domingo, 11 de septiembre de 2022

Gloria para Alcaraz, el mejor antes que nadie

PESTAÑA alcaraz-ruud-final-usopen-2022 Crónica 4 La vida es sueño y, algunas veces, lo que era sueño se convierte en tu vida. Le ocurrió a Carlos Alcaraz con una pelota que escupió con violencia su raqueta al servicio, que dejó pelusa amarilla flotando, y se escapó por la derecha del cuadro, incontrolable para el contrario. Tiró su naturaleza a la pista azul de Nueva York, abrió los brazos, se retorció contra el suelo, llorando. Se fundió en un abrazo con Ruud y escaló hasta su palco para empezar la fiesta con los suyos. Hace unos días, le preguntaron al murciano con qué soñaba de pequeño: con ganar torneos de Grand Slam o con ser número uno. «Soñaba siempre con ser número uno», respondió sin dudar. US Open Final Carlos Alcaraz 6 2 7 6 Casper Ruud 4 6 6 3 Esa bola materializaba, sin embargo, las dos cosas. Fue el punto definitivo de la final del US Open frente al noruego Casper Ruud (6-4, 2-6, 7-6, 6-3), un tenista rocoso que buscaba el mismo doblete histórico que Alcaraz: levantar su primer título de Grand Slam y, al mismo tiempo, convertirse en número uno del ranking de la ATP. Alcaraz es una promesa desde que era un imberbe de diez años. La promesa se hizo realidad ayer por la noche en Nueva York. Desde ese último punto, el tenista de El Palmar, a sus 19 años, es el número uno más joven de la historia. A una edad en la que la gente de su edad se plantea qué hacer con la vida, él se ha encaramado a la cima del tenis mundial. “Soñé con esto desde que era un niño”, insistió, con la cara desencajada por la emoción, en la ceremonia de entrega del trofeo. “Ha sido un trabajo muy muy duro con mi familia y mi equipo, tengo 19 años y las decisiones importantes las tomo con ellos”. Alcaraz, que ha jugado partidos agotadores en este US Open, dijo antes de la final que “no es momento para estar cansado”. Y, después de ganarla, que la única forma de hacerlo es “dar todo en la pista”. En su momento de gloria, se acordó de la familia que no le pudo acompañar. En especial, de su madre y de su abuelo. El duelo se abrió con un juego que destiló un problema que ha arrastrado Alcaraz en la segunda semana del torneo. El murciano llegaba a la final con trece horas y media de tenis de alto voltaje en las piernas en solo tres partidos, en los octavos de final, cuartos de final y semifinal, todos a cinco sets, algunos interminables, con los gallos calentando la garganta. Los rivales no eran mancos -sobre todo, el italiano Jannik Sinner, en cuartos, que apunta a dominar el tenis mundial en un futuro próximo con Alcaraz-, pero el español también le permitió. Le costó cerrar oportunidades, en especial contra el estadounidense Frances Tiafoe , en la semifinal. Forzaba suficientes puntos de 'break' para mandar en el partido, pero no los materializaba. Ese fantasma apareció nada más iniciarse las hostilidades en la final. No tardó en colocarse en posición de ruptura de saque el español. La tiró con un error de derecha no forzado. El noruego le regaló otra oportunidad por una doble falta, pero el revés de Alcaraz se estrelló en la red. Ruud acabó por llevarse ese juego. Y más. Gracias a dos reveses de alta factura, consiguió dos bolas de 'break' en el segundo del partido. Era una advertencia al murciano: no te lo voy a poner fácil. Alcaraz remontó la situación y demostró que, con una marcha más en su juego de fondo, doblegaba al noruego. Alcaraz volvió a romper el saque de Ruud y le bastó ser sólido con su saque para mandar en el set. Pero algo no funcionaba: el resto. «Este juego bien suelto», le decía su entrenador, Juan Carlos Ferrero, desde la esquina. Querían más agresividad en la devolución del saque del noruego, que ha ganado enteros. El murciano daba un paso adelante, pero el golpe no carburaba. «¡Convéncete, convéncete!», le volvía a decir Ferrero poco después. Y Alcaraz, que suda coraje, lo intentaba una y otra vez al resto, sin éxito. Eso no evitó que se impusiera en la primera manga, que, excepto los primeros compases, fue una balsa de aceite para el español. La central asistía a una final sosa, comparada con lo vivido con Alcaraz las últimas noches. Incluso con el techo cerrado por la lluvia, llegaba poco ruido del graderío de la Arthur Ashe, chillón y vertedero. Quizá el nuevo número uno del mundo es demasiado joven para saber cuál es la 'zona Alcaraz'. En Nueva York la ha colocado de madrugada, en partidos de cinco sets. Y jugando en el alambre. Quizá trató de encontrarse ahí el murciano, que dejó escapar un segundo set con agujeros similares: sin peligro en el resto y sin aprovechar sus oportunidades de ruptura de saque. Sí lo hizo Ruud, con un punto monumental para adelantarse que hizo despertar a la barra brava noruega -de lo más cívico- y su grito de «Ruuuuud». Era la segunda advertencia del noruego: 'no te lo voy a poner fácil'. No tardó en embolsarse el segundo set. «Parece que le falta energía», decía un espectador a otro sobre Alcaraz. Era hacia el final de la tercera manga, cuando el español no encontraba cómo abrir grietas en Ruud. Quizá la parroquia neoyorquina estaba malacostumbrada. En los últimos partidos. Alcaraz se dejó las suelas -esto es literal- en la pista abrasiva de Nueva York, llegando a bolas imposibles de las que obligan a frotarse los ojos. Ayer lo intentaba, pero muchas de ellas acaban del lado de Ruud, también rápido como el rayo. El noruego fue, además, un pesado. Devolvía todo, al estilo Rafael Nadal (se ha formado en su academia de Manacor). Llegaba a todo. Y llegó a tener punto de set. Pero se le encogió el brazo, no lo cerró y Alcaraz forzó un 'tie break'. Lo hizo con un puntazo descomunal, de videojuego, en el que encadenó dejada, globo y remate . Estalló la Arthur Ashe, en pie, electrizada por el español. La energía no se crea ni se destruye, parecía responder Alcaraz al espectador descreído. Solo se transforma. Aquí se agarrotó el noruego y cedió el 'tie break' sin oposición. En el set definitivo, Alcaraz por fin aprovechó su oportunidad y no dio opción a Ruud para la reacción. «¡Vamos, torero!», le gritó alguien desde el gallinero. Con una madurez y fortaleza mental impropias de su edad, cerró el partido con un gran saque, que Ruud solo pudo tocar, pero no devolver. Alcaraz se convierte así en el cuarto español en llegar al número uno del mundo, después de Carlos Moyá, Nadal y su propio entrenador, Ferrero. Luchaba también por meterse en un club de privilegiados en la historia del tenis: aquellos que han ganado un 'grande' con menos de 20 años. Entre otros, Bjorn Borg, Pete Sampras o Boris Becker. Y Nadal, por supuesto, que ha sido el último en conseguirlo, en Roland Garros en 2005. Tenía también 19 años, recién cumplidos. Esos triunfos tempranos fueron el primer episodio de carreras gloriosas. En especial la de Nadal, el tenista con más 'grandes' de la historia, y todavía con posibilidades de anotarse alguno más. La victoria de ayer permite el debate que Alcaraz y su entorno han tratado siempre de evitar: ¿es el relevo del más grande? De momento, a día de hoy, y antes que nadie, es el mejor.

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