La izquierda de este país tiene un problema con la libertad de expresión. Le encanta denunciar los errores ajenos, pero es incapaz de aceptar que alguien pueda señalar los suyos. La intolerancia a la crítica es una patología muy extendida en este país. En realidad, lleva demasiado tiempo evidenciándose que es una pandemia que afecta sin distinción a cargos de todos los colores políticos, pero en esta crisis sanitaria el PSOE y Podemos –y sus franquicias a nivel autonómico- han demostrado una singular aversión a que los ciudadanos expresen su protesta ante lo que ha sido, no nos engañemos, una catastrófica gestión de la Covid-19. Y no, no todas las críticas se basan en bulos. No es un bulo que el Ministerio de Sanidad compró más de 600.000 unidades de test rápidos que tuvo que devolver porque no eran fiables. No es un bulo que el Gobierno distribuyó varios cientos de miles de mascarillas que no cumplían las especificaciones de seguridad y que tuvo que retirar después de que algunas de ellas hubiesen sido ya usadas por personal sanitario. Son dos casos muy concretos, pero ejemplifican la caótica gestión desarrollada por el Ejecutivo Central. Hagamos un ejercicio de política ficción. Imaginemos que fuese hoy Mariano Rajoy el presidente del Gobierno. ¿Qué estarían diciendo Pedro Sánchez o Pablo Iglesias? No es necesario imaginar demasiado. En realidad, solo es preciso revisar lo que hizo la izquierda en la crisis del ébola en 2014. La izquierda no ahorraba críticas entonces. Ahora le sale urticaria si alguien denuncia su incompetencia. La doble vara de medir. Un doble rasero que también puede apreciarse en las declaraciones de los líderes autonómicos del PSOE y Podemos. El 12 de abril Gonzalo Caballero instaba a la Xunta a utilizar los más de 100.000 test rápidos enviados por el Gobierno -por aquellas fechas había enviado unos cuantos menos-. Ese mismo día el presidente de Aragón, el también socialista Javier Lambán, pedía a los ayuntamientos de su comunidad que «se ahorren el esfuerzo» de utilizar esas pruebas porque «son inútiles». Lo había explicado el Comité Clínico de Galicia el día anterior: «no son, en sentido estricto, un test de diagnóstico». Caballero y Gómez Reino son incapaces de separarse ni un milímetro del relato que desarrollan en la Moncloa. Bendicen acríticamente la gestión errática de sus jefes de filas hasta el límite del ridículo. Incluso avalando que Sánchez cuestionase el estudio epidemiológico anunciado por la Xunta. El líder gallego de Podemos defendió que se usasen esos test para «la primera línea de combate sanitario». Sí, una semana después de que los científicos explicasen que no servían para el diagnóstico clínico. No tienen sentido del ridículo. Lo que sí tienen es un inmoral doble rasero. Defienden la catastrófica gestión llevada a cabo por el Gobierno Central y claman contra el trabajo desarrollado por la Xunta. Y lo cierto, por mucho que les pese a algunos, es que el ejecutivo autonómico supo anticiparse y adoptó decisiones que permitieron afrontar la crisis sanitaria en mejores condiciones que en otros territorios de España. Se declaró la emergencia sanitaria antes de que Sánchez anunciase el Estado de Alarma. Se encargó material de protección para los sanitarios antes y después de que el Ministerio demostrase su incapacidad para garantizar mascarillas, batas y guantes para los médicos y enfermeras. La incapacidad de la izquierda gallega para hilvanar un discurso propio al margen de la Moncloa les aboca a situaciones esperpénticas. Feijoo planteó la posibilidad de permitir a los niños salir a dar un paseo el 12 de abril. Caballero despreció la idea cualificándola de «conversación de café» del presidente da la Xunta. Apenas unos días después Pedro Sánchez desmintió al líder del PSdeG. El 18 de abril el Gobierno avanzaba que los menores de 12 años podrían salir a la calle esta próxima semana. Otra cosa es la gestión de esa decisión. La portavoz del Ejecutivo sale a la palestra a anunciar que les permitirían acompañar a sus padres a supermercados y farmacias. Horas más tarde Sanidad rectificaba. Ya avisó Sánchez de que no habrá «decisiones definitivas». Y exigió que no se tachase de «fracaso» aquellas medidas que no fuesen eficaces. Sí, la izquierda tiene un problema con la crítica a su gestión. Un tic autoritario que demuestra el correo electrónico enviado por el Mando de Operaciones de la Guardia Civil a las comandancias. No, no llevan bien que se denuncie la catastrófica gestión que han desarrollado en esta crisis sanitaria. Pero, afortunadamente, la libertad de expresión es un derecho fundamental que no ha sido ni puede ser cercenado por el decreto de declaración del Estado de Alarma. Y su vigencia permite tanto que Caballero y Gómez Reino defiendan las decisiones de Sánchez como que otros las critiquen. Primero de democracia.
De España https://ift.tt/2yK4UMN
0 comentarios:
Publicar un comentario