lunes, 10 de octubre de 2022

El teatro olvidado de Usera, condenado a edificio fantasma para el resto de sus días

El edificio está cerrado a cal y canto, inerte. Gloria, de 72 años, cruza delante de la fachada tapiada con su bastón, indiferente. «Llevo toda la vida en el barrio, nací en la calle de Mirablanca, ahora estoy en Antonio López y nunca, jamás, he sabido que esto era un teatro. Pensaba que formaba parte del ambulatorio», reconoce la septuagenaria, de camino a su rehabilitación en el centro de salud anexo al cadáver de hormigón. El teatro fantasma de Usera cumple ya 30 años de abandono, un inmueble a medio construir que ha visto frustrados todos los intentos de resurrección y que ahora recibe su sentencia de ruina definitiva. El Teatro (inacabado) de Almendrales ha quedado en mural de grafiteros y nido de palomas, resultado de una historia que ha esperado tres décadas para su desenlace. Según ha podido saber ABC, el Ayuntamiento de Madrid, que se comprometió en 2019 a rescatarlo del olvido, descarta convertir la mole pintarrajeada en un centro cultural, o en cualquier cosa, por «inconvenientes urbanísticos». Antonio Lopera es el padre del proyecto que arrancó en 1992. El arquitecto, junto con otro compañero, Javier Alau, fue el encargado de diseñar la remodelación de la antigua colonia de Almendrales en los años 80. Redactaron el plan director de toda la actuación y parte de los equipamientos: un centro de salud, un espacio lúdico-deportivo y un centro cívico-cultural. El tercero, en manos de Lopera, se paralizó tres años después de que empezaran las obras. «La empresa constructora quebró, y en esto cambió el régimen de la Comunidad de Madrid, del mandato de Joaquín Leguina a Alberto Ruiz-Gallardón, y no consideraron de interés prioritario terminar la obra», cuenta el arquitecto. Hasta hoy. Cronología de un esqueleto olvidado 1987: Una nueva colonia En la década de los 80, el antiguo Ivima (Instituto de la Vivienda de Madrid) encarga la remodelación de la colonia de Almendrales a dos arquitectos, Antonio Lopera y Javier Alau. 1992: Arrancan las obras La construcción del centro cívico-cultural para el barrio comienza en 1992, a cargo de Lopera, que diseña un pequeño cine-teatro con 300 localidades y una primera planta con acceso individual para la asociación de vecinos. 1995: La constructora quiebra Tres años después que se inicien los trabajos, la empresa constructora quiebra y abandona el teatro a medias. La estructura completa, sin equipamientos, aguanta desde entonces el paso del tiempo. 2006: Propuestas fallidas de resurrección Hace una década, el Obispado de Madrid quiso recuperar el edificio para usos pastorales, pero la idea no fructificó. En 2006, el Instituto Nacional de Artes Escénicas y Música intentó convertirlo en la sede de la Compañía Joven de Teatro Clásico, sin éxito. 2011: Sede de La Osera A finales de 2011, los vecinos entraron en el inmueble, desescombraron y limpiaron durante tres meses, para transformarlo en La Osera, un centro social autogestionado. El mismo día de su inauguración recibieron la orden de desalojo. 2019: El compromiso unánime de Cibeles En noviembre de 2019, todos los grupos municipales aprobaron por unanimidad rehabilitar el teatro fantasma y redactar el anteproyecto económico para cuantificar la inversión necesaria. 2022: Abandono total Tres años después del acuerdo plenario, el edificio vuelve a la casilla de salida: el ayuntamiento ha comprobado que existe una serie de obstáculos administrativos que hacen imposible su rescate. Lopera imaginó un cine-teatro pequeño (1.850 metros cuadrados) de hormigón visto, con poco más de 300 localidades, patio de butacas, palcos, platea y una entrada independiente para la primera planta, que podría servir de oficinas para la entonces boyante asociación de vecinos. «Iba a ser un centro cultural para las actividades de los vecinos, pero con un valor objetivo como edificio de espectáculos, porque eran tiempos de cambios y yo pensaba que la fuerza de la asociación vecinal en ese momento no se iba a conservar», recuerda. Un nuevo proyecto El esqueleto sigue ahí, una estructura sólida y vacía atascada en embrollos burocráticos que impiden la cesión gratuita de la parcela, a nombre del antiguo Ivima (Instituto de la Vivienda de Madrid), al consistorio. «Es perfectamente aprovechable, ha aguantado el paso de 30 años. Me da mucha pena, no porque sea un edificio mío, sino como ciudadano, que haya enterrado e inmovilizado un chorro de dinero público», lamenta Lopera. Lo que se llegó a erigir de este teatro isabelino costó unos 200 millones de pesetas, al cambio, 1,2 millones de euros. Sin embargo, el ayuntamiento estudia otra ubicación para el prometido centro cultural de Almendrales, en la calle de Tomelloso, 4, un terreno propuesto por el distrito de Usera. El presidente de La Unión de Almendrales, Eugenio Brea, ha dedicado 30 de sus 77 años a luchar por el teatro fantasma. «En todos los barrios con remodelaciones tienen centros culturales. La gente lo está pidiendo aquí, en la colonia. También para la tercera edad, que nos tenemos que ir a Orcasitas, tenemos que estar por ahí de préstamo, como quien dice», escenifica. La última noticia que tiene de este eterno bloqueo es que el centro cultural se trasladará unos 200 metros, al territorio de la otra asociación vecinal del barrio, La Mancha, y que el ayuntamiento le enseñará el proyecto a finales de año. «Es un terreno de la Consejería de Sanidad y del Ivima, que dicen que ya lo tienen todo arreglado... Ya me espero cualquier cosa», reconoce Brea. El estado de la parcela, a nombre del antiguo Ivima, imposibilita su cesión al ayuntamiento y cualquier actuación de rehabilitación Tres décadas dan para mucho. El arquitecto Lopera ha sido testigo de varios intentos fallidos de resucitar el inmueble. El primero, hace una década, por parte del Obispado de Madrid para usos pastorales. «Querían compartimentarlo en pisos para sus oficinas, les dije que me parecía un disparate. No debieron llegar a ningún acuerdo», cuenta Lopera. Después, en 2006, el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música planteó convertirlo en la sede de la Compañía Joven de Teatro Clásico. «Me encargaron un informe, estaban entusiasmados con el edificio, pero la responsable se fue y no se hizo nada», rememora. A finales de 2011, los vecinos tomaron la iniciativa. Se internaron en el esqueleto, desescombraron y limpiaron durante tres meses para transformarlo en La Osera, un centro social autogestionado —al estilo de otros espacios okupados de Madrid, como el Patio Maravillas — donde organizar clases, talleres, incluso sembrar un huerto urbano. El colectivo compuso una biblioteca con 500 referencias. El mismo de día de la inauguración recibieron la orden de desalojo. Los vecinos asisten a la inauguración de La Osera, a principios de 2012 FOTOGRACCIÓN Con la enésima tentativa, en noviembre de 2019, el pleno del Palacio de Cibeles aprobó por unanimidad de todos los grupos políticos rehabilitar el Teatro de Almendrales. Se acordó «desarrollar un anteproyecto económico para cuantificar la inversión necesaria», como anunció la concejal presidenta de la Junta Municipal de Distrito de Usera, Loreto Sordo (PP), que pidió «un poco más de paciencia» a los vecinos. Otros tres años de espera en los que el ayuntamiento ha descubierto una barrera infranqueable de trámites administrativos. La barrera burocrática El estado de la parcela, en la calle de Visitación, 3, es complejo, según la información facilitada por el Área de Obras y Equipamientos. El teatro comparte finca registral y parcela dotacional con el centro de salud. Para realizar cualquier obra en el primero, hay que dividirlo del segundo, pero la normativa urbanística no permite la segregación «al no cumplir la porción las condiciones de parcela mínima». La separación, de todas formas, requeriría una modificación del planeamiento que el ayuntamiento «no considera actualmente factible». Tampoco «se conoce existencia de licencia» de las obras de 1992, que están fuera de ordenación —no legalizadas—, por lo que se prohíben trabajos más allá de «obras de reforma o mejora», lejos de lo que necesita el teatro. La edificabilidad de la parcela, además, está «prácticamente agotada» por el ambulatorio y «no existe apenas margen» para ejecutar el proyecto. Más allá de los obstáculos urbanísticos , entra en juego la regularización de la inscripción catastral, a nombre del Ivima, y registral, de la Tesorería General de la Seguridad Social. Solo con el terreno en manos de la Agencia de Vivienda Social se podría efectuar su cesión gratuita al ayuntamiento. Así que el teatro seguirá siendo un edificio fantasma, intocable, y los vecinos seguirán esperando su escenario. «Yo lo que quiero es verlo, he luchado por hacer la remodelación del barrio y quiero dejarle un centro cultural», anhela Brea.

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