Sin saber aún cómo y cuándo acabará la presente temporada, el Barcelona afronta un verano complicado con varios frentes abiertos. Será la antesala de un escenario electoral que pondrá punto final al mandato de Bartomeu. Por este motivo, el presidente quiere marcharse con los deberes hechos en la parcela deportiva, económica, institucional y estabilizando todos los estamentos de una entidad soliviantada por una concatenación de polémicas que le han puesto en la picota. Reforzar al equipo es la obsesión de Bartomeu, que le gustaría lucir en las vitrinas del Museu las Copas de Europa en todas las secciones, como ratifica el dispendio en el fichaje de Nikola Mirotic. El objetivo este verano es configurar una plantilla futbolística capaz de reinar en la Champions durante muchos años. Repescar a Neymar y hacerse con los servicios de Lautaro son la prioridad. El dirigente ya sabe que el argentino del Inter le costará 111 millones de euros y que el brasileño no bajará de 150, según se avenga a negociar o no el PSG. En total, una operación cercana a los 300 millones. Dos cromos para completar una delantera de ensueño en la que Luis Suárez vive sus últimos años, Griezmann busca su espacio y Dembélé ganarle la batalla a su frágil musculatura. A ellos se les suma Francisco Trincao, por el que el Barcelona ya le ha pagado 31 millones al Braga, y Matheus Fernandes, que ha costado otros 11 millones que ha ingresado el Palmeiras. No menos importante para Bartomeu será devolver la estabilidad a un club sacudido por continuos escándalos en los últimos tiempos. La destitución de Ernesto Valverde cuando el equipo marchaba líder abrió la caja de Pandora y ensanchó el distanciamiento del vestuario con la junta directiva, que quedó patente con dos contundentes comunicados de Messi. El primero, para censurar unas palabras de Abidal tras el fallido fichaje de Xavi Hernández y el segundo por la presión recibida para que aceptaran rebajarse el sueldo tras la crisis del coronavirus. Todo ello, junto con el escándalo de las redes sociales, generó un terremoto que ha desembocado en la obligación de Bartomeu de remodelar su equipo directivo tras la dimisión en bloque de seis dirigentes.
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