domingo, 5 de abril de 2020

Sirenas y luces para responder a los aplausos

«Muchas gracias por lo que hacéis. Seguid así. ¡Sois los mejores!», grita una señora, vestida con una bata rosa electrizante, desde un balcón. La mujer aplaude y agradece la labor que desarrollan estos días los militares en gran parte de España. Repite: «¡Sois los mejores!». Lo dice por todos los militares, pero se dirige a los que van en los vehículos de la Unidad Militar de Emergencias (UME), parados en un semáforo frente al balcón. Estos hacen sonar las sirenas. Es su forma de agradecer los aplausos de la población. Es viernes, estamos en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) y ABC acompaña a la UME en una de sus misiones. El único enemigo a batir se llama Covid-19. Desde el día que la UME llegó a Cataluña para actuar (19 de marzo), siempre a petición de alguna institución y bajo la orden del Ministerio de Defensa, el comandante Luis Martínez coordina todo el dispositivo. Defensa ha enviado a la región parte del Cuarto Batallón de Intervención en Emergencias (BIEM IV), con sede en Zaragoza, y cuya zona de acción operativa incluye, además de Cataluña, las comunidades de Aragón, País Vasco, Navarra, La Rioja y la provincia de Soria. En momentos como los actuales, la UME se multiplica; pero mantiene su eficacia. «Los relevos que se llevan a cabo se hacen manteniendo las capacidades de actuación, que son exactamente las mismas», advierte Martínez. «Venimos a servir» El centro logístico de la tropa destinada en Cataluña se concentra en el cuartel del Bruc, sede del recientemente creado Regimiento de Infantería Barcelona número 63. Desde ahí, cada día, tras la jornada de desinfección, se pone orden al plan de trabajo que la UME llevará a cabo a partir de las ocho de la mañana del día siguiente. El capitán Gustavo Abad (34 años) es el encargado de esta gestión. Es él el que establece la hoja de ruta en función de la demanda. Y es él el que debe adaptar la logística a posibles inconvenientes que se puedan producir a lo largo del día. Hospitalet es la segunda ciudad más populosa de Cataluña. «El operativo está engrasado. A primera hora de la mañana, hablo con los responsables de las residencias y les comunico la hora aproximada de llegada. Antes de cada intervención, va un vehículo nuestro, con dos policías militares, que hacen reconocimiento del lugar. Son nuestra avanzadilla de intendencia. Hemos de aparcar coches en centros urbanos. No es fácil», describe Abad, quien señala que para esta jornada ha tenido que dividir la unidad operativa en tres equipos. Dos actuarán en Hospitalet, y el otro en Santa Coloma de Gramanet y poblaciones del Vallés. «Tenemos mucha demanda de ayuntamientos», añade. La unidad a la que se acopla ABC trabaja en Hospitalet y cuenta con cinco vehículos: un camión, una autobomba, una furgoneta de los especialistas en riesgos tecnológicos (también de la UME, pero con sede en Madrid, los conocidos como NRBQ, por las siglas de Nuclear, Radiológica, Biológica y Química) y dos vehículos logísticos, que básicamente transportan tropa y material. Todo lo que sea desechable se envía a Zaragoza, tras una delicada desinfección después de operar en las residencias y, posteriormente, en el Bruc. A lo largo del día, Abad se mueve entre las unidades y acude varias veces al cuartel en Barcelona. Poco después de las dos de la tarde, el capitán informa de que «hoy no comemos». Normalmente, un equipo de apoyo del Bruc se encarga del avituallamiento, pero el viernes los militares sobre el terreno están cumpliendo una semana sin parar y serán relevados por otros compañeros de Zaragoza. Toca apurar el día para cumplir con la hoja de ruta prevista. «Salimos a las ocho y volvemos a las nueve de la noche. Cada día. Paramos para comer, cuando podemos. Llegamos al Bruc, cenamos, nos aseamos y a descansar. Hoy llegarán compañeros de nuestro batallón que seguirán dándolo todo. Si hemos de comer algo de camino a Zaragoza, no pasa nada. Aunque sean las siete de la tarde. Hemos venido a ayudar a la gente y ganar al coronavirus», apunta el brigada Torres, preguntado por este diario, poco después de saber que no habrá descanso. «Venimos a servir», añade. Desde luego, ser militar es una vocación. Mapa de residencias Este suboficial es el encargado de una de las unidades creadas por el capitán para la ocasión. Torres lleva un mapa en su móvil con todas las residencias en las que han de actuar. Color amarillo, por desinfectar. En verde, trabajo hecho. Las rojas, no se hacen. ¿Cómo? Así es. El plan original de Abad queda trastocado pasadas las dos de la tarde. La dirección de la residencia Prytanis de Hospitalet decide que no acudan militares para desinfectar el edificio. ¿Por qué? «Nosotros no preguntamos los motivos. Nos ofrecemos, según el plan que ha llegado a Defensa. Pero si los titulares de las residencias rechazan la ayuda, no insistimos», apunta Abad, diplomáticamente y con cara de circunstancias. Cosas de la política. Así, tras dejar la residencia El Pilar, la UME se dirige al geriátrico de la Fundación Santa Eulalia, la siguiente de la lista tras Prytanis. Espera, poco después, la residencia Jericó. Será la última de este grupo de militares por hoy. En todos los casos, la policía local de Hospitalet refuerza el operativo alrededor de los edificios. Hay poco tráfico rodado pero estas residencias están en el centro urbano, cuyo plan es desordenado, con recovecos y calles estrechas. La sintonía entre policías y militares es total. El modus operandi es similar en todos los casos. También sigue un protocolo la actuación de desinfección en los geriátricos. Si hay que actuar con la nebulizadora, entran en acción los del equipo NRBQ de Madrid. Son dos. Su apariencia es peliculera. Su equipación, aparatosa. Llevan un traje tychen. Uno amarillo, el otro gris. Y máscara. Guantes. Botas especiales. Se encargan del material más delicado. Tras su misión, vuelven al vehículo y con parsimoniosa paciencia se desinfectan los trajes y todo el material. Una vez y otra, y otra. Así, cada día. Por los viejos de Cataluña. Por donde pasan, precintan los lugares. Tres horas después, ya son espacios libres de Covid-19. «El producto que utilizamos desintegra el coronavirus», advierte uno de los militares, mientras se retira el traje tychen. Además de los especialistas en NRBQ, entre cinco y siete militares más actúan a destajo en los espacios comunes de las residencias. Con mascarilla, gafas especiales y guantes, ataviados con su uniforme negro de la UME, desinfectan todo lo que está al alcance de las personas mayores. Barandillas, pomos, sillas, muebles, maceteros, puertas… y hasta crucifijos. Todo lo susceptible de ser agarrado por las personas residentes o que trabajan en los centros geriátricos. Estos hombres ponen en riesgo su vida por el bien de nuestra salud. Normal que solo reciban parabienes de la población. El método es sencillo. La UME llega, desinfecta una residencia de ancianos -otros días han estado en centros de salud, comisarías, estaciones de autobuses...- y antes de partir a la siguiente misión, reciben los aplausos de vecinos desde sus balcones. De todas las edades. Con algún «gracias» o un «enhorabuena, chavales», que se cruzan salidos de la boca de los pocos viandantes, todos cargados con bolsas de la compra, el pan o el diario. «El otro día estuvimos en Suria (Barcelona) y dos niñas, antes de irnos, nos entregaron estas hojas. Escritas por su madre. Esto compensa todo lo que hacemos», explica uno de los suboficiales de la unidad, mientras exhibe a ABC dos hojas de libreta de cuadros que llevan en el salpicadero de uno de los vehículos logísticos. En rotulador negro se lee: «Gracias por todo. Lucía». Y: «Gracias por ayudarnos contra el coronavirus. Rocío». «Hemos tapado muertos» Allá por donde van, la población demuestra que está por encima de los gobernantes. La Generalitat, en manos de Quim Torra, como si este estuviera anclado en la época de la dictadura, sigue despreciando al Ejército. Otro suboficial, que pide no poner su nombre, ni el rango, entra al trapo: «Me gustaría que los políticos, estos que no quieren que ayudemos a los mayores de los que les votan, pasaran por estas residencias. Hemos tapado muertos en las camas. Hemos ayudado al personal. Aquí los quiero ver». Se quitan los tychen. Recogen el material. Suben a sus vehículos. Y responden con la sirena y las luces a los aplausos de agradecimiento. Sigue la misión. Otra residencia les espera. No preguntan los motivos. «Para servir».

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