domingo, 15 de agosto de 2021

Colau, seis años de política de extravagancias en Barcelona

La agenda ideológica de Ada Colau sigue marcando la gestión del Ayuntamiento de Barcelona. Lejos de gobernar por y para todos los ciudadanos, y obviando las necesidades derivadas de la pandemia del Covid, la alcaldesa no cesa en sus esfuerzos de impulsar políticas sesgadas, algunas de las cuales rozan la extravagancia. Ejemplo de ello es el proyecto presentado hace pocas semanas para fomentar «la nueva masculinidad». La alcaldesa siempre ha defendido la libertad sexual y, justo ahora, en paralelo a la polémica por las últimas agresiones homófobas en España, ha aprovechado el tirón de las reivindicaciones para impulsar un «centro de nuevas masculinidades» que ayude a superar el «modelo patriarcal que tanto daño nos ha hecho como sociedad», remarcó Colau. Desde la oposición, concejales como Eva Parera de Barcelona pel Canvi, tildaron de «barbaridad» la iniciativa. Entre las políticas estrafalarias destacan también las del bautizado como ‘urbanismo táctico’. El ‘pinta y colorea’ del asfalto, que ha pasado de ser gris y para el coche a colorido y con finalidades peatonales, o el cambio radical en chaflanes, sobre todo en las bautizadas como ‘superislas’, dejó indiferente a pocos. Incluso el expresidente catalán, Quim Torra, lo consideró «espantoso». Además, los beneficios medioambientales y para el peatón han quedado minimizados al haber sido cuestionados por su seguridad algunos de los elementos incorporados a la vía pública. Los controvertidos bolardos llegaron incluso a la Fiscalía. No menos rocambolesco ha sido el proyecto de los pisos-contenedor. El proyecto, bautizado como Aprop (Alojamientos de Proximidad Provisionales) pretende ofrecer fincas de alojamientos temporales «más que dignos», como defendió Colau en su momento, que están construidos con contenedores marítimos reutilizados. Ser una solución exprés y sostenible al problema de la vivienda era la principal baza de los Aprop –doce pisos en marcha y 82 en previsión–, aunque la prensa internacional los consideró una «lata de sardinas para pobres». Investigación Colau también lleva desde sus inicios destacando por sus guiños a los colectivos afines, como con los planes de legalizar a vendedores ambulantes irregulares. Creó Diomcoop, una cooperativa a través de la cual se forma a personas migrantes y se les ayuda a conseguir su regularización. Más sonadas han sido, sin embargo, sus ayudas a organismos próximos, cuyas aportaciones llegaron a ser investigadas por la Fiscalía –y archivadas– a raíz de la denuncia presentada por Abogados por la Constitución. Muchas voces también han criticado los gastos superfluos de Colau, el último de ellos, los 69.500 euros para una escultura de acero inoxidable que se confunde con el acceso de un ‘parking’. «Es una tomadura de pelo», lamentó el edil del PP Óscar Ramírez. La creación de una empresa eléctrica municipal, también pionera en España, es otro de los proyectos barceloneses con ‘esencia Colau’ y en este caso ha resultado un fiasco. Cuando arrancó, en 2018, se estimó que en un año podría llegar a los 20.000 usuarios y ahora no llegan a los 4.000 que, por cierto, pagan tarifas que no son para nada las más económicas del mercado. En una línea similar, el Consistorio intentó municipalizar, sin éxito, el servicio del agua, lo que le ha llevado a una dura guerra con Agbar. Cruzada contra los símbolos Sus mayores cruzadas, con todo, han sido de contenido simbólico, así como sus guiños al soberanismo, como este fin de semana en Gràcia, donde el indultado Cuixart fue el pregonero. La celebración de la fiesta para homenajear la Segunda República, que se ha oficializado en el calendario municipal, es uno de los ejemplos más icónicos de un sinfín de actuaciones para marcar perfil. Otra fiesta polémica fue la organizada por el Ayuntamiento para despedir la estatua de Antonio López, el Marqués de Comillas, repudiado por el gobierno Colau por ser un «negrero». También se han borrado las plazas de Juan Carlos I o de la Hispanidad, las avenidas Príncipe de Asturias o de Borbón y los jardines Príncipe de Gerona y de las Infantas. Una depuración claramente sectaria a pesar de las súplicas de buena parte de la oposición. En esta línea, la reciente reposición de la imagen del Rey en el salón de plenos quedará como uno de los días de mayor postureo de Colau. La alcaldesa eligió para ese día una mascarilla con los colores republicanos y, a pesar del atrezo, no consiguió ser tan polémico como lo fue la propia fotografía de Felipe VI, cuyas dimensiones –de Din-A4 – fue vista como un insulto para algunos. Fue, sin duda, el enésimo día con la gesticulación como eje político.

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