jueves, 5 de agosto de 2021

Último reto para un equipo legendario

No hubo apenas gritos de alegría tras la victoria frente a Hungría y eso que el triunfo aseguraba ya una medalla para el combinado nacional. Quedó aparcada esta vez la euforia, acostumbrada ya España a alcanzar cimas similares en otros campeonatos. Lo que antes era extraordinario lo han convertido en rutina las chicas de Miki Oca, que ya no se conforman y quieren más. Las lágrimas de Londres 2012, cuando todo era nuevo, no brotaron esta vez. Si acaso en alguno de los rostros de las jóvenes, consoladas rápido y enfiladas hacia la nueva cumbre. La que supondría derrotar a Estados Unidos (mañana, 9.30 horas) y alcanzar la gloria olímpica. Un oro que está tan cerca y, a la vez, tan lejos. Habían pasado nueve años de aquel debut en unos Juegos que terminó teñido de plata. Una medalla histórica que resultó felicidad plena. Se celebró entonces el pase a la final como si fuera la meta y se encaró aquel partido ante las americanas sin tensión. El resultado fue una derrota que dolió poco y que solo empezó a escocer de verdad con el paso de los años. Ayer, en el Tatsumi Center, la casa del waterpolo en estos Juegos de Tokio, el final del partido fue muy distinto. Nada más ganar a Hungría, reunió Oca a sus chicas. Abrazos, sonrisas y enhorabuena antes de irse a descansar. Aún quedaba un partido. Pasaron rápido ante los medios, felices pero concentradas. Las más jóvenes, con la voz entrecortada como Judith Forca, a duras penas controlaban la emoción, pero tenían también el discurso grabado a fuego. «Aún no me lo creo. Mi sueño era llegar a una final olímpica y estoy muy emocionada. Pero ahora queremos el oro», reconocía la catalana, que no formaba parte del equipo en los Juegos de Londres. Para ella esta es la segunda participación olímpica. En Río, las cosas no salieron como ella esperaba y por eso superar ayer a Hungría era una deuda casi personal. «El partido, aunque no lo parezca, ha sido muy duro. Nosotras hemos salido muy bien en defensa, porque sabíamos que era ahí donde teníamos que ganarlo y así lo hemos hecho. Ahora toca pensar en Estados Unidos y pensar en el oro. No vamos a parar», explicaba. Un discurso casi idéntico al de Anni Espar, ella sí medallista en Londres y víctima de las heridas que Estados Unidos le ha ido haciendo a España en los últimos años. Derrotas que escuecen y que están guardadas en el imaginario colectivo del vestuario. Como las dos últimas finales del Mundial, saldadas a favor de las americanas, a las que España solo ha ganado una vez en un gran campeonato. Victoria en los cuartos de final del Mundial 2013, que sirvió de revancha olímpica y elevó a la selección a lo más alto del waterpolo femenino. En Tokio, el duelo tiene premio dorado. Medalla preciosa que las chicas de Miki Oca no quieren dejar escapar. Cuentan desde la Federación que el técnico lleva mucho tiempo preparando este partido. Casi con un punto de obsesión. Minuciosidad que allanará el camino para la jornada de hoy, la única que tendrá el equipo para digerir la victoria ante Hungría y pensar en el encuentro de la final. Más cerca que nunca «Ya hemos vivido esto una vez y creo que por eso estamos más tranquilas. La euforia que tuvimos en Londres no la tenemos aquí, porque el sábado tenemos una final, una guerra, y no va a volver a pasar lo mismo. Estamos contentas, pero lo importante es irnos a descansar y aprovechar este día y medio para preparar bien el partido». Las palabras de Anni Espar, autora de tres de los primeros cuatro goles ante Hungría, dejaban claro que aún quedaba una tarea pendiente. Victoria que no se ve tan lejos como hace años, pues la distancia se ha recortado y las americanas ya no meten miedo. En Tokio cayeron ante Hungría en la fase de grupos y eso espolea a España, convencida de poder competir esta vez ante su bestia negra. «Creo que todos los equipos estamos haciendo las cosas muy bien y cada vez está todo más igualado y más cerca. ¿Por qué no vamos a ganarles? Hay que soñar en grande y yo creo que este equipo es capaz», resumía Laura Ester, la heroína de las semifinales con sus once paradas ante Hungría. Un seguro en la portería Un partido, el suyo, para el recuerdo que desquició a su rival y que manda un recado a las americanas. «Tener una portera como Laura es salir al partido con mucho ganado. Si ante Estados Unidos conseguimos hacer otra vez una gran defensa, ella seguro que está igual de brillante», señalaba Espar, orgullosa del encuentro que acababa de firmar su compañera. Ester es una de las voces autorizadas del vestuario y encargada de calmar ayer los ánimos de las jóvenes. «Creo que habrá cónclave. Tendremos que hacer una reunión más esta noche o mañana para calmar la euforia de las que no estuvieron en Londres, porque esto no ha acabado», señala la portera, convencida de que ya les toca ganar a ellas. «Siempre se ha dicho que en las derrotas es donde más se aprende y que para ganar hay que perder primero. Nosotras ya hemos perdido unas cuantas veces así que esperamos que el sábado nos toque ganar. Por ganas no va a ser». Un deseo que encierra mucha rabia, con la que saldrán mañana a buscar su primera medalla olímpica de oro. La última cima de este equipo campeón del Mundo y de Europa que quiere alcanzar también la gloria olímpica.

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