jueves, 8 de septiembre de 2022

Recorrido por las tripas del Instituto de Medicina Legal de Valdebebas

Más de 9.000 metros cuadrados se levantan sobre una parcela de Valdebebas, con un diseño tan original que nadie que lo vea lo olvida. Se lo conoce como 'el dónut', pero en realidad, pretende ser «un glóbulo rojo o hematíe», según apuntó su creador. Es el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Madrid , uno de los más modernos de España y del mundo. Un edificio con muchas singularidades, con un aparcamiento preparado para ser utilizado como sala de autopsia , y un tratamiento arquitectónico que permite pasar de la luz y el sonido a la penumbra y el silencio sólo con recorrer unas decenas de metros. Alejandro Zaera fue el arquitecto que diseñó este Instituto, formado por «plantas en forma de anillos concéntricos de distintos tamaños» y cubiertos todos «por una piel perforada de placas de acero inoxidable que las envuelven en su totalidad», como explica José Luis Soler , arquitecto de la Consejería de Presidencia y Justicia. En el centro de cada planta, hay un orificio que constituye un patio interior, en forma de esfera que apenas se sujeta a varios puntos fijos, y parece flotar: la piel exterior «se vuelca hacia el centro y gira para mantener esa esfera». «Este edificio nació para ser Instituto de Medicina Legal ; no podría ser otra cosa, todo en él está pensado para ese uso«, indica Soler. Enrique Dorado, del laboratorio de Antropología, en el interior del 'dónut' de Valdebebas Ignacio Gil En el anillo exterior están los laboratorios , las aulas magnas, los despachos y el salón de actos: las actividades 'hacia fuera'. Y en el interior, están las salas de autopsias, las cámaras frigoríficas de cadáveres y la sala de bioseguridad, todas además bajo rasante: es donde se trabaja con la muerte. El director del Instituto, Eduardo Andreu , acompaña a ABC en el recorrido por las tripas del inmueble, un espacio muy especial en el que, por su forma circular, es fácil desorientarse. Para evitarlo, Soler puso en servicio un sistema de navegación norte-sur y este-oeste , «una rosa de los vientos» que indica en algunos puntos de cada planta dónde estamos. Morgue improvisada El Instituto es el único edificio que llegó a construirse del primitivo proyecto de Campus de la Justicia . Nunca se utilizó y pasó más de una década cerrado. Hasta que el Gobierno madrileño lo recuperó en 2020 como morgue improvisada , para atender la demanda de la pandemia. Ahí nació la idea de recuperarlo: se puso al día y se trasladó a él el Instituto Anatómico Forense, que hasta entonces estaba en la Ciudad Universitaria . Esto fue en diciembre de 2020. En el segundo sótano, están las instalaciones de purificación del agua que se utiliza en el edificio, que es sometida a un doble proceso antes de verterse a la red de alcantarillado. En esa misma planta, el aparcamiento. «Como ya tuvimos que participar tras el 11-M y el accidente de Spanair, hemos aprovechado la experiencia acumulada, y planteamos que la planta de aparcamiento estuviera preparada, por si hacía falta, como sala múltiple de autopsias«, explica Andreu. En efecto, junto a los vehículos estacionados, en las paredes hay un dispositivo de toma de datos, otro de vacío y otro de agua, y en el suelo, en cada plaza, un sistema de desagüe. Sala de bioseguridad El Instituto tiene en total 205 cámaras de refrigeración para cadáveres, «todo preparado para cuando hay una sobrecarga». Los pasillos por donde se trasladan las camillas con los cuerpos están forrados con aluminio en su mitad inferior. En este nivel inferior, junto al edificio del Instituto, existen unos túneles ya construidos, pensados en su día para la comunicación entre edificios de lo que iba a ser el Campus de la Justicia. Ahora, tanto el Instituto como el vecino Hospital Isabel Zendal tienen los suyos –independientes ambos–, que utilizan. En el primer sótano existe también la sala de bioseguridad, con nivel 3+: «Permite realizar en ella autopsias a cadáveres con Covid, ébola y otras enfermedades contagiosas «, asevera Andreu. Una sala »muy costosa técnica y económicamente, para cuya construcción fue necesario incluso reforzar los suelos«, y que requiere una limpieza extraordinaria. Zona 'limpia' y 'sucia' Una sala de un blanco que daña la vista, con cámaras de refrigeración para varios cuerpos y una mesa de autopsias de tamaño grande, «apta para cadáveres de todo peso, incluso aquellos con obesidad mórbida», explica. La sala está preparada para que la circulación del aire se produzca siempre en horizontal, y tiene además presión negativa: cuando se abre una puerta, el aire siempre entra, nunca sale. La última innovación introducida en el edificio es la separación entre la zona 'limpia' y la 'sucia', como en los quirófanos : «Nunca se cruzan las personas que vienen de la calle con las que están trabajando». Las salas de autopsia de esta planta -1 tienen incluso luz natural, procedente de un desnivel del terreno que ha permitido abrir ventanas, y que se rodea de plantas aromáticas. Cerca de 100.000 actos en cuatro décadas de vida Más de 40 años de vida estuvo abierto el Instituto Anatómico Forense en la Ciudad Universitaria, en la trasera de la Facultad de Medicina. Durante ese tiempo, casi rondó las 100.000 autopsias, y pasó por allí toda la crónica negra de la ciudad. Accidentes de tráfico, suicidios, apuñalamientos o, más recientemente, disparos de arma de fuego fueron habituales entre sus muros, como también algunas situaciones especialmente duras como la tragedia del Madrid Arena. El olor es una seña distintiva del antiguo Anatómico, ahora vacío. Y lo es también en el nuevo. Algo a lo que ni siquiera los habituales del lugar se acostumbran: «Seguimos siendo conscientes de lo que huele bien y lo que huele mal», asegura Andreu. La mudanza ha llevado a sus trabajadores a un espacio mucho más moderno. De acuerdo con los datos de Eduardo Andreu, cada año se realizan en torno a 2.500 autopsias en el Instituto de Medicina Legal. Desde hace algunos meses, «hemos detectado un incremento inmenso de su número», señala, aunque no sabe determinar las causas. Se someten a autopsia las personas que fallecen por muerte violenta , las sospechosas de criminalidad, y las muertes naturales donde no está certificada la defunción. Estas últimas suponen el 55 por ciento del total. También se realizan en los casos en que practicarlas puede ayudar o contribuir a evitar otros casos, «por ejemplo, en las muertes súbitas por cardiopatías congénitas«, señala. «Lo peor –explica Andreu– es hacer una autopsia a alguien que no debería estar ahí «, como un joven o un niño. En este sentido, rompe una lanza por los médicos forenses, que »lejos de esa imagen de las películas, que los pinta como viejos malencarrados que se están comiendo un bocadillo en la sala de autopsias, algo totalmente prohibido, somos personas con la misma sensibilidad que cualquier otro ciudadano«. El trabajo del forense se apoya en el de otros profesionales, como los de laboratorios, fotografía, bioquímica, toxicología ... En todos ellos se analizan muestras y «eso reduce las causas de muerte inexplicables». No obstante, reconoce que existen también las llamadas autopsias blancas , en las que no se puede determinar la causa de la muerte, aunque sí se define que no ha sido violenta. En el laboratorio de Toxicología del Instituto se analizan las muestras del cadáver y las sustancias que lo rodean, y también muestras de detenidos y presos . Ahora también van a analizarse las procedentes de los hospitales, para la detección de las drogas de diseño consumidas. Y en Antropología, el doctor Enrique Dorado estudia los restos óseos para identificarlas, datar la antigüedad de la muerte o ver posibles marcas en los huecos.   Noticia Relacionada estandar Si La reagrupación de sedes judiciales en Madrid, el cuento de nunca acabar Sara Medialdea Diecisiete años después de iniciarse el primer proyecto, el Campus de la Justicia, su tercera versión se enfrenta a sus primeros obstáculos El Instituto imparte clases a forenses , a fiscales, a estudiantes de Medicina y también tiene un convenio de formación con el Samur. «Pero siempre se dan estos cursos a personas que requieran de estos conocimientos para su actividad», porque «lo que hacemos son autopsias reales; no se puede venir por mera curiosidad», advierte Andreu, defensor del derecho a la dignidad de cada uno de los cuerpos tratados.

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