lunes, 6 de abril de 2020

Fin del «ejemplo» Igualada

Ya no hay mossos, vallas ni controles en el punto de la carretera C-37 en el que hace tres semanas la Generalitat ordenó levantar un «check point» que cercó y desconectó del resto del territorio la ciudad de Igualada (Barcelona). Con su reacción a la todavía incipiente pandemia de coronavirus, el gobierno de Quim Torra quiso marcar perfil y dar «ejemplo» a Sánchez. Para ello, forzó el confinamiento «perimetral» de los 70.000 vecinos de Igualada, Vilanova del Camí, Santa Margarida de Montbui y Òdena, una zona industrial próxima a Barcelona denominada Conca d’Òdena. Tras rodear este territorio, el presidente empezó a exigir el aislamiento «total» de Madrid y amagó con cerrar unilateralmente Cataluña —llegó a desplegar, aunque solo de forma aparente, patrullas de los mossos en las «entradas» a la comunidad—. Con el paso de los días, Igualada confirmó ser un foco letal de Covid-19 (acumula ya más de 147 muertos), pero también un ejemplo de disciplina ciudadana. Ayer, tres semanas después del inicio de su «doble confinamiento», individual y perimetral, la población volvía a conectarse con el resto del país. Acababa así el experimento y muchos se preguntaban de qué había servido. Con todo, para la mayoría de vecinos la desaparición del «check point» no supuso novedad alguna. Como la mayoría de españoles , acumulan semanas cumpliendo a rajatabla con el aislamiento doméstico ordenado a todos los ciudadanos con el Real Decreto de Estado de Alarma. Para Silver, no obstante, la cosa fue este lunes bien distinta. A este transportista de metal e insumos hospitalarios el cierre de carreteras que desconectó Igualada le pilló trabajando fuera de la ciudad. Desde entonces, ha estado separado de sus dos hijos. «He pasado ansiedad sin ver a los míos, que estaban encerrados aquí mientras no paraba de escuchar como aumentaban las muertes por coronavirus», explicaba a ABC todavía con mal cuerpo, pero feliz de recuperar a su familia. Entre los que han pasado el confinamiento dentro de la ciudad perdurarán dos ideas. Por un lado, el orgullo por haber superado un tiempo marcado por el miedo al contagio —aquí todos tienen algún familiar, amigo o conocido entre los fallecidos—. Paralelamente, abundan las dudas y las críticas ante la gestión que han hecho las admistraciones de uno de los focos más mortíferos de Covid-19 de toda España, el «Bérgamo español». «Aquí hemos hecho un sacrificio especial, evidentemente, pero no he entendido mucho el motivo de encerrarnos en nuestra ciudad. De hecho, hay una cierta controversia entre el alcalde y la consejera de Salud, también igualadina, que no entiendo», admite Roser, una profesora jubilada de la escuela municipal de música. Para ella, y para muchos otros ciudadanos de la zona, el capítulo más lamentable de este enfrentamiento Govern-Igualada fue el desbarajuste en el recuento de muertos del pasado fin de semana. El viernes por la noche Generalitat informó que no se había registrado ningún fallecido en el foco de la Conca d’Òdena, pero horas después el alcalde, Marc Castells (de Junts per Catalunya), desmintió al Departamento de Salud, comandado por la republicana Alba Vergés. Según reveló, los calculos municipales contaban 11 muertos en las últimas 24 horas. Un baile de cifras humillante para una ciudad que se ha sentido «conejito de indias» en algunos momentos. Alba Vergés evitó el cuerpo a cuerpo con el alcalde, pero desde ese momento la Generalitat ya no ofrece una atención específica a la evolución de este brote en sus recuentos diarios y ha acabado levantando el cerco. «Pasará factura» En el Hospital de Igualada, epicentro del brote, la situación empezaba ayer a calmarse tras semanas de trabajo frenético. Alfonso, David y Ricard, conductor de ambulancia, enfermero y camillero, respectivamente, comentaban al sol cómo habían capeado la pandemia. «Hemos vivido momentos de caos y pánico, pero ganaremos», afirmaba David. Ricard señalaba que el virus había unido los equipos de un centro al que llegó con quince años como voluntario mientras Alfonso, el más veterano, se sumaba a las críticas contra la consejera Vergés. «Lo que ha pasado en Igualada le pasará factura», vaticinaba. La insomne batalla política entre Junts y ERC no ha esquivado la pandemia.

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