Imaginen la siguiente escena: una familia se reúne en círculo para tomar una decisión que marcará el devenir de uno de sus miembros. El escrutinio, en riguroso directo, es el siguiente: sí, no, sí, no... Le toca desempatar a la más pequeña, la más reflexiva. Pasan unos segundos. «Sí», dice Elena. La decisión está tomada. Su hermana mayor, Cristina Gutiérrez (Burgos, 1991), participará en la siguiente edición del Dakar, la de 2017. Ni el hecho de ser mujer en un mundo copado por hombres ni su juventud -apenas 24 años- serán un obstáculo. Un par de meses después, la historia estaba escrita: lograría convertirse en la primera piloto de coches española en terminar la prueba más exigente del mundo, algo que haría en dos ocasiones más. Antes de su cuarto Dakar, que dará comienzo en enero, visita ABC. —¿Cómo afronta esta edición? —Con muchísima ilusión. El simple hecho de competir en el Dakar es increíble. Tengo ganas de empezar para intentar superarme, ya que ha sido un año entero de trabajo, complicado a la hora de conseguir la financiación y con la idea siempre de mejorar. Hemos hablado con mucha gente y hemos conseguido mejorar el coche (Mitsubishi Eclipse Cross) en los aspectos que queríamos. Las piezas están mejor redistribuidas, el coche es más ligero, más estable... En definitiva, un coche más competitivo. —Ha mejorado la posición cada año (44ª, 36ª y 26ª). ¿Qué reto se pone para enero? —Me encantaría superarme, pero también tengo que ser realista. Hace tres años mi intención era acabarlo y ahora quiero meterme entre los 25 primeros. La evolución es muy buena, pero tengo que tener los pies en la tierra. Quiero estar dentro del top 25, y para ello, entre otras cosas, hay que tener suerte, ya que no tenemos ni de lejos el presupuesto de los grandes equipos. El coche no tiene piezas de recambio para cada día, por ejemplo, mientras que otros casi tienen un coche nuevo por etapa. —¿Qué ha aprendido desde 2017? —A no agobiarme, a mantener la calma. La primera vez estaba muy expectante y me afectaba todo mucho más. Sigo siendo una novata, ya que hay gente que lleva treinta años en el Dakar, pero llevo el suficiente tiempo como para haber aprendido por dónde pueden ir los tiros. Hay menos cosas que me pillan desprevenida. —¿Qué le parece que esta edición se celebre en Arabia Saudí? ¿Conoce el terreno? —Apenas se ha hecho algo allí antes y creo que es una buena noticia. En Sudamérica el recorrido estaba un poco trillado, algunos ya se lo sabían y había más desigualdad. A este desierto, en cambio, no ha ido nadie. —Una mujer en el Dakar es reseñable, pero si encima este se celebra en un país como Arabia Saudí, lo es mucho más. —Es verdad. Cuando me enteré de la sede me sorprendió. Luego fui a la presentación en París y la organización me contó lo que se iba a hacer y me quitaron las dudas que podía tener. Va a ser un Dakar muy bonito. —¿Cree que lo ha tenido más difícil por el hecho de ser mujer? —Al principio es más complicado que apuesten por ti, porque, además, yo era muy joven. Apenas tenía 24 años en mi primera edición. El Dakar suele ser para gente más experimentada y cuesta creer en un perfil como el mío. Pero luego, cuando llegas, es más fácil que una empresa se fije más en características como las mías. —¿Cómo afecta que sea tan joven? —Siempre ventajas. Tengo más años para llegar a donde quiera y es un valor poco habitual en el Dakar -creo que somos el equipo más joven, ya que mi compañero tiene 28 años-. Estoy disfrutando la vida desde muy pequeña. Una dentista en el desierto La dificultad para medirse a la exigencia de la arena es mayor para Gutiérrez si tenemos en cuenta que ella, además de piloto de rallys, es ortodoncista en su Burgos natal. Del mismo modo que heredó de su padre el amor por el motor, esta profesión también viene de familia. Así, durante el año, cuando no está compitiendo, es normal verla en su clínica, donde, reconoce, no termina de ser ajena al Dakar. «Me lleva el 90% de mi tiempo mental. Estoy trabajando y estoy pensando en esto, aquello... Pero que no se enteren mis pacientes», dice riendo. Uno de ellos, cuenta, incluso le pidió entrevistarla para el colegio. «Hace poco otra se me quedó mirando y me dijo: ‘¿Tú sales en un anuncio?’. Y yo: ‘Bueno, sí...’», recuerda. —¿Hay tiempo para la distensión durante el Dakar? —Sí, sobre todo en los enlaces. Son 7.500 kilómetros, de los cuales 2.000 son de enlace, que son por carretera. Tienes tiempo para hablar con tu copiloto, para escuchar música... —¿Y qué escucha en pleno desierto? —Depende de mi estado de ánimo. Si estoy cansada, me gusta algo cañero. Si lo que necesito es relajarme, cambio de estilo. —¿Cómo es el Dakar cuando no se está compitiendo? —Si tienes suerte y la etapa va bien, descansas alrededor de cinco o seis horas. Te vas adaptando y ese poco sueño que tienes lo aprovechas. La adrenalina ayuda a no sufrir mucho el cansancio, aunque luego cuando vuelves estás reventado. En la segunda edición, por ejemplo, estuve tres días sin dormir y cuando me eché una hora lo acabé celebrando. Cambia mucho la perspectiva en el Dakar. —Porque, ¿cómo afecta el cansancio? —Aquel año sufrí un montón de situaciones surrealistas. Estás tan agotada que se pasa muy mal. El copiloto, por ejemplo, me cantaba rotondas en mitad del desierto. Yo veía a gente que se cruzaba y resulta que eran setos. No asimilas bien la realidad. Es un estado mental que habría que estudiar. —¿Que es lo peor que le puede pasar a uno en un Dakar? —Hasta ahora, lo peor que me ha pasado es que te alcance la noche, no puedas descansar y estés días sin dormir. El segundo año lo pasé fatal. Sé que hay cosas peores, pero de momento es eso. Llegas justo para empalmar la etapa, no puedes dormir... —¿Cómo valora la participación de Fernando Alonso? —Genial. Es mi ídolo desde que tengo cero años (ríe). Fernando es una persona que le va dar una visión diferente al Dakar. Va a atraer a mucha gente que normalmente no seguiría esta competición. —¿Algún consejo para él? —Ninguno. En todo caso, él a mí (ríe). Es muy difícil aconsejar a Alonso, pero le diría que disfrute, que aproveche el Dakar y que haga lo que sabe hacer.
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