fijar la mirada en un punto para no despistarse cuando la pelota no está en juego o mantener en movimiento constante los dedos de los pies. En Australia, es así, está solo contra la furia y la adrenalina de los jugadores. En la mejor silla y la peor.

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