Quienes lo conocían bien lo saben: el rincón favorito de Aute en Madrid no era otro que su casa, en el extremo este de la calle Jorge Juan. Allí podía pasarse días, semanas sin salir, leyendo, escribiendo, pintando, tocando la guitarra, fumando y haciendo el amor. Allí también recibía a los periodistas, que le hacían entrevistas en su estudio maravillados por la sinpar decoración de la estancia, lanzándole preguntas mientras encendía cada cigarro con el anterior. «A él no le gustaba mucho salir. Es más, no le gustaba nada», bromea su amigo y colaborador Luis Mendo, con quien compuso y grabó algunas de sus canciones más memorables. Aparte de su casa, el lugar favorito de Aute en Madrid era el parque de Fuente del Berro, que le pillaba muy cerca. «Cuando salía a la calle, lo que más disfrutaba eran los paseos por el parque con sus perras. Allí era donde encontraba muchas veces la inspiración, donde le daba vueltas a sus ideas, sus sueños y sus pensamientos. De hecho, estos tres últimos años y medio, cuando ya estaba muy malito, nos íbamos él y yo muchas veces a caminar al parque. Llevábamos la silla de ruedas por si se cansaba mucho, pero él siempre quería aguantar». Mendo empezó a tocar con Aute en 1978, antes incluso de formar Suburbano, que se convertiría en su grupo de acompañamiento dos años más tarde. Pero lo conoció mucho antes, en 1968. «Yo tenía 19 años y era aficionado a la fotografía. Me surgió la oportunidad de trabajar en una revista y un amigo mío, Antonio Gómez, me pidió que le acompañara a una entrevista para hacer las fotos. El entrevistado era Aute», recuerda emocionado. «Él llevaba menos de un año casado con Marichu, y vivían en una casita detrás del Palacio de los Deportes, muy cerca de donde vive ahora», dice sin darse cuenta de estar usando el presente. «Ya había tenido un par de canciones de éxito, y yo estaba muy impresionado. Pero fue un tipo muy accesible, como es él, y con el tiempo nos hicimos amigos». Años después, cuando Mendo tocaba con Chicho Sánchez Ferlosio, coincidió con Aute en un concierto en Cuenca. «En el camerino fue donde me pidió que tocara con él. Yo le dije que sí, pero con una condición: que ensayáramos mucho. Empecé a ir todos los días a su casa a ensayar y con el tiempo grabamos diez discos». El primer concierto en Madrid en el que Mendo acompañó a Aute fue en el mítico Johnny, en 1979. «A él le gustaba tocar allí», asegura. «Por aquella época actuamos mucho en los colegios mayores de Madrid. El San Juan Evangelista, el Chaminade, Isabel la Católica…». Aquellos conciertos se celebraban muchas veces con lo mínimo y en condiciones algo improvisadas: «Recuerdo una vez que volvimos al Johnny y Eduardo tuvo un accidente. Había un agujero en el escenario, él no lo vio y se cayó para abajo. Se dislocó un hombro, y al día siguiente teníamos que salir para Valencia para dar tres conciertos. Teníamos muchas ganas de ese viaje, lo habíamos preparado muchísimo, pero no íbamos a dejar que el accidente nos lo estropeara. Así que cogimos el coche, y en vez de llevar dos guitarras llevamos una». Aute también vivió en Príncipe de Vergara, cuando la calle aún se llamaba General Mola, y en la calle del General Díez Porlier, antes calle de los Hermanos Miralles. También pasó una temporada en Pozuelo. Pero cuando se estableció definitivamente en Jorge Juan encontró su «oasis», como describe su amigo Mendo. Un lugar casi mítico y rodeado por leyendas urbanas, como esa que dice que Sabina y Serrat se conocieron entre sus paredes. «No sabría decirte si es verdad al cien por cien, pero no me extrañaría nada», dice Mendo. «Invitaba a todo tipo de artistas a su casa, y allí pasaron anécdotas increíbles». Si salía de allí, era para ir a comer al restaurante Viridiana, a Casa Gades o a tomar algo al pub Oliver, «que era muy frecuentado por el artisteo», recuerda Mendo, que hoy sigue al frente de Suburbano y acaba de publicar un nuevo disco, «Huellas». Mendo está «hecho polvo» por la pérdida, un sentimiento aún más amargo por no poder darle una despedida rodeado de amigos. Pero como decía Aute en una de sus composiciones más bonitas, siempre quedará la música.
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