Hace calor. Mucho calor en el Sea Forest Waterway de Tokio, donde los piragüistas se lanzan agua a la cara para refrescarse antes de competir. Es aún media mañana, pero en Ásia es la hora de más calor del día y cuesta hasta respirar. No tienen más remedio los deportistas que aceptarlo. Llevan ya dos semanas en el país, tratando de aclimatar su cuerpo a unas condiciones desconocidas para ellos. Al menos para los españoles, acostumbrados al calor seco de la península. En la línea de salida, dos españoles. El campeón Saúl Craviotto, leyenda de este deporte que buscaba su quinta medalla olímpica. En la otra punta, por la calle 2, Carlos Arévalo, el gallego de 27 años que aspiraba a la primera. Ambos habían llegado hasta ahí con apuros, saltándose los cuartos, pero alcanzando la final casi de milagro. Sobre todo Craviotto, que terminó cuarto en su serie de semifinales. Eso ya no importaba, porque lo que cuenta es rendir a la hora de la verdad y ahí el abanderado no había fallado nunca. Es el K1 200 una prueba explosiva, que no permite despistes. Por eso ha trabajado mucho el equipo en las salidas, uno de los problemas hasta Río. No lo hicieron bien en semifinales y estaban advertidos para la final. Esta vez, con la tensión del momento, arrancaron bien ambos, que se fueron desinflando. No apareció esta vez el final explosivo de Craviotto ni el poderío de Arévalo. Quinto puesto para el gallego; octavo y último para el catalán. Ambos piensan ya en mañana, en las series del K4 500 que es la prueba que habían preparado de verdad. El objetivo de estos cinco años y la gran opción de Craviotto para igualar a David Cal y sus cinco medallas olímpicas.
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