domingo, 29 de diciembre de 2019

Carlos Sainz: «Mi último Dakar llegará, pero ni yo mismo sé cuándo»

La cita navideña de Carlos Sainz con la prensa se ha convertido en una tradición desde que el piloto madrileño decidiera probar suerte en el Dakar, allá por 2006. No habían pasado ni dos años desde su retirada del Mundial de rallys y el gusanillo de la competición le seguía invadiendo todo el cuerpo. Desde entonces solo se ha perdido dos ediciones. La primera fue de forma obligada por las amenazas de Al Qaida que obligaron a sacar el Dakar de África, quién sabe si para siempre. La segunda, por decisión propia al no encontrar un coche lo suficientemente competitivo que le permitiera vencer. Sostiene que ganar el Dakar 2018 con 55 años le hizo tanta ilusión como su primer campeonato del mundo, porque las victorias a esa edad «se ven de forma diferente a cuando eres joven». Apenas unos días antes de partir a Riad asegura estar listo para estirar un poco más su récord de piloto más veterano en derrotar al desierto. Ganó con Volksvagen y Peugeot, y está deseando hacerlo también con Mini. Con 57 años, ¿qué le mantiene en la brecha? Sigo disfrutando y tengo la misma pasión para competir que cuando empecé. Eso es lo que me hace seguir. Si voy es porque me veo con opciones. Si no, no iría. Aún le queda cuerda, entonces... Todos los años han podido ser el último... Y aquí estoy otra vez. No engaño a nadie. De la noche a la mañana tomé la decisión de dejar el Mundial de rallys. Tenía un equipo ganador, un contrato para el año siguiente, toda la logística preparada... Y llegué un día a casa y dije que ya no iba a correr más. Mi último Dakar llegará. Soy el más veterano y no creo que falte mucho. ¿Puede ser este año? Pues sí, pero no lo puedo asegurar porque ni yo mismo lo sé. ¿De qué depende? De que sea capaz de luchar por ganar o no. Un condicionante será si acabo una especial y otro piloto, con el mismo coche que el mío y sin que me haya pasado nada, me mete demasiado tiempo. Seguir así no sería una opción porque no va con mi naturaleza. También digo que no me hubiera gustado dejarlo con una edición como la del año pasado (una avería en la suspensión le dejó sin opciones en la general en la tercera etapa). Empieza un Dakar muy diferente, con nuevas normas y, sobre todo, en un nuevo país. ¿Qué implica eso? Arabia Saudí es un lugar desconocido para todos y abre la puerta a que pasen más cosas. Un país nuevo siempre implica incertidumbre, con terrenos distintos y una navegación más difícil. ¿Qué es lo que más le preocupa? No se habla mucho de ello, pero va a haber tres etapas de más de 500 kilómetros. Eso es algo que no se vio mucho en Sudamérica y que puede resultar crucial. Cuanto más larga sea la especial, más posibilidades hay de cometer errores. El cansancio puede jugar malas pasadas. Después de doce participaciones y dos triunfos absolutos, ¿cuál diría que es la clave para ganar? Es una carrera por eliminación. Los últimos años el ritmo es muy alto, hay que tratar de seguirlo e ir quemando días, que vayan pasando cosas y avanzar en la clasificación. En el Dakar hay que ir con cabeza y resetear cada día, porque es impredecible. Cada jornada es diferente a la anterior y no puedes ir con otra mentalidad que no sea esa. Si un día te dejas diez minutos no puedes volverte loco pensando en cómo recuperarlos. No funciona así. Este año Mini solo lleva dos coches: el suyo y el de Peterhansel. Un equipo tan reducido, ¿es una ventaja? En algunas cosas, sí, porque el equipo se pueda centrar más. Pero en un equipo con tres o cuatro coches siempre hay uno que se descarta en las primeras etapas y ya se convierte en una especie de asistencia rápida para los demás. A nosotros eso es más difícil que nos ocurra. ¿Va la caravana del Dakar a lavar la imagen de Arabia Saudí? Yo le doy la vuelta a ese argumento. Si nosotros podemos ayudar a que un país con una situación complicada relaje sus costumbres con respecto a la mujer y que vaya acabando con según qué prohibiciones, bienvenido sea. ¿Es el lugar adecuado? A nivel deportivo, no tengo ninguna duda. Es un terreno más africano, con desierto abierto y mucha arena. Es una buena elección, a priori. Pero los balances, al final. Tendrá que adaptarse a unas reglas de comportamiento estrictas... Si vas a un país con un tipo de costumbres tienes que adaptarte y respetarlas. A mí, personalmente, lo que más me puede influir es lo del jamón, porque al acabar cada etapa era una alegría tomar un poquito al vacío, del que llevábamos en la maleta. Será difícil de sustituir. De lo demás, yo tampoco soy muy efusivo a la hora de celebrar, pero por darme un abrazo con Lucas tampoco creo que me pase nada. Una pareja sólida Cita Sainz a Lucas Cruz, su copiloto. El escudero en el que deposita toda su confianza para pisar a fondo el acelerador sabiendo que él le avisará de cualquier peligro. Ya estuvo con él en Volkswagen y Peugeot y este será su octavo Dakar juntos. Este año será aún más importante, pues habrá seis etapas en las que entreguen el libro de ruta, o ‘roadbook’, a los participantes solo media hora antes de la salida. ¿Qué le aporta Lucas respecto a otros copilotos que haya tenido? La respuesta es muy clara. He corrido con otros copilotos y no he ganado; he corrido con Lucas y he ganado. Es una excelente persona, un buen amigo. Destacaría su tranquilidad. En un coche se producen situaciones muy tensas, de mucho riesgo. Él me conoce bien y sabe cómo sujetarme. Sabe que este año habrá cámaras a bordo en los coches de los favoritos, ¿verdad? Hay que saber si graban el sonido o no. Tengo que enterarme, porque ya hay algún vídeo en Youtube... No creo que les haga falta, pero... Luego cuando te escuchas, fuera de contexto, esas conversaciones pueden parecer fuertes. En esos momentos de tensión la verdad es que no te acuerdas de que te están grabando. Entregar el libro de ruta poco antes de cada salida, ¿les beneficia? Evita suspicacias y nos iguala a todos. Es un reto añadido. Estaban pasando cosas que no tenían sentido. Hoy en día cualquiera puede descargarse una traza en el teléfono móvil y algunos ya estábamos cansados de hacer el tonto. Parece mentira que eso no estuviese controlado hasta ahora. Al final, en las últimas ediciones ya nadie se perdía. Llegó a un punto que no podía ser. Si el espíritu del Dakar es que hay que ir con el roadbook y sin GPS, pues tiene que ser igual para todos y debe controlarse. Ahora por fin se va a hacer. El rival Alonso Sainz tiene claro quiénes son sus rivales. No suelen cambiar mucho de un año a otro. Repasa de memoria y cita a su compañero en Mini, Stephane Peterhansel, y a la tropa de los Toyota, encabezados por el actual campeón, Nasser Al Attiyah. En esa lista mete también a Fernando Alonso, aunque admite que el asturiano lo tendrá muy complicado. ¿Descarta por completo que Alonso dé la sorpresa y gane el rally? Las primeras veces son complicadas. Fernando ha demostrado que se ha preparado la carrera, haciendo muchos kilómetros. Yo le deseo que lo haga bien, que acabe la carrera, que tenga la mejor experiencia posible y que le sirva para el futuro, si es que decide volver. Viene a una especialidad que está muy lejos de la Fórmula 1 y lo va a tener difícil. Pero es una esponja, pregunta mucho y, como he dicho, en el Dakar puede ocurrir de todo. ¿Recuerda su primer día en el Dakar, allá por 2006? Yo empecé en Portugal y hasta que no llegué a África no tuve esa sensación de no saber qué me iba a encontrar. Pero me había preparado y no estaba especialmente preocupado. «La relación con mi hijo da para escribir un libro» A Carlos Sainz no solo no le molesta que su hijo le haya superado en las búsquedas de Google, sino que le enorgullece. Como él mismo dice, tiene el ego más que cubierto. Ni siquiera se enfada cuando le recuerdan -cada vez menos- su supuesta mala suerte. Con dos mundiales de rallys a su espaldas (1990, 1992), otros tantos dakares (2010, 2018) y un Mundial de raids (2007) se considera más que pagado por su profesión, a la que solo pide ya que respete y permita disfrutar a su hijo tanto como lo ha hecho él. «Yo he ganado el Dakar dos veces, así que sería muy egoista por mi parte no cambiar otro triunfo mío por uno de mi hijo en la Fórmula 1», dice cuando le ponen en la perversa disyuntiva de elegir entre victorias. «Cualquiera que es padre contestaría lo mismo. De todas formas, estoy seguro de que no haría falta cambiar nada, porque ese primer gran premio de Carlos tarde o temprano llegará». Asegura también que nunca había visto un salto de calidad tan grande en su hijo como el de este año, lo que le hace soñar con algo grande: «Soy muy cauto, pero estoy convencido de que Carlos tiene el talento para luchar por ser campeón del mundo. Creo en sus cualidades». La conexión entre padre e hijo no se ha ceñido al ámbito familiar. La temprana vocación de Carlitos por los coches, en su caso por los que corrían en circuitos, les hizo estrechar lazos en innumerables viajes por todo el mundo mientras el hoy piloto de McLaren quemaba etapas en el karting y en las fórmulas de promoción. Aquella convivencia creo un vínculo de especial complicidad, y permitió que el hijo, el mediano de tres hermanos y el único varón, aprendiera mejor que nadie las reglas por las que se rige su padre. Unos valores que hoy son compartidos, como lo son también la pasión por las carreras e incluso hobbies como el golf o la bici. Ambos son, también, igual de machacones. Ahora que ya no le acompaña a todos los circuitos Sainz padre se pasa la temporada preguntando a su hijo por un mundo con tantas aristas como el de la F1. Éste, se venga después en las dos semanas que dura el Dakar. «Él dice que yo soy muy pesado, pero la verdad es que él lo es bastante más», asegura el piloto de raids. «Hablamos cada día después de la etapa. Se preocupa mucho, me da consejos como si hubiera hecho ochenta dakares, me regaña por arriesgar, se enfada cuando no entiende algo... Se podría escribir un libro con nuestra relación. La verdad es que tiene mucho sentido común y escucho lo que dice».

De Deportes https://ift.tt/37lUsXS

0 comentarios:

Publicar un comentario