domingo, 29 de agosto de 2021

El secesionismo debilita a Aragonés antes de la mesa de diálogo

El presidente catalán, Pere Aragonès, acudirá a la reunión de la mesa de diálogo Gobierno-Generalitat en la semana del 13 de septiembre muy debilitado por el ambiente pre-Diada que ya se respira en Cataluña y por los ataques que sus aliados (Junts y la CUP) le han dedicado este verano. Durante el mes de agosto no ha pasado una semana sin que ambos partidos censuraran la estrategia de ERC, basada en usar la negociación con Pedro Sánchez para exigir «amnistía y autodeterminación». Sin un frente unitario ‘indepe’, los republicanos se esfuerzan a contrarreloj en reforzar a su líder en la que será su puesta de largo tras casi un año al frente de la estrategia soberanista, primero de forma interina con la inhabilitación de Quim Torra y ahora, como presidente de pleno derecho. Inicialmente, los republicanos optaron por no dar relevancia a los insistentes ataques a la mesa para no entrar en polémicas, pero con el paso de los días, han acabado respondiendo conscientes de que este goteo desgasta su posición negociadora. No en vano, semana tras semana, han sido todo tipo de cargos y dirigentes de Junts y la CUP los que han disparado contra una vía que nunca ha despertado confianza en posconvergentes y cuperos. Desde la presidenta del Parlament, Laura Borràs, hasta el vicepresidente catalán, Jordi Puigneró, pasando por Quim Torra, consejeros de Junts en el Govern, diputados de la CUP o expresos del 1-O como Josep Rull (habitualmente menos dados a la refriega partidista), los dardos a la mesa en la que ERC basa toda su estrategia de negociación han sido una lluvia fina constante. La estrategia de Junts «Escepticismo total». Esa idea, expresada por una consejera del Govern hace apenas unos días, resume el nulo interés que despierta en Junts el diálogo con el Estado. Sin embargo, tras los constantes ataques del puigdemontismo a la mesa que acordaron ERC y el PSOE a cambio de la investidura de Sánchez se esconde también otra realidad: la necesidad de desviar la atención en un momento en que todavía se lamen las heridas del golpe que supuso perder, por unos pocos miles de votos, la presidencia del Govern. Hasta hoy, Puigdemont ha sido de los pocos nombres de este espacio que no ha alzado su voz, ofreciendo así un perfil bajo que coincide con el reciente revés sufrido por su último aparato político, el Consell de la República, que hace días anunció que posponía por enésima vez sus elecciones internas entre el desinterés general del independentismo. Con todo, fuentes de Junts explican a ABC que ellos siempre han puesto en cuestión la «mesa de diálogo» y que Aragonès tampoco confía plenamente en este espacio. No obstante, prometen que serán «fieles» al Govern aunque recuerdan que ERC no ostenta en absoluto la primacía independentista. «Estaremos a su lado porque tienen un diputado más y la presidencia. Estaremos porque tenemos que estar», advierten. En medio de este panorama, ERC ha pasado por varias fases. Primero, su portavoz Marta Vilalta dio poco foco a las críticas y se limitó a avisar de que debilitan a la parte catalana en la negociación. Posteriormente, los republicanos recordaron que la negociación con el Gobierno forma parte de los acuerdos de investidura con que Junts y CUP avalaron en la elección de Aragonès. Finalmente, y ante el goteo incesante de ataques a la mesa, Esquerra sacó su plana mayor para defender sus posiciones. Primero habló Aragonès, que trató de acercarse a los sectores más radicales prometiendo que la negociación no era incompatible con más «choques» para lograr la secesión: guiño a la retórica ‘unilateralista’ que siguen gastando en Junts y la CUP. En paralelo, el presidente reclamó lealtad a sus aliados y les recomendó implicarse «al máximo» en las conversaciones. Al toque de alerta se sumó Junqueras, que defendió la importancia de negociar con Sánchez. «La comunidad internacional así nos lo pide», advirtió, dando con una de las obsesiones que dividen ahora mismo al soberanismo: ¿Dialogar debilita o refuerza el ‘procés’ en el exterior? La pregunta tiene difícil respuesta, más ahora con la opinión pública internacional centrada en temas más acuciantes, como la pandemia o la crisis de Afganistán, pero sigue generando dos posiciones opuestas que parten al secesionismo. Por un lado está Junts, que afirma que es incompatible tachar al Estado de «opresor» y a la vez sentarse a negociar con él a partir del 13 de septiembre en Barcelona. Del otro, ERC, cuya tesis es que la negociación es una nueva oportunidad para legitimar al soberanismo y demostrar «al mundo» que la parte catalana quiere negociar una salida acordada que España niega por completo. Sin foto de unidad 'indepe' La estrategia para reforzar a Aragonès antes de su cita con el Gobierno –no está confirmada aun la asistencia de Sánchez al espacio– pasa desde ERC por reunir a partidos y entidades independentistas (ANC y Òmnium) en un «pacto nacional» que, al menos, simule una cierta unidad para encarar la negociación. Sin embargo, por el momento esta foto de ‘filas prietas’ que quiere Aragonès está muy lejos. «No sabemos nada de este pacto, no tenemos ninguna propuesta concreta y no se está preparando de forma formal ni informal», expone a ABC una alta dirigente de la Assemblea Nacional Catalana, entidad responsable de organizar la Diada del 11 de septiembre. Para la entidad, el objetivo de la polémica mesa debe ser solo la amnistía general y un referéndum. «Desde el primer momento no hemos creído en ese diálogo. Hay el riesgo de que sirva para que el Gobierno venda una imagen de falsa normalidad y devuelva al Govern a debates autonomistas que no son la amnistía ni un referéndum binario sobre la independencia», añaden. Por el camino, ellos siguen preparando una jornada (el 11-S) de manifestaciones y protestas que, a dos días de la cita con el Gobierno, será una delicada arma de doble filo para Aragonès. Lo que podría ser una demostración de fuerza tras meses de pandemia y desorientación puede acabar siendo una jornada de hostigamiento al ‘president’ a pocas horas de la cita clave con el Ejecutivo.

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