sábado, 22 de enero de 2022

Galán y guardián de las esencias de los caballos

Antes, Sergio Galán Izquierdo (Madrid, 1980) cogía el hato y se recorría Portugal buscando caballos que le sirvieran para torear. «Me tiraba mucho tiempo allí», confiesa. Sin embargo, con el paso de los años, fue viendo que cada vez le costaba más encontrar ese animal «especial» y, si al final daba con uno que le llenaba, «valía una fortuna y no lo podía comprar». De esa necesidad hizo virtud, formando una yeguada en la que hoy se cuentan 150 animales entre potros, yeguas y caballos de cuadra. Se crían en la finca ‘Dehesa San Joaquín de Huelmos’, en el término municipal de Valdelosa, a 18 kilómetros de Salamanca y a un paso de la A-66, la Autovía Ruta de la Plata, en dirección Zamora. Galán, uno de los mejores rejoneadores de las últimas décadas, con un currículo en el que sobresalen las ocho puertas grandes de la plaza madrileña de Las Ventas, reconoce que, «como ganadero, ahora es cuando estoy recogiendo los frutos y consiguiendo ese tipo de caballo con el que siempre he soñado». «Selecciono algunos para torear y tengo un mercado muy interesante para la doma clásica o, simplemente, para paseo», explica. ‘Estoque’, uno de esos caballos, se ha proclamado recientemente campeón de Andalucía de doma clásica en el Club Dos Lunas de Sotogrande (Cádiz). Mientras, hace unos días, el propio Galán contaba en las redes sociales la marcha de otros dos equinos a destinos variopintos: ‘Taranto’ a Dubái y ‘Perceo’ a Portugal. ‘Taranto’ «lo tenía de suplente para el último tercio de la lidia y se ha vendido para paseo. No ha sido de los más caros», afirma. Preguntado por cuánto vale uno de estos animales, responde primero que «depende». Y añade que, al igual que los futbolistas, los hay muy, muy valiosos: hasta 250.000 euros le han llegado a pagar por uno de ocho años que competía en grandes premios. Al igual que los futbolistas, hay caballos muy valiosos: 250.000 euros le pagaron por uno que competía en grandes premios El proceso desde que nace un caballo hasta que sale a la plaza a torear es largo. «Al potro hay que esperar tres años para montarlo. Luego empiezas a hacer doma durante un año y, después, a jugar con el carretón y a enseñarle la técnica de torear. Aunque hay caballos más precoces, creo que un mínimo de dos años de preparación no te los quita nadie. Hoy ya se juega mucho con la genética, los potros son hijos de caballos de torear y las madres también, lo cual te ayuda mucho, pero al final hay que domarlo y a eso hay que dedicarle mucho tiempo», detalla. Galán se fija en «su morfología» de primeras. «Busco un caballo funcional, que se mueva bien, que tenga buen equilibrio, que galope, que tenga muy buena montabilidad y que el físico lo acompañe. También, por supuesto, que lleve dentro esa parte de torería, que le guste estar delante del toro. Hay caballos que lo pasan muy mal, y tú lo ves. Luego todo eso hay que pulirlo, porque tienes que manejar su cuerpo como si fuera un capote y una muleta. Y eso te lo da la doma», desvela. Trayectoria de 25 años Su trayectoria como profesional arrancó en el verano de 1997, en Los Hinojosos, cuando aún no había cumplido los 17 años. Los rejoneadores le parecían entonces «superhéroes». «Nunca me planteé nada porque no tenía antecedentes en la familia. Lo veía tan lejano, tan difícil, sin tener un maestro, pero las cosas fueron rodando», afirma, asegurando que «he sido autodidacta». A lo largo de este tiempo han sido muchos los caballos claves en su carrera: desde ‘Cisneros’ y ‘Montoliú’ al principio, pasando por ‘Vidrié’, ‘Capea’ o ‘Apolo’ hasta los actuales ‘Ojeda’, ‘Embroque’ o ‘Bambino’. La cuadra siempre está formada por unos 15 animales, aunque «hay unos nueve o diez que llevan el peso de la temporada y otros más jóvenes que irán saliendo según la responsabilidad de la plaza para que vayan cogiendo experiencia». Imagen del hijo de Sergio Galán, de solo un añito y llamado igual, al subir a un caballo por primera vez - Twitter Una afición heredada en la familia El domingo pasado, Sergio Galán compartía un vídeo en las redes sociales en el que aparecía su hijo, llamado igual, que con solo un añito era subido por primera vez a un caballo. «Un momento precioso», escribió su padre, con orgullo máximo, que cree que al crío «le gustó» la experiencia y «va a tener más afición que la hermana» Daniela, que ahora tiene cuatro años. El ‘veneno’ taurino casi siempre se heredó de padres a hijos o de abuelos a nietos. Galán recuerda con inmenso cariño a su abuelo Emilio, que «era tratante de caballos y muy aficionado al mundo del toreo. De pequeñito me llevaba a las corridas, hacía el despeje de plaza, daba las orejas a los toreros y arrastraba a los toros». Con ocho años, Paco Camino le regaló «un potrillo y una becerra». Y a los 13 mató su primer novillo en Almendros, un pueblecito cercano a Tarancón, donde creció, en el que «la plaza se montó en una era con remolques». «Mis padres no querían que me dedicara a esto, pero Rafael García, que luego sería mi apoderado, los convenció», dice. El resto, ya se sabe, es historia.

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