Caen los años al tiempo que van erigiéndose los mitos. Donde se descuenta del calendario, se suma en el expositor de particulares orgullos. El fútbol, casi siempre el deporte, los levanta con prisas, ni mediada la vida del divinizado, de manera que lo que viene a menudo se convierte en un transcurrir por la pasarela del aplauso. Con todo, el pánico al adiós posterga a menudo las retiradas de futbolistas que ya dejaron atrás sus mejores días. Aunque quizá no siempre sea necesariamente eso. Quizá sea la pura pasión, el púlpito por el que el deportista se agarra a su disciplina como el artesano a su arte. Casillas, que tiene pendiente su despedida, se ha negado a que 2019 quede registrado como el año en que cuatro irrepetibles del fútbol español, Xavi, Torres, Villa y el propio portero, se despidieron de la pelota para dejar paso a su vida. Prácticamente apagada está ya la generación que inició la etapa dorada de la selección en 2008, con Ramos, Silva, Albiol y Cazorla como representación de la resistencia en la élite. Santo y seña de aquellos días felices es Xavi, rendido al paso del tiempo el pasado 20 de mayo, 39 años. No así al cansancio, porque desde entonces se ató al banquillo del Al Sadd, el último equipo que lo disfrutó, para lanzar su carrera como técnico. Acaba de participar en el Mundial de Clubes, donde cayó eliminado ante el Monterrey en cuartos de final (2-3), aunque su flema no asomó hasta después de caer en el duelo por el quinto puesto ante el Espérance tunecino (2-6): «Ha sido inaceptable, pido perdón a todos nuestros aficionados. Para el futuro tenemos que cambiar muchas cosas (…). Ante Monterrey jugamos muy bien, pero hoy no mostramos ningún tipo de intensidad. No puedo aceptar este tipo de rendimiento por parte de mis jugadores». También había hecho ya sus kilómetros Torres cuando decidió que había sido suficiente, el 21 de junio. Eran los días en que vestía la camiseta del Sagan Tosu. Con 35 años, 18 como profesional, al niño bonito del Vicente Calderón el fútbol empezaba a hacérsele bola. Colgadas las botas, emprendió su carrera lejos del césped: se prepara en el ámbito de la dirección deportiva con vistas a un cargo en el Atlético de Madrid. Dónde si no. Su traspaso del Liverpool al Chelsea en 2011 supuso un punto de inflexión en su carrera, no tanto por los 58 millones de coste –cifra récord aquellos días, aún hoy la cuarta incorporación más cara en la historia del club de Stamford Bridge–, si no porque desde entonces el gol se le atascaría sin remedio. El listón, 33 goles en su mejor año con el Liverpool de Benítez (07-08), estaba bien arriba. Del campo a los despachos Villa, tantos años viendo por el rabillo del ojo a Torres cuando tocaba defender a España, tomó nota y emuló a sus compañeros el 13 de noviembre. Llevaba desde 2018 en el Vissel Kobe, compañero de un Iniesta que de momento estira su relación con la pelota. Antes, ya en 2014, se había descolgado de la élite: dejó el Atlético de Madrid y experimentó en Nueva York y Melbourne. Al asturiano parece que, como al delantero de Fuenlabrada, le tiran más los despachos que el campo. No había ni anunciado que lo dejaba cuando hizo pública la fundación de un club en el barrio de Queens, el Queensboro FC, que competirá desde 2021 en la United Soccer League. Tiene, a sus 38 años, una escuela para la proyección de talentos, Dv7 Group, y una productora propia, Designated Player. El parte de bajas se amplía de forma dramática conforme los ojos se alejan de nuestras fronteras: Arjen Robben, Samuel Eto’o, Wesley Sneijder, Robin Van Persie, Bastian Schweinsteiger, Peter Cech, Diego Forlán, Patrice Evra, Andrea Barzagli, Ashley Cole, Peter Crouch... Unos llegan, otros se van. Sucede en la vida, también en el fútbol.
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