En medio de este tormento en el que ha quedado sumido el Real Madrid después del patinazo europeo ante el Brujas, pocas notas positivas encontrará el club blanco más allá del realzado nivel de Toni Kroos. El centrocampista alemán lleva varios partidos siendo uno de los dos o tres hombres destacados de su equipo, por más que el juego, desde la goleada encajada en París, haya simplificado sus rutas hacia el gol y entregado al sudor, la concentración y la implicación del más pintado la protección de la portería de Courtois. Ninguna de las dos premisas parece encajarle demasiado bien al centrocampista de la selección alemana y, sin embargo, si acaso Benzema o Casemiro pueden mirarle a los ojos en lo que respecta a las notas individuales de los futbolistas blancos en estas últimas semanas. Este último precisamente porque nadie brilla más que él cuando se trata de apagar fuegos ajenos, bombero de excelencia testada en las noches más calientes, un parche capaz de tapar algunas de las carencias más sonrojantes expuestas por osadías como la deslavazada presión adelantada que el Madrid viene practicando. Del punta francés poco más se puede elogiar ya más allá de lo glosado desde la marcha de Cristiano Ronaldo: su fútbol le ha dado para dotar al ataque madridista de algo parecido a un sistema, apoyado en sus afines y rematado por una capacidad para el cabezazo casi obscena en un bailarín como él. Algo sabe Kroos de inventarse mecanismos, seguramente porque por su cabeza y sus pies pasan unos cuantos a los que no les falta más que una chispa para encender una luz que aporte sentido en medio de la oscuridad. Su fútbol ha engordado a fuerza de engullir tareas. Su importancia, ahora sí, está flotando a la altura del futbolista. Y su dimensión no es cualquiera. Núcleo En los últimos encuentros, Zidane viene exigiendo a James, Valverde o Modric que rellenen un espacio que el Madrid tiende a generar cuando acumula posesión y hombres en el sector izquierdo del campo. Ahí Kroos ejerce como un núcleo magnético en torno al cual giran posesión y compañeros, especialmente ante la ausencia reciente de jugadores con tendencia a acumular segundos con balón como Isco o Marcelo. De esta forma, el ex del Bayern de Munich se encarga de recibir el primer envío de Sergio Ramos acostado sobre el espacio del lateral para, una vez que las piezas se ordenen a su compás, decidir entre jugar con Hazard o Benzema para acercar al equipo al área o ejecutar un cambio de orientación. Cuando la jugada progresa, Kroos se está adheriendo a la frontal del área para dar continuidad a las circulaciones más allá del apoyo inane que puede prestar a 40 metros del arco. Esto le está permitiendo crecer como finalizador, una de las facetas a través de las cuales el centrocampista teutón se hizo un nombre en Europa. El alemán ha disparado hasta en diez ocasiones en los últimos tres partidos, y promedia al menos el doble de disparos que en el resto de temporadas como jugador blanco. También le ha permitido importante en la recuperación, activándose de forma proactiva para robar arriba y no quedando expuesto a un rival que llega en oleada después de superar la primera tentativa de presión. En ocasiones, como en el derbi ante el Atlético, robó más que Casemiro. Por todo esto, al margen de que su forma física pueda haber mejorado en este tramo de campaña, ningún motivo pesa más en la particular balanza de Kroos que el fútbol que este Real Madrid, para bien o para mal, le está pidiendo que practique.
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