viernes, 28 de enero de 2022

Medvedev, el enfant terrible

Alborotado, así su juego como sus reacciones. Desquiciante, su forma de jugar como su estilo. Y aún así, efectivo, un rival temible porque hay pocos que lo lean con soltura y sin perderse. Es Daniil Medvedev, el enfant terrible. Está en la final del Abierto de Australia, y ya son dos últimas rondas de las grandes consecutivas, y con la vitola de campeón del US Open, la lógica lo sitúa ya como próximo número 1. Se ha dicho de muchos, Zverev, Tsitsipas, Berrettini, pero es el ruso quien ha mostrado más aptitudes para el cargo. De hecho, si gana mañana, desbancará a Novak Djokovic de la atalaya de la ATP, aunque se hará oficial en febrero, cuado se les resten los puntos del año pasado. Además de su primer Grand Slam en 2021, suma doce títulos más, con cuatro Masters 1.000 (Canadá en 2021, París en 2020, Shanghái y Cincinnati en 2019), y fue Maestro en 2020. Somete a los rivales al más indescifrable de los enigmas, aficionado como es al ajedrez, aunque también ha competido a gran nivel en eSports. Inteligente en la pista y fuera -estudiante en una escuela especializada en Física y las Matemáticas, terminó dos cursos en uno antes de matricularse en la facultad de Economía aplicada, aunque luego eligió el deporte-, tiene un tenis descomunal, alejado de los libros de estilo, pero efectivo con un servicio que apenas prepara ni concentra, y aún así, supera los 200 kilómetros por hora en casi todos sus intentos; tan capaz de clavarlo en la T como en el ángulo abierto; también el segundo saque es peligroso, aunque aún tiene margen de mejora. Espigado hasta los 198 centímetros, con una masa muscular apenas perfilada en comparación con otros congéneres, golpea la derecha como si fuera contorsionista, pero la pelota sale rápida, endiablada, desconcertante, y las devuelve todas. Igual de ilegible y consistente es el revés. Y hasta se prodiga con muy buenas dejadas cuando quiere, aunque no sea uno de sus golpes favoritos. En total, un tenista completo, que aguanta por físico lo que le echen; se ha salvado de derrotas en este Abierto de Australia, castigado su cuerpo y su mente hasta las tres horas contra Kyrgios, tres y media contra Cressy, más de cuatro y media contra Auger-Aliassime o las dos y media de ayer, casi siempre al límite del marcador, encontrando siempre el resquicio del alivio. En el circuito, todos tienen sus trucos; si el de la mentalidad es Rafael Nadal, el escapismo es el de Medvedev. Pero hay otra gran diferencia. Mientras el español ordena las botellas y las toallas, el ruso desordena al personal, protagonista de los más sonados abucheos de los últimos tiempos y encantado, o al menos lo parece, con esa animadversión que suele generar entre la afición por sus gestos o sus palabras. Ayer pagó la frustración de perder el juego con el juez de silla, al que llamó «estúpido» porque no atendía a su queja: su rival estaba recibiendo órdenes de su padre. «¿Estás loco? ¿Puede su padre hablarle en cada punto? ¿Eres estúpido? Responde a mi pregunta. Eres muy malo. Mírame, te estoy hablando», espetó. Ya había dispuesto al público en su contra al acordarse de Djokovic días antes: «He pensado, ¿qué haría Novak en esta situación?». Unas líneas más de su extenso historial de salidas de tono, alimentado el ruso cuando la grada está en su contra. «Cuando os vayáis a dormir, pensad que he ganado gracias a vosotros», soltó en su discurso de ganador en los cuartos del US Open 2019, tras espectáculo de peineta al público y ánimos para que siguieran pitándolo. «La gente no acaba de entender que si quiere hacerme perder, deberían apoyarme, no abuchearme». En Wimbledon de 2021, lluvia de silbidos al llevarse una mano a la oreja cuando vio que todos apoyaban a Carlos Alcaraz. En la pasada Copa Davis, más fuego: «Ganar a España en Madrid es uno de los mejores momentos». Dice que en su vida es calmado, que todo es fruto de la adrenalina. «No provoco al público a propósito», dijo en noviembre. Pero tampoco hace por agradar, consciente de que se está ganando un nombre en los títulos y una personalidad para la afición: «Todo lo que hago es real. No hay nada fingido y debería gustar. Cuando se retiren Nadal y Federer, habrá otras personalidades». Tenista de extremos, se mide mañana (9.30, Eurosport. Hoy, final femenina, Barty-Collins) con Nadal, que se juega su Grand Slam 21, y a quien ya venció en la Copa de Maestros de 2020. El pasado US Open ya frenó en seco la opción de Djokovic, uno de sus amigos del circuito, de convertirse en el más grande. «Es gracioso volver a jugar contra alguien que busca su Grand Slam 21. Estoy listo», bromeaba.

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