jueves, 5 de agosto de 2021

Botellón de agosto

Sostenía Ramón Gómez de la Serna que el mejor mes de Madrid es el mes de agosto, alcalde. Yo también lo creo. Tiene algo Madrid, en agosto, de ciudad vacante, de ruedo amenísimo, de poblachón infalible. De alguna manera, Madrid, en agosto, nos deja ver la ciudad, que durante el resto del año suele ser una promesa a lo lejos, entre tráfico abusivo, prisas homicidas, urgencias con retraso y el peatonaje que, en general, va loco. Agosto es del paseante, y del turista de aquí mismo, que igual hasta vive empadronado. Lo que pasa es que agosto prospera hasta arriba de botellón, con lo que no sé yo si prospera. Este periódico daba a comienzos de esta semana un reportaje exhaustivo del ruido, más el desmelene, de la plaza Pedro Zerolo, y de otras plazas concéntricas. Hablamos de Chueca, hablamos de Malasaña. Soy frecuentador de estos dos barrios festivos y desabrochados del Madrid la ‘nuit’, en las temporadas previas a la pandemia, y naturalmente que esa zona está muy bien, salvo para los vecinos. El botellón ahora va crecido, pero el botellón en estas plazas es un poco la juerga del orgullo gay fuera de fechas, la verbena de la Paloma a deshoras de esa verbena, un San Isidro a piñón fijo de fin de semana. O sea, todo eso junto. Los vecinos se entiende que vivan en un cabreo, y ahora más, porque al carácter de botellón perpetuo de la zona se agrega el botellón mismo que es el verano, en Madrid, que a veces se paga a quince pavos la copa, según calcules el barrio. Estas plazas de Chueca, alcalde, son un ‘show’, para bien, y también para mal, y conviene ponerse de parte del vecindario, que no es lo que mola, porque al cronista le gustan los forajidos de cubata, pero hay que ponerse. Resulta tan vecino del Madrid que nos gusta el chaval de calimocho de madrugada que la señora galdosiana que se acuesta tras el informativo de Matías Prats. Es difícil, alcalde, la convivencia entre la jarana y el sosiego, entre el descanso y el trasnoche, pero hay que pretender siempre esa convivencia. El centro de Madrid no es sólo la discoteca al cielorraso del ocioso sino también el nido del residente y la cama del jubilado. Mola el agosto de Madrid. Pero debe molar para todos.

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