domingo, 19 de abril de 2020

No es un bulo. es la libertad

El jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, el general José Manuel Santiago, afirmó ayer durante su habitual comparecencia televisada junto a los demás expertos de La Moncloa para dar novedades sobre la evolución del coronavirus, que una de sus misiones es «minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno». Con toda certeza fue un error humano e involuntario del que Santiago, un oficial de la Guardia Civil con antecedentes ejemplares al servicio de los ciudadanos, se arrepentirá cada minuto que pase hasta el final de la crisis del coronavirus. Sin embargo, las pronunció en plena consciencia de que la Guardia Civil, como ocurre también con el Ejército, existe para defender al Estado y no al Gobierno de turno. Probablemente fue un patinazo inconsciente, un lapsus –tan relevante como delator- fruto de la rutina que supone, para personas no acostumbradas a la comunicación política, su forzada servidumbre de comparecer a diario para dar una imagen de transparencia que en realidad el Gobierno no cultiva. Pero da igual si Santiago dio ese mensaje por cansancio, por rutina, por descuido o por error. Es inadmisible. Demuestra un síndrome de Estocolmo inconsciente, un estado de dependencia emocional e informativa inspirado por un aparato de propaganda política elevado a su enésima potencia. Para el Gobierno de Sánchez, todo lo que no sea información oficial mediatizada, filtrada y adulterada por Moncloa es sencillamente un «bulo» ideológico, una mentira contra el nuevo régimen, o una invención del neofascismo ultra que pretende abrirse paso a través de un virus. Por eso, es intrínsecamente buena cualquier institución que se someta obedientemente a la autoridad política para ejercer un control ideológico que combata los «bulos», y es malo todo lo demás. Eso conduce a la conclusión de que la estrategia de Moncloa en defensa del bien común siempre es justa y acertada y, por el contrario, cualquier crítica a la gestión de la crisis no será solo manifiestamente reaccionaria, sino también falsa. Palabra de la Guardia Civil. O del CIS, que lo mismo da. Todo suma en el barullo. Sin embargo, todo es más sencillo de lo que parece. El episodio es demostrativo de la presión que ejerce Sánchez sobre el ministro Marlaska y, a su vez, de la que ejerce Marlaska –¡ay la «derecha judicial»!- sobre los mandos a sus órdenes. Por eso el Gobierno solo habla de «monitorizar» redes sociales y de controlar «bulos». Sencillamente, el Gobierno ha empezado a normalizar la vulneración de la libertad a su servicio.

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