martes, 25 de enero de 2022

Los trucos mentales del maestro Nadal

Asiste Melbourne Park a un nuevo truco del mentalista Rafael Nadal, que gana por cabeza lo que no puede ya con el cuerpo. Lo admite él después de cuatro horas y ocho minutos de paliza: «No sé cómo he remontado. Estoy destrozado», y aplaude la grada porque pocos, muy pocos, son capaces de ver al final de un túnel muy oscuro la luz necesaria que lleva a la victoria y aferrarse a ella con más fe que certezas. Pocos, muy pocos, con esa capacidad de aguantar las desavenencias del rival y hasta las traiciones de sí mismo; récord personal de dobles faltas, 11, tras un bajón físico. «Fue un golpe de calor en toda regla. Se me ha cerrado la boca del estómago, me sentía mareado y no tenía buenas sensaciones de respiración». Jugar así, una tortura, y si se añade a un Denis Shapovalov en plena ebullición -y posterior caída con igual efervescencia- la victoria cobra tintes de especial relevancia en su historial (6-3, 6-4, 4-6, 3-6 y 6-3). Juega el viernes de madrugada la semifinal del Abierto de Australia, contra Matteo Berrettini -que venció a Gael Monfils por 6-4, 6-4, 3-6, 3-6 y 6-2. Vuelve a esta ronda después de dos años apeado en cuartos por Stefanos Tsitsipas (2021) y por Dominic Thiem (2020). Vuelve, además, con ese otro ejercicio de renacimiento tras cinco meses de parón. En noviembre todavía dudaba de si volvería a jugar al tenis en el circuito profesional. Son ocho triunfos consecutivos, desde ese inicial ante Ricardas Berankis en el torneo ATP 250 de Melbourne que su cuerpo necesitaba para coger ritmo y ver si el pie aguantaba. Juega el viernes su séptima semifinal en Melbourne, y la número 36 en un Grand Slam, solo por detrás de las 42 de Novak Djokovic y las 46 de Roger Federer. «Realmente espero y creo que puedo estar preparado para semifinales», aceptaba el balear minutos después de levantar los brazos y exorcizar con sonrisa y alivio una contienda que muchos, menos él, vieron perdida. Ahí radica gran parte de sus éxitos. En la creencia de que puede. Así se multiplican las veces que sobrevive a los rivales, a sus lesiones, a todo. Maestro en el límite Hay ejemplos de esa filosofía puesta en práctica de todos los colores y en todas las superficies. Y suele haber, además, un denominador común, el rival. En 2019, con 2-5 abajo en el tercer set, Nadal resurgió en un encuentro contra Daniil Medvedev en la Copa de Maestros con todo en contra. En 2021, estuvo a dos bolas de partido de caer en octavos contra, precisamente, Shapovalov, en el Masters 1.000 de Roma; en Barcelona, mordió el duodécimo título del Conde de Godó tras levantar otra bola definitiva. «Me faltó un centímetro», expuso el griego a este periódico sobre aquel encuentro. Es, precisamente en ese centímetro, donde Nadal se mueve mejor que nadie. Donde castiga y castiga los nervios del rival, enredado Shapovalov en el segundo set en una pelea con el juez de silla por el tiempo de saque del español; la falta de concentración en los puntos finales, la inestabilidad de quien se sabe tan cerca de vencer al que ha vencido tanto que se permite celebrar antes de hora. Esa diferencia que lo cambia todo: de ser bueno a ser el mejor; de ser aspirante a estar consolidado; de apenas un Grand Slam -Medvedev, Thiem-, a sumar una veintena, por el momento. La consistencia que se les exige y se les escapa todavía a los tenistas de nuevo cuño; la que lleva a los Nadal, Federer y Djokovic a firmar 69 semifinales de Grand Slam de 70 posibles. Nadal sabe que el futuro se construye solo con presente. Sus oportunidades de triunfo pasan por esa pelota que llega, ni la siguiente y mucho menos la pasada. Solo el ahora. «Lo vi muy difícil en el quinto set. Pero lo miré simple: cada saque ganado era una victoria. Tenía que guardar energía para mis servicios e intentar sobrevivir. Al final ha sido eso, un ejercicio de supervivencia. De resistencia tanto mental como física. Se ha podido sacar adelante un partido que parecía prácticamente imposible», aceptaba. Ahí, en el límite, donde tantas veces ha estado, no del triunfo o la derrota, sino del tenis. Tantas veces se vio fuera del circuito, tantas otras disfruta de un día más: «Es un regalo de la vida poder estar jugando al tenis otra vez». Está a dos triunfos de los 500 en pista dura, donde solo Federer (783), Djokovic (683) y Agassi (592) lo anteceden. Está a dos triunfos de su título 21. Donde nunca ha llegado nadie en el circuito masculino. Más allá del límite, donde Nadal se maneja como nadie.

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