Iñigo Urkullu dejó para el final la «sorpresa» que tenía guardada en su intervención de ayer en el Parlamento vasco, que abrió sus puertas dos meses después de su disolución para debatir acerca del plan de «desescalada» del estado de alerta sanitaria. Una etapa de «nueva normalidad» que el lendakari ve ya cercana. Tanto, que ya comienza a cavilar sobre cuál sería la fecha más indicada para acoger las elecciones vascas, inevitablemente suspendidas debido a la voracidad del coronavirus. Él tiene sus preferencias: «Antes de agosto», señaló. Con la ley electoral en la mano, la única opción posible en tal caso sería la de sacar las urnas en julio, lo que conlleva una serie de interrogantes por el riesgo de nuevos contagios. Por el momento, el lendakari ha llamado a los grupos de la Cámara a participar en la «mesa de partidos» que tendrá lugar el jueves y que abordará por primera vez la posible celebración de los comicios, previstos en principio para el 5 de abril. El anuncio fue recibido con indisimulada sorpresa por los representantes de la Diputación Permanente que ayer se presentaron en el Parlamento para escuchar a Urkullu, al que rogaron «mesura» para evitar poner en peligro a los ciudadanos. Durante su intervención, Urkullu convino en la importancia de contar con el visto bueno de las autoridades sanitarias, pero defendió su idea de convocar las elecciones antes de agosto. El lendakari esgrimió dos razones. La primera se refiere a la posibilidad de que el «riesgo de contagio» del Covid-19 se encuentre «en sus tasas más bajas el mes de julio», mientras que en otoño podría producirse «un rebrote de la epidemia» y «en ningún caso» habrá para entonces vacunas. Por otro lado, el presidente vasco destacó que la dimensión de la crisis sanitaria obliga a disponer cuanto antes de un Parlamento constituido y de un Gobierno en plenitud de funciones. Urkullu recordó que los partidos vienen reclamando desde hace días la creación de una mesa política como la que ha convocado la próxima semana. «Mucho cuidado» Salga o no adelante la proposición del líder nacionalista, en el calendario está marcado en rojo el 9 de mayo, día en el que a priori concluye la prórroga de la alarma sanitaria, pues los partidos vascos acordaron postergar las urnas al menos hasta que se acabara esta situación. Deberán pasar entonces 54 días para celebrar las elecciones, por lo que la primera fecha sería la del 5 de julio. Estos plazos que maneja el Ejecutivo generan dudas entre la oposición, que ayer llegó a acusar a Urkullu de actuar con «prepotencia» por intentar actuar de manera «unilateral». «No hay contrapunto democrático», denunció el parlamentario de Elkarrekin Podemos Jon Hernández. Este último convino con Carmelo Barrio, del PP, en la importancia de que el Gobierno autonómico esté bien «asesorado» por autoridades sanitarias a la hora de proponer elecciones, una decisión que según el popular puede generar «incertidumbre». «Mucho cuidado», avisó. «No está en agenda» El anuncio de Urkullu se produjo mientras el Gobierno gallego celebraba su reunión semanal. A su término, Alberto Núñez Feijóo recurrió al mismo mensaje con el que desconvocó los comicios en marzo: «Las elecciones no están en la agenda del gobierno», centrado ahora en la lucha contra la pandemia. Pero eso no quiere decir que no ronde por su cabeza seguir la senda de Urkullu, como viene haciendo desde 2012 para fijar la fecha de las autonómicas, y con quien ayer mismo reconoció que habla con cierta frecuencia estas semanas. «Si Feijóo lo descartara lo habría hecho públicamente», asegura su entorno, «puede estar pensándolo, pero eso no quiere decir exactamente que su plan sea ese». Sobre todo porque el decreto de suspensión electoral aprobado el 18 de marzo con el acuerdo del conjunto de fuerzas parlamentarias establece que no se podría retomar el proceso electoral hasta superados el estado de alarma y la emergencia sanitaria, decretados por Gobierno y Xunta, respectivamente. Y a día de hoy, Galicia ignora cuáles son los planes del Gobierno, dato que sí pudiera tener el PNV, socio de referencia de Sánchez. No obstante, el movimiento de Urkullu hace aflorar visiones diversas dentro del PP gallego, incluso la de quienes creen que julio sería una buena fecha por varios motivos: la convicción interna de que la gestión de Feijóo ha sido mejor durante la crisis sanitaria que la de Sánchez al frente del Ejecutivo, y eso refuerza su liderazgo y su mensaje de defensa de Galicia en un escenario electoral; y que un hipotético rebrote en otoño recrudecería las medidas de confinamiento hacia un colectivo muy sensible como son los mayores de 65 años, entre los que son inmensa mayoría los votantes del PP. Especulan, incluso, con el hecho de que Sánchez pueda levantar el estado de alarma pero se desaconseje salir de casa a los más mayores hasta fin de año, lo que podría desmovilizar masivamente a buena parte de su electorado. La oposición, sin embargo, no parece por la labor de querer votar en verano. El PSOE, que en marzo era reacio a la suspensión, ahora aboga por una fecha consensuada, mientras que BNG y los Comunes son partidarios de una hoja de ruta propia, sin seguidismos de lo que decida el lendakari.
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