domingo, 29 de diciembre de 2019

La Nochevieja de los relojeros de Sol: tres que no se comen las uvas

Gadea, que aún no ha cumplido los tres años, presume de abuelo, y no por que sea uno de los protagonistas invisibles de las campanadas que dan la bienvenida al Año Nuevo desde la Puerta del Sol. Solo le pide algo que a Jesús López Terradas le viene de oficio, puntualidad en un encuentro muy especial al que está llamado en su guardería. El relojero que mima el mecanismo más célebre de España no fallará. Basta con ver cómo se le cae la baba al hablar de ella. Pero, además, si algo tiene es constancia y compromiso. Jesús, y los hermanos Ortiz, Pedro y Santiago, acuden todos los sábados del año, por la mañana, a pasar revista. «No hacemos nada especial, que no hagamos durante el resto del año», explica. «Está perfecto», resume ante la cercanía del 31 de diciembre. No es un nieto, sólo un objeto precioso, pero a la maquinaria que marca la hora oficiosa en la Península —la oficial se fija en Real Instituto y Observatorio de la Armada en San Fernando— no le faltan atenciones. Por la edad, es más bien un anciano que ha sabido envejecer. Para él, son solo 153 años. Lo cierto es que quienes han cuidado el reloj que regaló el maestro leonés José Rodríguez Losada a Madrid en 1866 —se estrenó el mismo día que la Reina Isabel II cumplía 33 años— siempre han apostado por su longevidad. Pío Gabín Sagardía, uno de sus técnicos en la década de los 50 del siglo pasado, ya lo dijo: «Puede seguir funcionando con absoluta precisión durante más de mil años». Engranaje Viendo las manos de Jesús manejando sus piezas, se comprende la aparente sencillez de la máquina. «Se le han sustituido muy pocas piezas», señala quien, junto con sus socios, la restauraron en 1997. Desde entonces se hicieron cargo de su mantenimiento semanal. Sobre la plataforma de madera en la que confluyen los engranajes que mueven las manillas de sus cuatro esferas hay un transistor. «Solo me fío de las señales horarias que el Observatorio Astronómico Nacional emite por la radio para comprobar que está en hora», asegura. Hoy, como cada sábado, volverán a comprobar su precisión. «Las preuvas nos sirven de ensayo», explica. Con sus tres pesas preparadas —de 122, 50 y 122 kilos, respectivamente— y el baile de su péndulo perfectamente acompasado —cuelga tres metros hacia abajo—, lo que más preocupa a López Terradas es el sonido de las campanadas. «Somos muy pijoteros con eso», reconoce. Esta medianoche harán la prueba de fuego. «Alguno de los tres nos ponemos en la esquina más alejada de la Puerta del Sol para ver si se escuchan bien. Que funcione la megafonía es importantísimo. Sobre todo con una plaza que está a rebosar de gente gritando. Nuestro objetivo es que no se superpongan sonidos», apunta. Mañana, mientras muchos apuran la cena, Jesús, Pedro y Santiago saldrán de casa camino del número 7 de la Puerta del Sol. La Real Casa de Correos les estará esperando para empezar la rutina que precede a las campanadas. «A las once de la noche, como muy tarde, queremos estar aquí», relata. En la última planta, las estrechas escaleras de caracol que acceden al torreón de Sol les estarán esperando para un último vistazo. «En teoría nada debería fallar. Pero por si acaso, aquí estamos siempre», apunta Jesús. Ninguno de los tres se come las uvas. «Eso demuestra que no hacerlo, no trae mala suerte», presume. Comprobado todo, el momento de mayor concentración llega en el instante preciso en el que hay que liberar manualmente la bola. «Se hace justo 28 segundos antes de las doce», explica. «La caída de la bola dura siete segundos. Justo cuando está abajo, empiezan los cuartos. Ahí quedan 20 segundos para que sea exactamente medianoche. Después llegan las doce campanadas que, a razón de tres segundos, terminan pasados 33 segundos de las doce», describe, de memoria, el estricto guión del proceso. «Nuestro gozo es ver a toda la gente celebrándolo ahí abajo. Que todo haya salido bien», concluye López Terradas. Satisfecho por el trabajo bien hecho, la siguiente cita importante la tendrá con su nieta Gadea. Protocolo de seguridad A ras de acera, de que la fiesta siga sus cauces de normalidad se encargan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y los agentes de Movilidad, el personal sanitario y de limpieza que trabajarán en el dispositivo especial para las fiestas de fin de año en la Puerta del Sol. Ellos tampoco se comerán las uvas. La Policía Municipal de Madrid repetirá los cuatro filtros de acceso de ocasiones anteriores y el conteo manual para acceder a la plaza antes de las campanadas. El protocolo se activará esta noche y mañana en coordinación con la Policía Nacional. Los controles de la Carrera de San Jerónimo con la calle de la Victoria serán vigilados por la Policía Nacional, al igual que el situado en la calle de Alcalá con el callejón Caja de Ahorros. Los situados en Mayor con la travesía del Arenal y el de la calle del Arenal con la travesía del mismo nombre serán vigilados por agentes de la Policía Municipal. Los efectivos desplegados supervisarán que cada persona que acceda a esa zona no lo haga con petardos, vidrios u objetos contundentes. Las personas con movilidad reducida tendrán un espacio reservado frente a la calle Correos. La estación de Sol, tanto en el caso de Cercanías como en Metro, permanecerá cerrada hoy y mañana, en ambos casos a partir de las 21 horas.

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