
Dos cafés y una porra no superan los tres euros en el bar El Ruedo. El cobro con tarjeta es a partir de los diez, por lo que el dueño de este pequeño local, convertido en una especie de sede social del icónico edificio de realojo del distrito de Moratalaz, agradece recibir el pago justo en monedas. «Mejor así, porque me dejas sin cambio», esgrime, sincero. La hora de comer se acerca y algunos lugareños combaten las altas temperaturas a la sombra del bloque. La sensación se confirma rápido: El Ruedo es un pueblo. «Aquí nos conocemos todos», aseveran tres mujeres, cuestionadas por el vencimiento de los 30 años de protección de las 346 viviendas, 6 locales de negocio y...
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