viernes, 23 de septiembre de 2022

Contraataque vecinal para echar a la okupa pirómana de Tetuán

La ventana del cuartito naranja de Tony Luna mira a un patio negro. El cristal está agrietado por el calor de las llamas que el pasado domingo calcinaron la parte trasera del edificio. Apenas habían transcurrido siete meses del anterior incendio , que dejó cuatro heridos, entre ellos, un policía intoxicado por el humo. «Ese fuego hizo su trabajo», celebraba tres días después Luna, de 52 años, inquilino de la calle de Jaén, 19, desde hace seis meses. Medio año de convivencia con los okupas que se habían adueñado del patio interior bajo su ventana. «El fuego ya se lo llevó todo y no hay peligro de otro incendio», confiaba. Eso mismo pensaron los vecinos el pasado febrero, cuando el inmueble ardió por primera vez. En el barrio, dentro del distrito de Tetuán , conocen el edificio destartalado de Jaén, 19, de dos pisos, un bar abandonado en el bajo y un patio interior. «Eso es para hacer una película», lanza el camarero de una cafetería cercana, «son filipinos, les he visto pasar, están fatal, les ves que hablan solos y son agresivos». El inmueble es un nido de okupas desde hace años . «No genera molestias por estar okupado, sino por las actividades que realizan», señala por teléfono el presidente de la asociación vecinal Cuatro Caminos-Tetuán, Antonio Granero. Como la basura que tiran a la calle o la azotea que han convertido en una chatarrería. «Cuando se produjo el incendio en febrero, la gente respiró; parecía que se había terminado. Pero ahora hay un ambiente de que esto no se acaba nunca», se resigna Granero. El segundo episodio incendiario, sin embargo, ha movilizado a los vecinos. Esta semana, unos días después del incidente, el casero de la segunda planta y dueño del bar, junto con algunos de sus inquilinos, organizaron el blindaje del piso okupado. «Ahora nos toca contraatacar», zanja Juan Carlos Fresno, un vecino de 58 años que fue electricista y se ha encargado de cortar cables y desmontar los fusibles. También contrataron a soldadores para blindar las ventanas de la primera planta con barras de metal. Un tablón de madera clavado con tornillos bloquea la puerta del piso. El antiguo bar, un almacén lleno de trastos, está protegido con gruesas cadenas y candados con alarma. Ahora, la única ruta de acceso es el portal, el número 19, que mantienen siempre cerrado. Noticia Relacionada estandar No Desalojan un edificio okupado en Tetuán tras incendiarse un patio interior con infraviviendas ABC Es la segunda vez en menos de un año que se origina un fuego en el bloque Del patio que ardió la semana pasada quedan los tejados de uralita y los enseres chamuscados. El domingo, los alaridos de su compañera de piso despertaron a Luna, a las 6 de la mañana: «¡Fuego, fuego!». Hasta ocho dotaciones de Bomberos del Ayuntamiento de Madrid se desplazaron al lugar y abrieron un boquete en los muros del patio tapiado para sofocar el incendio. No hubo heridos. Los siete inquilinos que comparten un largo piso en la segunda planta fueron desalojados. Uno de ellos, Juan Carlos Fresno, cuenta que a las 5 de la mañana había escuchado gritos en la planta inferior. -¿¡Qué haces!? ¡No hagas fuego! -¡Que me tengo que calentar! Un narcopiso en el primero El objetivo del reciente blindaje es echar a la que varios llaman Aurora, una mujer de 33 años que en febrero fue detenida por provocar el primer incendio. «Venden droga, se pelean, hay lío... pero la más peligrosa es una española», afirma Luna. Fresno también recuerda los gritos de aquella noche. DE SAN BERNARDO «A las 5 de la mañana escuché un jaleo abajo, donde había menudeo de droga a tutiplén. Aurora le había comprado al de abajo una bolsita de cocaína, el otro le pidió 50 euros y ella le vaciló», relata. La mujer prendió fuego al narcopiso y una veintena de okupas fueron desalojados y atendidos por el Samur Social. Tres mes más tarde, los camiones de limpieza retiraron los restos y las cenizas. «No tardaron ni una semana en intentar otra okupación», asegura Fresno. Y regresaron las discusiones de madrugada, los trapicheos con sustancias estupefacientes y la suciedad de las infraviviendas habitadas del patio. La historia que ha acompañado al edificio durante años. Los okupas se afincaron en el patio interior después de que se marchara, en el verano de 2016, el matrimonio de ancianos que vivía en sus casitas bajas. Según cuenta Fresno, su hijo, el supuesto propietario, ha intentado desocuparlo; al final, desistió, y abandonó el patio a su suerte. Los vecinos han denunciado varias veces la situación. «Hemos llamado a la Policía Municipal cuando se salía de madre», reconoce el presidente de la asociación. En una ocasión, alertaron de que había menores en las infraviviendas. «La Policía se personó y comprobó que los menores estaban escolarizados, no se pudo hacer más», dice Granero. El patio ha sido el hogar de un grupo de personas que, después del primer incendio, se mudaron a un solar próximo, donde erigieron una decena de chabolas. Allí, en la calle de Pamplona, se desató otro fuego a finales de junio. Los vecinos de Jaén, 19 ya sospechan quién es la culpable. Fresno reside en el edificio desde diciembre de 2016 y en febrero de 2017 avistó al primer okupa. «Un filipino, un tal Joseph, el cabecilla, vino un sábado y yo lo vi ahí paseando por el patio», rememora. Subió a la azotea para increparle: -Oye, ¿qué leches haces tú ahí? -Yo 'no entender mucho español'. -Tú eres un listillo. Avisaron a la Policía, pero nadie vivía en el patio ni podía acusar al hombre de allanamiento de morada. «No se fue, y a la semana empezó a traer a su cuadrilla, a reventar cerraduras y a construir chabolas», cuenta. Fresno conoce los trucos de los okupas para acceder al patio y a la primera planta: rompen los precintos policiales y las vallas, montan pasarelas con tablas de madera, se cuelan en el bar del bajo y colocan escaleras para entrar en el piso vacío. Aurora se instaló ahí hace un par de semanas. La madrugada del domingo, poco antes de que el patio ardiera, Fresno asevera que escuchó sus exabruptos. A las 6.30 horas, todos salieron corriendo a la calle. «¿Quién ha prendido el fuego?, preguntó Fresno. «A lo mejor he sido yo», retó Aurora. Ahora, el patio está negro y, desde el sabotaje vecinal, el primer piso está a oscuras. Fresno se alegra: «A lo mejor lo hemos conseguido».

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