viernes, 2 de septiembre de 2022

«No tengo esperanzas en que un gobierno de otro signo derogue la ley del aborto»

Acaba de ocupar su nuevo despacho como arzobispo de Valladolid, cargo en el que ha cumplido su primer mes. En noviembre dejará su otra responsabilidad, la de secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española. -En su toma de posesión habló de una Iglesia de acogida y reconciliación y de tejer caminos de encuentro. ¿Hay tanta crispación? -La sociedad española, ante los retos actuales, necesita mucha más capacidad de encuentro y colaboración ante asuntos que son objetivos reales, como las crisis de las energías o los cambios en la formas de producir y distribuir lo producido. Ante esos desafíos, la colaboración debería ser mucho mayor y superar la dialéctica de los contrarios. -¿Qué grado de responsabilidad tiene la clase política? -Hablar de la clase política en general puede resultar injusto. No es lo mismo el nivel local y municipal, que el autonómico o estatal. Lo que ocurre a escala nacional lo contamina todo. En el segundo nivel, los propios políticos están superados por la permanente tensión electoral que obliga a estar en la plaza pública, en los medios y en las redes sociales. En situaciones como las que viven las sociedades, hoy se necesitan apuestas a medio y largo plazo y la impresión que uno tiene es que la gestión de la vida política está demasiado sometida a criterios de corto plazo. -Usted ha sido bastante moderado en sus críticas al Gobierno pero esta semana dijo en un tuit que «negar la reflexión y la información es todo un síntoma de la manera de gobernar» . -Con la ley del aborto se ha impuesto una voluntad de poder, aunque realizada a través de procedimientos democráticos, en asuntos muy graves. Se eliminan los tres días de reflexión en los cuales se debería informar a la persona que quiere abortar de todas las posibilidades, incluida la de seguir adelante con el embarazo. Hemos de reivindicar el ejercicio del 'logos', de la razón y de la razón intercambiada. En la situación concreta del aborto, cuando en España se legalizó, los conocimientos del feto eran menores, pero hoy han sido extraordinariamente desarrollados con las ecografías, con el ADN o el genoma, con lo cual no hace falta recurrir a argumentos de fe, sino a puros argumentos de razón, del logos, del diálogo, para decir que en el seno de una mujer embarazada existe una vida diferente a la suya. -¿Y el argumento del derecho a decidir? -Es una falacia hablar de derecho al uso del propio cuerpo. Derecho a decidir habla de poder, por eso hace falta poder dialogar, en este caso la mujer, con el padre de la criatura, con los médicos que informen de la realidad que existe en su propio cuerpo, con las instituciones que favorecen la vida... En España se realizan en torno a 100.000 abortos, pero 100.000 abortos del año 2022 representan casi un tercio de los embarazos, mientras que 100.000 abortos de hace 25 años eran una quinta parte de los embarazos. Desgraciadamente, en España no sólo es que se permita el aborto sino que se promueve como método anticonceptivo en un momento de invierno demográfico. -¿Alguna vez pensó que se llegaría tan lejos con esta ley? -Es sorprendente. Es algo tremendo pero que no sólo ocurre en España. Creo que la situación actual del mundo, con la nuevas tecnologías aplicadas a la producción y el consumo, forma parte de una manera de entender el planeta y es que hace falta menos gente. Según esas teorías, sobra población para producir y sobra población para consumir. En este sentido, las corrientes poco favorables a la vida se extienden. Reconociendo que muchas mujeres tienen un verdadero drama personal, el abordarlo no es frivolizando, negando que hay una nueva vida. Uno puede entender que la sociedad regule ese drama, pero de ahí a dar el salto para que sea un derecho, o a decir que es un salto en el progreso, o que se juega la salud democrática de nuestro pueblo...Ante la realidad dramática de un aborto, el plantearlo como que fuese un logro de la fiesta de la vida es absurdo. -¿Le falta reflexión al Gobierno? -Seguramente. Falta reflexión en general en nuestra clase política y planteamientos a medio y largo plazo para buscar, aún reconociendo que puede haber soluciones diversas y legítimas, elementos comunes. Tanto en el poder como en la oposición, falta reflexión. -Aborto, eutanasia, la futura ley 'trans'...¿Teme que hayan llegado para quedarse o confían en que un gobierno de distinto signo político las derogue? -El problema de este tipo de leyes está en que de manera previa y posterior se produzca una 'normalización social' de determinadas comprensiones de lo humano, de la persona, que no responden a la verdad de la diferencia sexual. Nuestro desafío mayor, y es el terreno en el que se debe mover la Iglesia, es un terreno formativo en el campo de la vida social. Las leyes terminan siendo también educativas y acaban por normalizar comportamientos morales. No tengo mucha esperanza porque los partidos políticos valoran mucho las corrientes que dominan en la sociedad. -El debate sobre la mujer en la Iglesia está más abierto que nunca. -Nuestro debate actual sobre la mujer aparece contaminado por una época en la que el significado de la diferencia sexual no se contempla. Sin negar el papel de la mujer que ha propiciado cambios sociales, eso que se ha dado en llamar empoderamiento no es nuestro ideal. Nuestro ideal, no es el poder sino ver como cada cual, hombre, mujer o niño responde a la vocación a la que es llamado. -¿Tendrán las mujeres más puestos de responsabilidad en la Iglesia? -Los obispos no debemos confundir la presidencia en Eucaristía con la presidencia en todos los sitios. Esto vale para este asunto. Sin dejar de defender como un don de la Iglesia el significado del sacramento del Orden reservado a varones, al mismo tiempo se debe decir que laicos, hombres y mujeres, deben participar en órganos de consulta y de decisión de la Iglesia. -Sacerdotisas ¿definitivamente no? -Yo no lo veo.

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