De fenómeno en fenómeno, como la abeja que reparte su atención entre las flores al alcance de sus alas, la NBA consume una temporada más derritiéndose ante las proezas de sus nuevos superhéroes. Donde ayer, hoy y parece que por siempre LeBron ocupa portadas, pide turno la anotación desbocada de Harden, la precocidad con la que Doncic tumba récords o el exagerado acierto de un Curry que, lesionado y sin equipo para competir, tendrá que esperar. En esas, de cuando en cuando, emerge la figura de un fenómeno de la naturaleza como Giannis Antetokounmpo, ese chicarrón griego al que un cazatalentos convenció para elegir la canasta frente al fútbol. Conviene recordarlo, pues con la tontería se ha convertido en un MVP sin placa, castigado por su convivencia en el Olimpo de la mejor liga de baloncesto del mundo con varios monstruos de su estirpe. La excepción parece esta temporada más cerca que nunca, pues su equipo, los Milwaukee Bucks, presumen del mejor registro de la competición, 19-3, holgados líderes en el Este, empatados con los Lakers. Acumulan, además, una racha tremenda, 13 victorias del tirón que certifican su mejor inicio de curso desde el año en que los Bucks de Kareem Abdul-Jabbar ganaron el anillo, 1970-1971. La diferencia entre la franquicia que el año pasado sucumbió ante los Raptors, a la postre campeones, y el conjunto que este año presentaría una candidatura tan sólida como la que más está en la última evolución de «The Greek Freak». A tenor de sus estadísticas, parece que viene en camino: promedia 31 puntos por partido, el segundo mejor de la NBA y 3,3 más que el año pasado, más 13,2 rebotes. Y por si fuera poco en su última actuación, ante Detroit Pistons la noche del miércoles, logró un 4 de 8 en triples, la única habilidad que parecía fuera del alcance de un «Anteto» que aspira a todo.De Deportes https://ift.tt/2Pl3OeK
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