martes, 24 de diciembre de 2019

Rahm, por un 2020 de grande y oro

Es difícil no repetirse cuando hay que explicar los logros de Jon Rahm. Su ascensión a la élite mundial ha sido tan meteórica y espectacular que pocos epítetos se pueden añadir ya a los glosados anteriormente. Por eso, de cara a buscar objetivos para el año nuevo, obligatoriamente hay que poner las miras muy altas. Ya fue número dos mundial (actualmente es tercero), acabará 2019 como número uno europeo y gana torneos con una facilidad pasmosa (acumula diez en tres años). De manera que los grandes retos se le apuntan ya como obligatorios: los majors y los Juegos Olímpicos. Con el carácter, cualidades y confianza que tiene, es difícil no creerle cuando dice que va a hacer historia en el mundo del golf. Lo que en cualquier otro golfista sería una fanfarronada, en su caso se torna una profecía; por eso conviene efectuar un repaso a lo que acaba de lograr y ver sus expectativas ante la nueva temporada, que comienza el 2 de enero en el torneo de campeones de Hawái. Lo que más llama la atención es su capacidad de adaptación a las circunstancias. Con una capacidad de aprendizaje tremenda, es capaz de interiorizar lo sucecido en años anteriores y ponerlo en práctica en el momento oportuno. Y esto se nota en los grandes, que «son los momentos clave de cada temporada a los que todos los jugadores llegan en su mejor momento -explica-. Por eso, es muy importante haberlos jugado previamente para saber cómo afrontarlos y qué hacer en cada momento. Esto se ve mucho más claro en Augusta, porque siempre es el mismo campo y, después de haberlo jugado ya varias veces, siento que puedo ganar la chaqueta verde». A ver quién le dice que no. Acumula dos top-10 en tres visitas y es el primero de los puertos de montaña de un 2020 que se presenta apasionante. Repaso a un año triunfal Pero antes de tratar de anticipar el futuro, conviene analizar con detalle lo que acaba de pasar, para así poder sacar consecuencias. Y Jon las tiene muy claras. «Ha sido una temporada un poco extraña y no sé muy bien cómo resumirla. Cuando acabó el curso del PGA Tour en Atlanta en septiembre, había logrado dos victorias (Nueva Orleans e Irlanda) y según las estadísticas había sido mi mejor campaña profesional. Sin embargo, yo internamente sentía que había hecho buenos resultados pero sin pegarle todo lo bien que yo quería a la bola». Ahí está la clave del éxito. Si se sacan réditos sin estar a tope, a partir de ahí todo lo que llegue será mejor. Una certeza que le ayudó a acabar el trimestre a lo grande. «Ver que fui capaz de jugar bien al golf sin pegarle de maravilla me dio mucha moral para lo que quedaba de año. Si a eso le sumamos unas semanas de descanso que ya necesitaba tenemos la explicación al gran cambio que se produjo en el tramo final -recuerda-. Jugué muy bien, me sentí muy cómodo y acabé a lo grande, con dos triunfos más (España y Dubái), el liderato del Orden de Mérito europeo y un subcampeonato en las Bahamas. La verdad es que no me lo esperaba». Esa sinceridad le lleva a rectificar la nota que se había otorgado a sí mismo en Atlanta (8,5) hasta un (9,5) en Dubái, aunque reconoce que «nunca me daré un diez, salvo que lo gane todo o ya sea el año de mi retirada y no lo pueda mejorar. Como competidor que soy siempre me exijo un poco más y jamás existirá la perfección. Prefiero tener siempre un reto a la vista para no dejar de esforzarme y tratar de ser el mejor en cada momento». Como los majors son objetivos recurrentes cada año y hay cuatro, es entendible que la cita que tenga marcada en rojo en el calendario de 2020 sean los Juegos de Tokio. Se juega un torneo olímpico por cada dieciséis grandes y por eso el vasco le otorga tanta relevancia. «Para mí, como deportista, los Juegos Olímpicos son lo más importante -asegura-. Cuando crecí nunca pensé que fuera posible que el golf fuera olímpico, era algo que no entraba en mis previsiones; por eso, verlo ahora en el programa y saber que puedo formar parte de ello me llena de orgullo. Para muchos atletas llegar a ser olímpicos es todo un honor y, aunque de momento el golf no tenga el mismo reconocimiento que otros deportes que llevan más años ahí, seguro que lo tiene con el paso del tiempo». Un golfista de equipo No cabe duda de que Rahm es un golfista especial. Sabe que vive de una actividad individual, pero adora jugar en equipo. Por eso disfrutó tanto en la Ryder Cup y ahora anhela poder formar parte de esa familia que estará presente en el país nipón. Aunque, conociéndole, no se va a conformar simplemente con acudir. «Ya el colmo sería poder ganar el oro -imagina-; he tenido la suerte de ser campeón europeo y mundial representando a España y hacerlo también en unos Juegos sería lo máximo. Pocos pueden decirlo y sería todo un honor poder seguir la estela de figuras como Rafa Nadal, aunque todavía queda mucho para eso».

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