Olores de ciudad

Ya ha salido por fin el aroma a petricor con las primeras gotas. Que es el petricor el olor de los amores duraderos, de la vida que empieza. Ahora, sí, ya, Madrid tiene a ciertas horas olor a croissant, y se cree uno en Francia aunque aquí nos quieren cambiar el sombrero de Belmondo por el botijo; y en ciertos momentos se explica el porqué sin necesidad de razones. Olor a los cartones mojados donde J.Antonio duerme en estos días en que la lluvia no es muy fuerte. Días en que se excita la pituitaria con esa mezcla a café y a legañas que quizá sea la provocada por las gentes y los engranajes del Metro... esos intercambiadores que devoran gente y sacan a la calle un aroma dulzón, aunque arriba ni vivan ni Marilyn , ni la tentación, y pase un tipo desocupado que no seré yo. Huele a libro de Javier Marías por en el que no pasa el tiempo; libro recién sacado de la estantería para una relectura gozosa en las letras y trágica en las circunstancias. Olor a Álvarez Gómez y a aperitivo de sábado, a mujer bella a cualquier hora. Olor a acacia si es que a mí, alérgico, las acacias me pueden oler a algo. Y la fragancia de carnaza de animal por identificar en las noches de estudiantes con la gazuza (hambre) que da el garrafón. Y el hedor del propio garrafón frutalmente propagado por esa juventud que igual -ojalá que no- dejará un bonito cadáver. Noticia Relacionada LAPISABIEN opinion Si Cura de Sierra Jesús Nieto Jurado Se está bien en el campo. Se está bien ajeno a todo, dándole la espalda a la ciudad, más como concepto moral, como principio de vida, que por un menosprecio de Corte y alabanza de aldea Hay ruidos que ya no huelen, como el del tableteo de aquellas viejas máquinas de contar, que le evocaba a Luis Landero tenderos de otro mundo sin salir de Serrano. Olor de regaliz y química en la farmacia cuando vamos a la manceba a por el Orfidal reglamentario que nos arregla los sueños, o al menos nos hace olvidar las pesadillas. Y esa nube oliente que llega a la nariz entre los escalones historiados y las puertas con un Corazón de Jesús que da la bienvenida. Antes, el ascensor, arcoíris de todos los olores de la ciudad, que son los olores del mundo.

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