sábado, 28 de agosto de 2021

Mar Menor: de paraíso a «charca verde»

Las aguas cristalinas en las que con unas gafas de buceo se veía con facilidad un caballito de mar o se podían comer berberechos mientras uno se bañaba han quedado para el recuerdo y para contárselo a los nietos, que tal vez pensarían ahora en la laguna de Shrek, por su verdor. «Esa foto del mar Menor se acabó, ya no volverá». Con lamentación, Pedro García (Asociación de Naturalistas del Sureste, ANSE) compara aquel pasado paradisiaco con el presente captado con cámaras de vídeo esta misma semana, «una imagen fantasmal, horrible, sin luz a solo cinco metros de profundidad», por el fango y la vegetación muerta. Para que nadie tenga dudas de la envergadura de esta catástrofe todavía evitable, esta organización y WWF han filmado en el centro y el norte de la laguna, donde hace unos años también llegaron miles de peces muertos. En este nuevo episodio letal, tras dos semanas de incertidumbre y de retirar la fauna muerta, algunos bañistas han vuelto a sus playas después de que el personal de limpieza borrara las huellas de este cataclismo que ha dado la vuelta al mundo. «Ya en 1958, en un artículo publicado en una revista, se advertía de los riesgos de un desarrollo turístico sin ordenar», apunta Marcos Gracia, director del Museo del Barón de Benifayó, en San Pedro del Pinatar, donde atesoran una nutrida colección de fotos antiguas del mar Menor. El problema viene de lejos, pues, y a este profesional estudioso de la historia local le parece que falta determinación para afrontarlo y opina que a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, de visita por allí esta semana, le vendría bien echar una ojeada al citado artículo premonitorio. Antiguas pasarelas de balneario en Los Alcázares, derribados posteriormente para hacer la playa - MUSEO BARÓN DE BENIFAYÓ En cuanto al antes y el después de este entorno natural protegido por diferentes fórmulas legales que -a la vista de las circunstancias- no están resultando eficaces, Gracia emplaza a quien quiera hacerse una idea y comparar, sin necesidad de viajar en una máquina del tiempo, a contemplar los dos paisajes, el que pudo ser y el que es, desde las playas de La Llana, en el «brazo» de tierra más pequeño desde el extremo más septentrional del mar Menor, al norte. Esta parte está blindada como Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro, y no se ha permitido la construcción, ni un ladrillo. Enfrente, separada por pocas millas de mar, La Manga, el famoso «tentáculo» de una veintena de kilómetros del continente que rodea la laguna y es visible a kilómetros por la sucesión de edificios de apartamentos. Vender la casa y emigrar Las molestias en un paraíso que pierde las condiciones que hacen honor a ese nombre, como el olor nauseabundo que se respiraba en la playa de los Alemanes, rincón privilegiado junto a la playa del Paraíso, precisamente, han motivado que muchos residentes hayan puesto el cartel de «se vende». Más que una devaluación cuantificada en euros, que los afectados no precisan,, con precios desde unos 120.000 euros para un adosado y de ahí hacia arriba con los chalés, más numerosos, los propietarios se enfrentan a la falta de interés hasta que se aclare el futuro. «Es que no viene nadie a ver la casa, yo no tengo prisa por vender, pero ahora es imposible», relata Guillermo, residente en Murcia que, hasta las crisis medioambientales, casi vivía más en este imponente chalé de dos plantas -Villa Marga- y frondoso jardín, frente al chiringuito. Con todo, él se lamenta más de las perspectivas generales en esta zona residencial que de su asunto personal. «El problema no es que una vivienda se venda o no, sino lo que están haciendo aquí entre todos, con la contaminación en un lugar con este valor», opina. Paula Valdivieso y Victoria Sánchez-Bravo, residentes que participan en la recogida de firmas para una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) - JUAN CARLOS SOLER Una vecina suya, Victoria Sánchez-Bravo, expresa con visibilidad su malestar con una gran pancarta y el eslogan: 'Elegimos Mar Menor'. Se ha volcado con otros muchos particulares en la recogida de firmas para llevar adelante una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que ya ha superado las 400.000 adhesiones. Oriunda de Vigo y afincada media vida en este litoral poblado de germanos -de ahí su denominación- ahora ha decidido emigrar de nuevo, ya jubilada, a Portugal, molesta más aún por la pasividad social ante el «ecocidio», porque a su juicio no se castiga electoralmente a los actuales gobernantes de la Región de Murcia, a quienes responsabiliza del desastre. «Me voy y no es ya solo porque se estén cargando el mar Menor, sino por la gente, por su actitud, por conformarse y no cambiar las cosas», subraya. Como detalle escandaloso, añade una denuncia de las malas artes que aprecia en las autoridades para ocultar la gravedad: «Esta mañana me he levantado y he visto algo inaudito: espuma en el agua, porque han echado ácido para que no se vea nada». Su amiga Paula Valdivieso, profesora que vive a unos kilómetros en Los Nietos, participa con ella en esta campaña de firmas que ha movilizado a vecinos en múltiples municipios. «Los intereses han hecho que los beneficios de la agricultura vayan en detrimento de la pesca, y es una pena porque antes había un producto auténtico del mar Menor, aparte de los caballitos de mar, había berberechos que la gente los abría y se los comía estando dentro del agua, y en cambio, ahora viene esta sopa verde», compara Nadie bucea Aunque en este momento del verano puede haber más de 200.000 personas de vacaciones en la zona, nadie se atreve ya a bucear. «En una laguna con tan poco profundidad, debería entrar mucha luz, si el agua estuviera bien», explica el director de ANSE. No es de extrañar que en el sector náutico, de gran atractivo, hayan sufrido un parón casi total después de un arranque de la temporada estival más que prometedor, tras las restricciones por pandemia, hasta el punto de que muchos habían invertido en material para atender la demanda. Igualmente, se han anulado reservas en hoteles y están asustados por lo que pueda pasar en septiembre. Familias en Lo Pagan en los años 60 - MUSEO BARÓN DE BENIFAYÓ «La mayoría de los que vienen es porque tienen casa y con la alternativa del Mediterráneo (al otro lado de La Manga), las playas de La Llana y Calblanque, pero no hay espacio para todo el turismo y aunque en la zona norte no ha habido mortalidad, las aguas están sucias, se enfangan y el miedo termina calando en la gente, hay también muchas viviendas en venta y abandonadas», describe García. En el último de una serie de vídeos de ANSE estos días, se ve al buzo recoger puñados de vegetación muerta del fondo. Una imagen impactante para sensibilizar acerca de un proceso de degradación que viene del último medio siglo y que hecho desaparecer prácticamente no solo a los caballitos de mar, también al mújol, que era la especie tradicional, o mermar a la mitad las anguilas mientras proliferan otras especies invasoras, como el cangrejo azul americano. Paradójicamente, el sector pesquero ha podido compensar estas mermas con la dorada, que en la costa mediterránea, el mar Mayor, se cría en la acuicultura y hay «escapes masivos» de ejemplares que consiguen engordar también en libertad en el mar Menor. Con todo, el patrón mayor de las cofradías ha informado durante esta crisis de que los precios han bajado por falta de demanda de los consumidores y nadie quiere trabajar en esta actividad. Una familia practica deportes náuticos en Los Alcázares - JUAN CARLOS SOLER Para dar una idea también de lo que está en juego para cualquier visitante, García apela a disfrutar de los paisajes del entorno. «Incluso residentes y turistas se pierden algo de su excepcionalidad, tiene cinco islas volcánicas en su interior y una fuera, algo único». Por fortuna, están alejadas del problema más acuciante de los vertidos desde el continente y a salvo además porque están sin urbanizar. En el pasado, sí registraron algunas incidencias. En la isla del Ciervo, hubo muerte de peces y enfangamientos, mala circulación de aguas, tuvo una carretera y se demolió. Solo la isla Perdiguera tuvo población, pero había construcciones ilegales y se derribaron. En la del Barón, viven solo los vigilantes. Y en definitiva, en cualquier rincón de todo el conjunto de la laguna y sus riberas, impresionan siempre «las vistas en sus amaneceres y atardeceres», incluso a los lugareños. Además, no todo está perdido, puesto que «tiene una capacidad muy grande de recuperar la vida en muy poco tiempo, en un par de años, pero esa vida que recupera está muy alterada, no se parece a la de hace 50 años y, además, es su virtud y su defecto, porque cuando se piensa en esa capacidad, se confía en que no pasa nada por seguir actuando de esta manera», matiza García. Playas en regresión Aparte de los vertidos de nitratos de la agricultura y la presión urbanística, el cambio climático también representa una amenaza en otro frente: las playas están en regresión, un fenómeno tan evidente que las terrazas de algunas viviendas se han quedado ya sumergidas, dentro del agua. Por ejemplo, en La Llana han perdido ya entre 20 y 40 metros de anchura en algunos tramos, cerca del puerto. Marcos Gracia, director del Museo del Barón de Benifayó, en San Pedro del Pinatar - JUAN CARLOS SOLER Y en los años 90, el primer director general de Costas del primer Gobierno de José María Aznar alertaba de la subida del nivel del mar, un factor que unido al efecto barrera antinatural que han generado algunas construcciones próximas a la costa, agrava la erosión del mar porque no hay movimiento de arenas natural, como antaño. Por eso, aquel técnico ya recomendaba no edificar más e incluso el traslado progresivo del urbanismo fuera de allí. ¿Otras soluciones? La opinión pública apunta a poner coto a la agricultura, donde no piensan con nostalgia en el pasado porque antes de la llegada del agua del trasvase Tajo-Segura, la zona era un secarral árido que les condenaba a la emigración. «No son los únicos culpables y muchos hacen bien las cosas, pero el foco va a estar puesto en ellos, se les avecinan meses y años complicados. Algunas cadenas de supermercados nos han contactado para preguntarnos si sus proveedores están cultivando correctamente o no», revela. El «vertido cero» resulta imposible y contraproducente, porque la laguna necesita el agua que llega de riadas por las ramblas, pero hay que parar los 4.000-5-000 kilos de nitratos diarios. ANSE ha sugerido crear un humedal de 100 hectáreas con planta desnitrificadora para la transición del sector agrario. El «Novenario» de los baños termales que visitó Alfonso XIII Cuando hace un siglo algunos turistas -o como se les llamara entonces- tomaban nueve días de baños termales en su hotel de aguas canalizadas directamente a pocos metros desde el mar Menor, regresaban a Madrid aliviados de su reúma y otros males de salud. La singular terapia se conocía popularmente como el «Novenario» por esa duración precisa del tratamiento, y todavía lo recuerdan con nostalgia los más veteranos. Como Pilar Fernández, una bióloga del CSIC que vive en Madrid y desde hace décadas es fiel y asidua visitante de Los Alcázares y, en concreto, del Hotel Balneario-La Encarnación, donde sigue disfrutando de las vistas a La Manga mientras los bañistas han vuelto a meterse en la mayor laguna salada de Europa después de la alarma por las toneladas de peces muertos, de nuevo. Restaurante San Antonio, antes balneario - JUAN CARLOS SOLER «Me acuerdo cuando te decían que no tenías que ducharte en seguida, sino dejar un rato la sal en tu piel porque era muy sano, aquí el agua está muy yodada y es una maravilla», es su relato espontáneo al ver a los reporteros de ABC. «Tiene que haber un acuerdo de las administraciones y tienen que solucionar el problema, esto no se puede perder», sugiere. A su lado, Victoriano Jiménez la escucha con complicidad y la deja completar sus explicaciones. Es uno de los socios al frente de un establecimiento pionero, el primero de la zona, fundado en 1904 y visitado en su día por el Rey Alfonso XIII, que conserva el balneario como restaurante de ubicación privilegiada dentro del mar y las cabinas donde antaño se cambiaban unas pudorosas damas para enfundarse aquellos bañadores con falda y bajar desde sus escaleras privadas para darse un discreto chapuzón debajo de la plataforma del balneario y protegidas por sus pilares de madera de las miradas desde la playa. Aunque no siempre lo consiguieron, porque se descubrió en una ocasión que había desaprensivos que agujerearon las paredes de estos vestuarios para espiarlas en paños menores. Tapaban el orificio con papeles para disimular su fechoría. Aquel curioso hábito de bañarse sin pisar la playa fue pasando a la historia con otras costumbres como la llegada del biquini, que a la tía de Victoriano, la incombustible y ya desaparecida Paquita Paredes, gerente de la anterior generación familiar de esta empresa, le llegó a plantear un conflicto entre la clientela. Algunas mujeres hospedadas le exigían que no autorizara la nueva prenda indecente para su moral o se marcharían, tal como rememoró la empresaria hostelera en una entrevista en Televisión Española hace unos años, antes de su fallecimiento, un recuerdo para sus sobrinos. Bañeras termales en el Hotel Balneario-La Encarnación - JUAN CARLOS SOLER Aunque la mortandad de los peces se ha localizado sobre todo más al sur, en este hotel ampliado con dos manzanas de apartamentos turísticos ven como una amenaza la catástrofe medioambiental que se cierne en sus inmediaciones.

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