viernes, 27 de diciembre de 2019

Romá Cuyás, el gran negociador del deporte español

Romá llevaba gafas de John Lennon y porte de señor serio que sabía dirigir todo lo que se ponía en sus manos. Trajes grises, camisas azules claras, corbatas azules oscuras, pelo tupido estilo Mastroiani y una tranquilidad que utilizaba como gas letal para aplacar a las fieras que se sentaban delante de su despacho del Consejo Superior de Deportes y del Comité Olímpico Español pidiéndole la cuadratura del círculo. «¿Quién le ha dado este teléfono?», me preguntó una vez, muy serio, cuando le llamé al hotel Eurobuilding tras una ngociación privada sobre las transmisiones del fútbol. Me lo había dado Samaranch, pero no podía decírselo. «Luego sabrá lo que acordamos». No me dio la exclusiva. Eran tiempos de cambios. Felipe González había alcanzado el poder y los dirigentes de algunas federaciones autonómicas, empezando por la vasca, llegaban a su despacho en el CSD, como verdadero ministro español del deporte, para solicitarle que les permitiera competir como selecciones independientes de la española. Lo relataba con pausa, templando al toro desde su sillón. «Ahora vienen a pedirlo todo, hasta que se den cuenta que en ningún sitio van a competir mejor que en las ligas españolas ¿Dónde van a obtener más dinero y mejor rendimiento?», decía Romá con esas tres manchas en la frente que le daban poso y le hacían parecer un Gandhi con corbata. Su «savoir faire» era bárbaro. Sabía que le llegaría esa avalancha en 1982. Igual que llegó se difuminó. Era el hombre idóneo para ello. Romá Cuyás nació en Barcelona el 24 de noviembre de 1938 y murió en la ciudad Condal el 27 de diciembre de 2019. Atleta en su juventud, fue pionero, director y organizador de la candidatura de Barcelona 92, presidente del CSD desde 1982 a 1987 y presidente del COE en 1983 y 1984. Fue editor y promotor cultural Editor y promotor literario, su amor por el atletismo y su capacidad de gestión le llevaron a los más altos cargos del deporte español. Fue atleta del Club Natación Barcelona en las disciplinas de marcha y medio fondo. Elegido para dirigir el deporte nacional en 1982, ese año comenzó a gestar lo que sería uno de los momentos cumbre de España: la dirección de la candidatura de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Fue pionero del gran objetivo. Diez años después, se hizo realidad. Ejerció la vicepresidencia primera de la candidatura barcelonesa, en representación del gobierno español y fue miembro del comité organizador de Barcelona 92 cuando los Juegos fueron concedidos a España. Con esa amalgama de responsabilidades, fue un excelente negociador, el mejor para aquella etapa. Presidente del CSD desde 1982 a 1987 y del COE en 1983 y 1984, Romá atacó muchos frentes de negociaciones en todas las federaciones, especialmente en el fútbol, en un país que no estaba acostumbrado a negociar y saber ceder para alcanzar acuerdos. Las reuniones hasta altas horas de la madrugada, varios días seguidos, se repetían, con la prensa en la puerta esperando decisiones que tardaban demasiado. Romá era el árbitro de todo. Mi amigo Alejandro Blanco, presidente del COE, decía ayer que el deporte español no se puede entender sin Romá. Es cierto. Abrió los puentes del entendimiento.

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