A Álvaro Pombo nada madrileño le es ajeno. Por eso vive en un alto de un barrio tan «mesocrático» como es el de Argüelles. Rodeado de marinas y de imágenes de la Castilla de verdad, la de Los Torozos y la de Tierra de Campos. Escritor, político cuando tocó y académico de la RAE, Pombo cuenta su Madrid, que no es el de las tertulias literarias, y sí, quizá, el de los paseos por el parque del Oeste y el de su juventud estudiantil, cuando por «un duro» daban bravas auténticas en El Quinto Toro, que hoy es una clínica de belleza. Ve los destrozos del botellón en los lugares de su juventud y se lo llevan los demonios. Cuando va los jueves a la Real Academia Española, siente un placer recorriendo ese Madrid elegante y «aristocrático» . Habla de los cielos sin desmerecer los de la paramera palentina, de la visión del Cristo del Otero, si bien la paleta de colores que alguna vez contempla desde la Academia bien vale un verso. Noticia Relacionada estandar Si Pedro Ruiz: «Barcelona está cortada como una mayonesa, y eso en Madrid no ocurre» Jesús Nieto Jurado El célebre presentador, y desempeñado en una ristra de oficios, va y viene de la capital a la Ciudad Condal en la conversación. Con sus similitudes, sus diferencias, sus virtudes y sus defectos Comprometido con su tiempo, en el Argüelles de siempre tiene su librería, su café y su domicilio. Y también un gato con «la educación de un Austria» que anda roneando en el salón, tan coqueto y silente «como un Habsburgo». El gato, por su parte, es ajeno a las respuestas del autor, que entremezcla sin perder el hilo, que es Madrid, «el sitio más imposible del mundo como ciudad». —¿Existe la gran novela madrileña? —No lo sé, no tengo ni idea. Aunque yo he escrito mucho de Madrid. —Veo varias marinas y escenas del campo castellano. ¿Hay nostalgia del mar? —Hay. Son mis dos paisajes favoritos. La bahía de Santander y el caserío, todo el recorrido que hay que subir para llegar a Los Torozos. La Castilla más dura. Tierra de Campos. Me he vuelto muy castellano. —Santander es el puerto de Castilla... —Santander es verde, no tiene nada que ver. —¿Por? —Mi Castilla es un erial. Yo soy muy castellano, muy cabrón, si quieres. Somos secos. A mí me gusta mucho Santander, pero es otra cosa. —¿Hasta qué punto Madrid es esa Castilla esencial? —Madrid es un vertedero de todas las Españas. No digo lo de que sea un vertedero de las Españas en un mal sentido. Es también un rompeolas, como decía Antonio Machado. Madrid es una ciudad administrativa, de funcionarios, que Felipe II convirtió en capital. Esto ha sido un secarral toda la vida. El mundo de los Austrias, al que pertenece mi gato, es un mundo de la voluntad. Si te fijas bien, Madrid es el sitio más imposible del mundo como ciudad. —¿Ha sido un fijo en la vida literaria madrileña? —Nunca me ha divertido eso que llaman la vida literaria. Me ha divertido escribir, pero no la vida literaria. Sólo me gusta la Real Academia. No me divierte la bohemia, ni la bohemia de Madrid ni la de ningún lado. —Pero Madrid tiene sus sitios... —Este barrio es universitario e íbamos a tomar boquerones en vinagre para dos personas y unos chatitos. En el Quinto Toro hacían unas patatas bravas que recuerdo con delicia. Echaban un mejunje atomatado, picante, fuerte. Te costaba un duro aquello. —¿Ha comido bien en Madrid? —Sí, he comido muy bien. Los callos a la madrileña eran y son una cosa deliciosa. Antes había sido una persona de buen comer, me gustaba. Adoro la paella, pero no soy un 'gourmet'. —¿Qué le parecen los cielos de Madrid? —Son estupendos. Aquí veo el sol y lo tengo toda la tarde. Los cielos de Madrid son la gran contemplación. Mi libro 'Protocolos para la rehabilitación del firmamento'. En ese libro se puede encontrar una nota que habla de mi entusiasmo por los cielos de Castilla. Madrid, es cierto, es más suave. Los atardeceres son maravillosos. Los jueves, alrededor de la Academia, es espléndido. Este barrio es mesocrático, el de la RAE es aristocrático. Estoy donde me corresponde. —Madrid se ha puesto de moda como ciudad de la libertad. —A mí la palabra libertad no me gusta si no la estructuras en un sistema de necesidades. Hegel decía que la libertad es conciencia de necesidad. Es el concepto menos sólido que existe. El concepto de libertad como hacer lo que te dé la gana no es aceptable. Vivo una vida disciplinada, controlada; si no lo hago, se me escapan muchas cosas. —¿Madrid es anárquica? —Es una ciudad en la que se trabaja mucho. Se trabaja como mulas. Lo malo es la juventud maleducada, consentida, a la que se le ríe las gracias. —¿En qué sentido se le ríe las gracias a la muchachada? —A mí me encanta esta parte de Madrid, la del parque del Oeste. Pero si se la dejas a los de los botellones, la convierten en un vertedero (en el mal sentido). Hay una voluntad de feísmo. —De su ático a la Academia... —Voy en taxi por el Madrid clásico, señorial, elegante. Me gusta mucho. Todo eso es precioso, pero no es un sitio en el que habitualmente esté. Soy una persona de barrio, como se puede ser una persona de pueblo. No tengo necesidad de grandes cosas. Hay viajeros y sedentarios, yo soy sedentario. Me gusta lo que veo, la terraza, el gato... —Javier Marías, recientemente fallecido, era dueño de un Madrid muy particular. —Porque Javier Marías es otro mundo. Fuimos amigos de jóvenes durante los primeros años... Después se encerró en su mundo. Confío en que Javier haya disfrutado de su vida.
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sábado, 8 de octubre de 2022
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» Álvaro Pombo : «Madrid es, en el buen sentido de la palabra, el vertedero de todas las Españas»
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