Semana Santa y afluencia de turistas o regreso al lugar donde hunden sus raíces era una ecuación perfecta. Una fórmula magistral con aplicación tanto para los resultados económicos como para llenar de más vida los pueblos en una comunidad donde el 80% de los municipios tiene menos de 500 habitantes. Pero en esta ocasión, Castilla yLeón clama en contra de las visitas, y en el entorno rural se movilizan apelando a la «responsabilidad» para intentar frenar los pies a quien tenga la tentación de volver al pueblo por unos días, sobre todo en las provincias limítrofes con Madrid, donde está uno de los principales focos del Covid-19. El coronavirus, que tiene confinado a medio mundo en sus casas y tensionado a los sistemas sanitarios, también cambia estas tradiciones. Y es que la Comunidad ya sufre en carne propia de sus hospitales lo que es recibir foráneos en tiempos de Covid-19. Prueba de ello, Segovia, limítrofe con Madrid, y donde el índice de infectados es superior incluso al de la Comunidad vecina (715 por cada 100.000 habitantes, según los datos de la Consejería de Sanidad). La Junta de Castilla y León ya ha advertido de esta circunstancia en varias ocasiones, relaciona directamente esa elevada incidencia con la proximidad a Madrid y el contagio «comunitario» que ha habido entre unos territorios separados por la barrera física de la sierra de Guadarrama, pero que siempre han mantenido unos estrechos lazos. Ahora, en tierras segovianas no quieren que se puedan volver a multiplicar unos contagios que han llevado al hospital al límite de sus posibilidades. Que «aplacen su vuelta» a la ciudad y la provincia hasta que se pueda «solucionar del todo el problema», ha reclamado estos días el presidente de la Diputación de Segovia, Miguel Ángel de Vicente, quien sin «demonizar ni a unos ni a otros», apela al «ejercicio de responsabilidad». 6.000 personas más «Muy intensamente» están viviendo estos días en El Espinar. Datos como el incremento del consumo de agua o de la basura recogida ponen de manifiesto que de los aproximadamente 9.000 habitantes entre sus cuatro núcleos de población han pasado a unos 15.000. Fue en la primera semana, cuando en la vecina Madrid comenzaron las restricciones y se suprimieron las clases cuando experimentaron el «mayor crecimiento». Después, «un goteo constante de gente que ha ido viniendo», hasta que se han «intensificado» los controles policiales y han logrado poner freno, señala el alcalde, Javier Figueredo. «Puedes venir, pero no salir», reclama con cierto enfado tras haber recibido llamadas de gente preguntando cómo podía llevar al pueblo a un familiar infectado por el Covid-19, ver los primeros días «las terrazas llenas», grupos de «seis y ocho personas» que quedaban para ir a hacer la compra juntos y hasta pertrechados con bicis y trineos los días que ha nevado. «La gente venía como de vacaciones y eso no puede ser», recuerda con cierta indignación. «Ni mucho menos estamos en contra de los madrileños, sino de quienes incumplen las normas», recalca el regidor, quien confía en que de cara a Semana Santa no haya más tentaciones en este sentido. «Temor no tenemos porque, más o menos, la gente está concienciada», dice, aunque los controles de carretera se mantienen. «Respetar al cien por cien el confinamiento y que cada uno se quede en su casa». Es la reclamación de Samuel Alonso, alcalde del Real Sitio de San Ildefonso, municipio que hace frontera con Madrid, turístico y con un buen número de segundas residencias. El primer fin de semana del estado de alarma –entró en vigor el domingo 15, pero desde el viernes se conocía que se iba a aprobar– sí «tuvimos mucha gente», reconoce. Ahora y tras unos «primeros días» en los que sí se notaba «más gente», «queda una mínima parte», dice. La continua vigilancia por parte de la Guardia Civil y la Policía Local vela por que se cumpla con las restricciones. También controles de carretera se encargan y «a alguno han hecho volver». Con un bando, el Ayuntamiento segoviano de Turégano ha anunciado que «denunciará ante las fuerzas del orden público» a quien «incumpla el mandato de permanecer en su primera residencia y se instale en el municipio» y pedirá que sea considerado «delito contra la salud pública». Tarjetas sanitarias Cerca de 600 tarjetas sanitarias de madrileños desplazados temporalmente en marzo tiene registradas Sanidad en la provincia de Ávila, otra de las que hace frontera con Madrid. Un dato «indicativo» del movimiento y «quiere decir que probablemente sean muchos más», ha reconocido la consejera de Sanidad, Verónica Casado. «¡Quédense en casa!», reclama con insistencia ante la tentación de quien pretenda abrir las puertas de su segunda residencia. Un giro de llave que se notó especialmente, por ejemplo, en Cebreros, un municipio abulense en una zona de gran afluencia turística y muchas segundas residencias. Es otro pueblos que deja corta la media de incremento de población en el conjunto de la Comunidad estimada por el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, en un «10 ó 15%. Calcula el alcalde, Pedro José Muñoz, que en estos momentos hay viviendo en Cebreros entre un «30 y 40 por ciento más» que habitualmente –3.000–. Una cifra «significativa» que hace que las tasas de incidencia se «distorsionen», pues se calculan en función de las tarjetas sanitarias, en las que no se incluye a esta población flotante. Afirma el regidor que llegaron antes de la entrada en vigor del decreto de alarma, sin olvidar que en Madrid las clases se suspendieron antes. «Si detectásemos a alguno que no está aquí desde el principio, actuaremos y lo pondremos en conocimiento de la Policía Local y la Guardia Civil», advierte. Un crecimiento similar al experimentado en el cercano El Hoyo de Pinares, con «bastante gente» más ahora viviendo en esta localidad de unos 2.100 habitantes. El consumo de agua, que en un fin de semana pasó de 550 metros cúbicos a 900, da una pista. También, que a la hora de salir a comprar, en los comercios hay más afluencia. «Apelo a la responsabilidad», señala el alcalde, David Beltrán, quien ya asume que en Semana Santa «algo aumentará» la población. Eso sí, su mensaje es claro: «No deben salir» y «no se debe poner en riesgo a los demás». «Que cumplan lo que marca el estado de alarma. Si no está permitido, no vayas. Las normas están por algo», subraya, a la vez que echa un ojo a la estadística de positivos: «La sanidad puede colapsar».
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