domingo, 29 de agosto de 2021

Caballos para superar el atentado terrorista de Bruselas

Estar en el momento inoportuno en el lugar equivocado. Así podría definirse la situación de Beatrice de Lavalette, cuando, en marzo de 2016, esperaba en el aeropuerto de Bruselas para viajar a Estados Unidos por las vacaciones de Semana Santa. Una de las tres bombas del atentado terrorista perpetrado en la capital belga, que mató a 32 personas, se depositó muy cerca de donde esperaba para embarcar. El momento inoportuno. Tan cerca, que no estaba pendiente de lo que pasaba a su alrededor hasta que, de repente, todo se volvió negro, humo, cenizas. No pasa un solo día en que no vuelva a ese momento, a ese lugar. Ahí están, las prótesis y las cicatrices. Los médicos que acudieron al aeropuerto tras el atentado la etiquetaron como una víctima con pocas opciones de sobrevivir y fue de las últimas en ser atendida. Por suerte o por fuerza o por voluntad o por todo esto junto y más, lo puede detallar cinco años después, ya recuperada de aquel instante. La bomba y la metralla le produjeron graves lesiones internas, quemaduras de segundo y tercer grado, lesiones en la médula espinal y, como consecuencia, la amputación de las dos piernas. En el hospital pasó el primer mes en coma inducido, y otros cuatro recuperándose de las heridas. Las físicas, al menos, porque las mentales fueron más difíciles de superar. Sin piernas, con 17 años. Durante un tiempo no quiso saber nada de su vida futura como persona con discapacidad, ni de las opciones de piernas ortopédicas ni adaptaciones. Solo quería volver a su vida de antes: a competir en atletismo y ganar a chicos en velocidad y salto de longitud, a disfrutar del fútbol. Sobre todo, y ahora no podía, quería volver a DeeDee, su caballo, su confidente, su guía, quien la había salvado de la tristeza que le produjo tener que vivir en Bruselas, por el trabajo de su padre, lejos de sus amigos. El lugar equivocado. El embajador de Estados Unidos en Bélgica la visitó un día en el hospital, hablaron de los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Lavalette no le prestó demasiada atención. Aquello no iba con ella. Pero se le quedó allí, en la mente. Su entrenador, otro día, llevó a DeeDee al centro de recuperación. La luz definitiva. «Los caballos me ayudaron a superar el accidente, me dieron esperanza, algo que había perdido por momentos», recuerda. Unos días más tarde, se acercó a los establos. Sin músculos en las piernas, ni fuerza alguna en el resto del cuerpo, no sabía cómo podría dar órdenes a DeeDee, pero supo que era el principio de la vuelta. Un año y medio después de los atentados regresó con su familia a Estados Unidos, y permaneció en el Centro Médico de San Diego, donde le enseñaron a ser autónoma con la silla de ruedas y con las prótesis. A partir de ahí, pequeños pasos en sus piernas ortopédicas que fueron enormes saltos hacia la vida que quería: volvió al instituto, se graduó con sus compañeros, participó en su primera competición como persona con discapacidad, aprendió a utilizar un pequeño látigo para reenseñar a DeeDee, se clasificó para los Juegos de Tokio 2020. El jueves logró 70.265 puntos en la prueba individual y plaza para la final libre de hoy. Cinco años más tarde de la bomba que cortó su vida y sus piernas en aquel aeropuerto, Beatrice está en el momento oportuno en el lugar adecuado.

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