sábado, 15 de enero de 2022

Dos años a pie de calle marcados por el agotamiento pandémico: «Si algo nos caracteriza es la entrega»

El escudo de Amparo era una bolsa de basura y Alberto solo contaba con mascarilla en sus jornadas de servicio. Después de recoger a los primeros pacientes con graves neumonías, Juan sabía que algo grave pasaba, pero seguía trabajando. Al año de enfundarse en trajes EPI, Samuel tuvo que lidiar con los estragos de una nevada histórica durante semanas. Las sucesivas olas de la pandemia que no remite, aliñadas con el temporal Filomena, han mantenido a los profesionales sanitarios y de emergencias al pie del cañón las 24 horas del día los 365 días del año. En Madrid arrastran 20 meses de este sobresfuerzo sin fecha de caducidad. Trabajo «para todo» Cuando estalló la crisis sanitaria, Juan Miguel Díaz sí disponía de un equipo de protección NBQ sencillo, «como los que ahora se han puesto de moda». Los profesionales del Samur-Protección Civil ya estaban preparados para tratar con enfermos infecciosos. «No sabíamos a lo que nos estábamos enfrentando, pero teníamos procedimientos que nos ayudaron», rememora este técnico sanitario de 60 años, que ingresó en el servicio, primero como voluntario, en 1995. En el sexto envite del virus acude a las emergencias en una de las cerca de 30 ambulancias que velan cada día por la capital. La plantilla del Samur suma 750 empleados, pero entre el personal de oficina, los descansos, bajas y permisos, solo un centenar hace guardia a diario. «Tenemos una carga de trabajo brutal, porque el ciudadano nos demanda para todo», afirma Díaz. El hartazgo explotó el 20 de diciembre. Los sindicatos remitieron una carta al Ayuntamiento de Madrid exigiendo el cese del director de Emergencias, Enrique López Ventura, que en la última comisión anunció la creación de una unidad sanitaria en el Cuerpo de Bomberos. «Es la gota que colma el vaso, vaciarnos de competencias», puntualiza Díaz, también delegado de CCOO. El conflicto ha saltado tras años de «asuntos enquistados», entre otras cosas, que los profesionales se retiren de la primera línea de Samur al cumplir 55 años, como ocurre entre bomberos y policías, o que se renueve la plantilla. La reunión para atajar una «mala explicación» del director de Emergencias, en palabras de la delegada del Área de Seguridad, Inmaculada Sanz, iba a ser el viernes, pero se ha pospuesto al lunes. Papeleo y entrega Bolsas de basura, calzas y gorros de ducha se convirtieron en la armadura de Amparo Naranjo durante la primera ola de la pandemia. Esta médico de familia de 57 años, que trabaja en el pequeño centro de salud de Las Matas, en el municipio de Las Rozas, recuerda que racionaban las mascarillas y atendían entre 800 y 1.000 pacientes a diario. La etapa más crítica ha quedado atrás y, sin embargo, «después de dos años parece que no hemos aprendido nada, ni los ciudadanos ni los gerentes», lamenta Naranjo. En la sexta ola, la principal tarea de los sanitarios de Atención Primaria es el papeleo. En una jornada, Naranjo puede gestionar unas 40 bajas laborales por Covid-19 y recibir a seis pacientes. «La burocracia nos mata y así desatendemos a nuestros pacientes», cuenta. La segunda tarea inacabable son los test: «Viene muchísima gente a hacerse pruebas, antes de Navidad hacíamos 50 al día». Después de 30 años en la primera fila de la sanidad pública, Naranjo, que es la delegada de Amyts en Atención Primaria, solo tiene una petición: «Recursos humanos, nada más». La asociación estima que existe una carencia de 1.100 médicos en los 450 centros de salud repartidos por la región. «Estamos siempre bajo mínimos», asegura. Las «irrisorias» condiciones laborales y la «irresponsabilidad» de los ciudadanos cansan. Naranjo realiza el seguimiento de los contagiados y al descolgar el teléfono se ha topado con positivos haciendo la compra. Mientras, ella seguirá doblando turnos: «Si algo nos caracteriza es la entrega. Antes de preguntar cuánto vas a cobrar, doblamos». Exceso de jornada A sus 49 años, 20 de ellos en la Policía Municipal, Alberto Cid se reconoce afectado. Seis olas, casos disparados, Filomena... «Todas estas cosas entran dentro de nuestro trabajo, pero eso no excluye que nuestros derechos al descanso y a la conciliación familiar se vean en parte mermados», advierte el agente y portavoz de CPPM, el sindicato mayoritario. Por ello, pide que hubiera algún tipo de reconocimiento para todos los uniformados, «algo que se está negociando». Entre las dificultades surgidas a raíz del estallido de la pandemia, Cid subraya el hecho de estar frente a frente con el coronavirus. «Desde el principio, hemos estado en la calle, repartido mascarillas en el Metro, entregado notificaciones de positivos en domicilios con la simple protección de una mascarilla», enumera. Hoy día, el Cuerpo municipal dispone de unos 5.800 policías, «cifra que ha ido menguando en los últimos años, al partir esta de 6.700». Y eso, en palabras del uniformado, se ve amplificado ahora por el elevado número de bajas. «Hay una merma mayor de plantilla y el que está trabajando sigue sacando los servicios a costa de no disfrutar del exceso de jornada realizado», analiza. Los días libres de 2020 se ampliaron hasta el 30 de julio de 2021 y los de 2021 se extendieron hasta el próximo 31 de marzo. Pero no es suficiente. «Estamos pidiendo que se amplíen hasta el mes de junio porque la gente no se los puede coger y al final se van a perder», concluye Cid. Contra el fuego y el virus Samuel Muñoz, jefe de grupo de Bomberos en el nuevo parque de Vicálvaro, reposa las respuestas para no incurrir en ningún error. Lo primero que tiene claro es la mayor cautela adoptada en determinadas actuaciones en las que, «a lo mejor», antes no eran «tan estrictos». Habla de la entrada en domicilios, de tratar cara a cara con personas contagiadas; de protegerse, en definitiva, más allá de una llama todavía latente o un tabique al borde del colapso. Los EPI, las mascarillas, los guantes... pasaron a ser tan imprescindibles como las mangueras o las bombonas de oxígeno. A ello se sumó el paso de Filomena, donde los 50 centímetros de nieve amontonados sobre la urbe dificultaron sobremanera los desplazamientos. «A muchos sitios no se pudo ni llegar o lo hicimos en vehículos que no eran los apropiados», recuerda, consciente del uso de furgonetas, tipo 4x4, más ligeras que los camiones, pero equipadas de manera más improvisada. Tras el fin del grueso manto, llegó lo peor: «Dos meses duros, sobre todo por las fachadas y el arbolado». Según datos del sindicato CSIF, la plantilla de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid cuenta con cerca de 1.500 efectivos, de los que en esta sexta ola de Covid, la más contagiosa, están de baja unos 150 de media. Pese a ello, Muñoz considera que el cansancio pandémico no afecta solo al Cuerpo. «Es algo social», sostiene, convencido, eso sí, del esfuerzo de sus compañeros para completar los turnos. «Estamos saliendo de esto como podemos», apunta, en relación a la falta de personal, una deficiencia ya existente en ciertas categorías, que el patógeno ha acrecentado.

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