No habrá normalidad hasta que la gente no vuelva a estrecharse las manos. Un apretón firme y después gel hidroalcohólico, que para eso hay más botes con ungüento en cada esquina que españoles censados. Porque sin un apretón de manos no se puede cerrar nada que merezca la pena y así llevamos casi dos años. El ser humano, al menos los tipos que van de frente, han de estrecharse la mano como seña inequívoca de pertenecer a una misma confesión. Y nos urge desde que vamos a ciegas entre taimados. Apretar la mano con el de enfrente es una declaración de intenciones, un cordón umbilical que se entrelaza de buena fe. Y por eso entiendo que las gitanas de la... Ver Más
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